Cartas al director
Soy Julia, de Barcelona. Ayer
recibí por WhatsApp la carta abierta que publicó Teresa Corzo Santamaría, madre
de cinco hijos, a su hijo Pepe que tiene Síndrome de Down. Fue publicada en el
diario La Razón este verano. Creo que todos los que somos padres
de hijos con Síndrome de Down nos vemos reflejados, y agradecemos la habilidad
que tiene Teresa para transmitirlo. Quería compartirlo con los lectores de
InfoCatólica, merece la pena.
Si los hombres han llegado hasta la luna, si desde
Sevilla puedo hablar con alguien que está en Nueva York, si la medicina cura lo
que antes era una muerte segura,
dime ¿por qué no es posible nuestro amor?…
dime ¿por qué no es posible nuestro amor?…
En estos días en que
conmemoramos el 50 aniversario de la llegada del hombre a la luna, he vuelto a
oír esta simpática canción del grupo Siempre
Así, que hace más de 20 años escuchaba y me hacía
sonreír… me hacía sonreír la original combinación de los avances técnicos y
científicos, con un corazón que parecía seguir sin encontrar salidas… ni
avances… y pensaba ¿qué amor será ese que no es
posible?
Hoy 20 de agosto del 2019,
Pepe cumple 5 años y quiero felicitarle públicamente. Cuando Pepe nació
nos dijeron que tenía Síndrome de Down. Lloramos
dos días, le abrazamos y le dimos muchos besos, y… respiramos profundo para
coger fuerzas. Esos fueron los únicos días en que lloramos por esta causa en
estos 5 años.
Hablar de Pepe y de la vida
junto a él no es tarea sencilla ya que llena nuestros días de color y de sudor.
Sin duda Pepe supone trabajos, y sin duda junto a él, la vida va a otro ritmo. Pepe es pequeño e intenso a la vez. Es adorable y
“comestible”, pero implica dedicación; es, por un lado, llevar el freno de mano
echado en el día a día y, por otro, tener siempre una medicina para curar
cualquier mal. Es estar
cansado y tener mil risas a disposición. Es desayunar un pincho moruno de besos
babosos y cenar un rebozado de abrazos. Es valorar cada segundo sin él con la
finalidad de saborear cada segundo con él.
Bueno, dirán, eso lo son todos
los niños, en mayor o menor medida, y es cierto. Sí es parecido, pero no es
igual. Desde que conozco a Pepe soy fan de la teoría de las inteligencias
múltiples (Howard Gardner, 1983). Sin ser psicóloga ni entendida en la materia
sé que Pepe es un superdotado emocional. Es maravilloso verle quitar con sus
manitas las lágrimas de los ojos de alguien que llora. Es increíble verle
detectar a la persona que anímicamente lo está pasando mal y acercarse a darle
una palmada o un beso. Es lo mejor del mundo verle acariciar y abrazar a un
perro, casi tanto como ver a un perro acercarse a él y lamerle espontáneamente
la cara. Con Pepe la palabra diversidad adquiere una connotación más. Esta
diversidad tan valorada en nuestros días, tan ensalzada, con Pepe significa
diversidad de dones: su mente no llega hasta la
luna, pero su intuición y su corazón traen aquí las estrellas. Sin
embargo, más aún que la diversidad que supone su ser, es la diversidad que
regala en la vida de los demás. Su sencillez, su transparencia y la falta de
pretensión son reclamos en una sociedad ultracompetitiva, que pierde los
valores de gratuidad y generosidad.
Cuando
leo noticias relacionadas con la caída en nacimientos de los niños con SD
siento verdadera pena. Pena por la humanidad, pena por lo que nos perdemos. Recuerdo que hace
años me quedé impresionada al saber que en China a finales de los años 50 se
habían erradicado los gorriones pensando que eran enemigos del progreso y que,
como consecuencia, dejaron los campos a merced de las plagas de langostas, que,
entre otras cosas, contribuyeron al terrible episodio de la gran hambruna de
aquél país. Y hoy comparo al pequeño Pepe con un gorrión: un gorrión gris, frágil y fugaz, que nos protege contra
varias plagas, contra el azote del egoísmo, la sombra de la soledad y del
desinterés por los demás, la depresión y los sinsentidos, o el cáncer de
creernos superiores a los demás.
Como madre de familia
numerosa, con un demandante trabajo fuera de casa, en ocasiones oigo a la gente
decir que soy “una crack”, o calificativos
similares, que me hacen sentir muy incómoda; primero, porque no es verdad;
segundo, porque refleja un entendimiento de la vida, o de mi vida, incorrecto.
En mi caso, la familia es una raíz de donde tomo alimento, es un ancla y un
lado de la balanza que me permite tener una vida equilibrada, armónica. No soy una crack por tener una familia numerosa; el razonamiento es el
contrario: gracias a ellos puedo desarrollar otras facetas de mi vida,
sintiéndome plena, aportando fuera del hogar, gracias a la ternura y afecto
recibidos dentro. Y Pepe es una pieza clave, él es un maestro de la ternura, es
un gorrión que nos protege.
Hay
veces en que siento pudor por expresar los sentimientos de alegría que me
produce la existencia de Pepe; pero no es hoy una de ellas. Hoy quiero testimoniar esta alegría: ¡qué
suerte hemos tenido de tenerte, de conocerte, de disfrutarte! Todo lo que
estamos aprendiendo… todo lo que nuestro corazón está creciendo, tu forma de
tratarnos y abrazarnos, tu forma de reír, tus cien formas diferentes de
pronunciar la palabra papá, tu forma de disfrutar de la vida sin preguntar por
el mañana ni por el ayer, tu forma de disfrutar de los helados, tu capacidad
para ser un pillo, para jugar e involucrar a toda la familia en los juegos,
para convertir el juego del escondite en el mejor pasatiempo del mundo… tu
simpática forma de regañar cuando estás enfadado, que nos produce aún más
risas… tu forma de ser feliz… ¡gracias Pepe por
elegirnos!
Hoy quiero celebrar que nos
enseñas cómo hacer posible ese amor de la canción de Siempre Así. Que
reivindicas el valor del corazón, que tu ternura se convierte en una medicina
que sana los días. Que cuando nos obligas a salir de nosotros para dedicarnos a
ti nos haces a todos mejores personas. Sí, los hombres han llegado hasta la
luna; sí, desde un móvil puedo acceder a cualquier lugar del mundo; pero ¿qué será de nuestra humanidad, con tanta inteligencia
lógica, computacional, espacial, lingüística… y tan pocos gorriones? ¿Solo las
depresiones nos diferenciarán de la Inteligencia Artificial?
Felicidades, Pepe por cumplir
5 años. Por 1823 días de sonrisas y de risas. ¡Por
favor, cumple muchos más!
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