Este es una historia
verdadera de alguien que no supo canalizar los dones que le dio el Señor.
Hace poco, mi
compadre me dijo que había leído en una revista - de esas importantes que les
ponen a uno en las salas de espera para que se entretengan hasta que los
atiendan – un artículo escrito por un familiar mío muy cercano.
No me atreví a escribir esto antes, porque no estaba autorizado, pero él mismo me autorizó al publicar en esa revista parte de su historia con final y todo.
Lucho, es menor que yo por un mes. Desde niño ayudaba a sus padres a la hora de salida de su colegio, con la distribución de los trabajos de su madre - ella era especialista en alta costura, muy cotizada por las mejores firmas de ropa para niños.
Toda su vida sus padres se esforzaron por darle una buena educación en uno de los mejores colegios de Lima – Perú. Terminando sus estudios a los 16 años, viajó a USA – gran esfuerzo de sus padres – y logró ingresar a la Universidad de San Luís, costeando sus estudios con lo poco que le enviaban sus padres y trabajando como mozo en sus horas libres en pequeños restaurantes.
Fue un alumno excelente y varias importantes firma americanas se interesaron en él, dándole en sus últimos años de estudio, la oportunidad en sus vacaciones, de contratos para que se entrenara en diversas partes del mundo hasta que acabara sus estudios.
Recuerdo que antes que él lograra todo esto, en uno de sus viajes al Perú para trabajar en entrenamiento para una prestigiosa firma, conoció a una chica, a la que yo también conocía, y se enamoró. Él, de poco mundo, ya que su vida había sido estudio y más estudio, me preguntó qué me parecía la chica. Ella, realmente era una muy buena chica y se lo dije… se casó con ella. Luego ella fue madrina de bautizo de uno de mis hijos.
Al final terminó en
una de las más famosas empresas de gaseosas del mundo. ¿Recuerdan la
primera que contrató a artistas de fama internacional para promover sus
gaseosas? Bueno, esa fue una de sus ideas.
En Brasil, logró una gran campaña de introducción de esta marca, vendiendo en un día lo que no se había vendido en un año. Colocaron dispensadores en todo Brasilia, bajaron en helicópteros como si fuera una invasión bélica, todos vestidos con camuflaje, etc… era la guerra de las gaseosas.
Esta empresa le dio todo lo que necesitaba para desarrollarse, limusina, avión privado, una mansión, educación para sus hijos… todo aparte de su sueldo. Cuando, una vez, otra empresa de la competencia quiso absorberlo, esta le dijo que le pagaría el doble, con tal que no se fuera.
Llegó a ser Presidente Latinoamericano de la firma y otros puestos de mucha jerarquía. Viajaba por todo el mundo – por razones de trabajo – y casi nunca podía estar con su familia, aunque a ésta no le faltaba nada material… pero faltaba el esposo, el padre.
Pasaron los años y perdí todo contacto con ellos, hasta que mi compadre Tito leyó lo que él había escrito en esa revista que leyó mientras esperaba:
- “He tenido todo
lo que cualquier ser humano podría desear… pero perdí lo más importante… a mi
familia y mi vida”
Nota: Querido primo Lucho, si estás leyendo esto te digo, Dios es tan grande que creo que gracias Él, todavía puedes recuperar a tu familia… sólo se tú mismo, no en lo que te convirtió el mundo. Te va a costar dejar muchas cosas, pero tu familia es primero. Pídele a nuestra Santa Madre María que, como regalo de Navidad, interceda para que recuperes tus verdaderos tesoros.
Te deseo lo mejor y rezaré porque dejes de ser un feliz-infeliz. Saludos a Celina y a esas dos hermosas criaturas que son tus hijos.
José Miguel Pajares Clausen
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