El cardenal australiano está ya en
prisión por supuestos abusos.
El cardenal Pell ha sido condenado por un jurado
popular aunque ha recurrido la sentencia y su caso lo revisarán tres jueces.
El
cardenal australiano George Pell
ingresó en la Assessment Prison de Melbourne este miércoles. En
diciembre un jurado popular declaró que era "culpable"
de unos casos de abusos en 1996, en base a la declaración de un solo
testigo y víctima. El 13 de marzo, la Justicia del Estado de Victoria
establecerá cuál es su castigo, que casi con seguridad implicará varios años de
prisión.
El
cardenal sigue declarándose inocente. Dejó el Vaticano, donde era el
responsable de renovar su sistema financiero, y volvió a Australia a defender
su inocencia, donde se encontró con que un jurado le consideraba inocente, en
un primer juicio, pero culpable en un segundo juicio. Pell va a recurrir la sentencia: entonces ya serán tres jueces
profesionales (y no un jurado popular) los que examinen el juicio y los
indicios, que son más que peculiares. Además, parece que en su momento
la justicia vaticana también examinará el caso y puede llegar a conclusiones
muy distintas a la de este tribunal australiano.
EL
ANÁLISIS DE UN EXPERIMENTADO ABOGADO JESUITA AUSTRALIANO
El
jesuita y abogado australiano Frank
Brennan ha repasado el caso y ha señalado las inconsistencias de la
acusación contra Pell en la revista jesuita Eureka Street.
Brennan
sabe de tribunales: es el hijo mayor de un antiguo
juez del Tribunal Supremo Australiano. También acumula premios de
derechos humanos por su activismo social: la Orden de Australia por su trabajo
con aborígenes australianos, el Australian Council for Overseas, el título de
Living National Treasure y la Medalla de Servicio Humanitario en el Extranjero
por su trabajo como director del Servicio Jesuita a Refugiados en Timor
Oriental. Es un experto en dar voz a
quien normalmente le es negada.
Ahora
Brennan es una voz crítica con el
veredicto del jurado.
El jesuita Brennan ha analizado el caso y se ha mostrado muy crítico con
el veredicto del jurado.
Primero
señala que aunque él ha estado en varias sesiones del juicio con el público, nadie del público ha escuchado ni ha leído la
declaración del único acusador, testigo y víctima. Solo los magistrados
y el jurado conocen esa declaración. Se trata de una grabación que se hizo en
el juicio anterior. Se conocen fragmentos porque en otras fases del juicio se
han citado o referido a ellos. La víctima, un hombre que tenía 13 años en 1996,
quiere mantener su total anonimato: ningún periodista ni investigador ha podido
acudir a él, hacerle preguntas o investigar su entorno, sólo los juristas del
caso.
LAS
INCONSISTENCIAS DEL RELATO
"La acusación afirmó que el primer acontecimiento, implicando 4
acusaciones, tuvo lugar tras una misa solemne de domingo celebrada por Pell en
la segunda mitad de diciembre de 1996. Tanto la acusación como la defensa
coincidían en que se habla del 15 o 22 de diciembre de 1996. Eran la primera y la segunda misas solemnes
que celebraba Pell en la catedral desde que fue hecho arzobispo en agosto de
1996, porque la catedral antes había estado en obras y no se había usado
para misas de domingo", escribe
Brennan.
"El denunciante dijo que él y otro chico del coro dejaron la
procesión litúrgica al final de una de las misas de domingo y se escabulleron
hacia la sacristía, donde empezaron a probar vino del altar. El arzobispo llegó sin que nadie le
acompañara, les reprendió y entonces, completamente revestido con sus copiosas
vestiduras litúrgicas, procedió a cometer tres actos sexuales viles
incluyendo la penetración oral del denunciante. El denunciante dijo que
la puerta de la sacristía estaba abierta y que los monaguillos pasaban por el
pasillo. El denunciante dijo que él y el otro chico después volvieron a las
prácticas del coro. El coro estaba haciendo unas grabaciones navideñas esos
días".
"Estos dos chicos permanecieron en el coro aún un año más, pero,
dijo el denunciante, nunca hablaron de este tema entre ellos, aunque a veces se
quedaban para dormir uno en casa del otro. Al segundo chico le preguntó una vez su madre si había sido abusado por
alguien, y él dijo que no".
"El denunciante afirmó que un mes o así después, tras una misa de
domingo, cuando el arzobispo estaba presidiendo -pero no celebrando la misa-
Pell salió por el pasillo fuera de la sacristía, donde estaban muchos chicos
del coro y otras personas. Aseguró que Pell se aferró a él brevemente, le puso
contra una pared y firmemente agarró sus genitales. Esta es la quinta
acusación. Pell no conocía al chico, ni
tuvo contacto con ninguno de ellos después".
LA
DECLARACIÓN DEL SACRISTÁN Y EL MAESTRO DE CEREMONIAS
En el
juicio, explica Brennan, prestaron declaración el Maestro de Ceremonias de la
catedral, Charles Portelli, y el sacristán de la catedral por muchos años, Max
Potter, asegurando que después de una
procesión al menos uno de ellos siempre ayuda al arzobispo a quitarse las
vestimentas litúrgicas en la sacristía. Se demostró en el juicio,
además, que Pell era muy serio y exigente en los asuntos litúrgicos. Tenía un
protocolo estricto de pasar entre diez y 20 minutos en la entrada de la
catedral tras la misa saludando a los parroquianos, antes de volver a la
sacristía. La acusación sugirió que quizá en esas primeras misas que hizo no
era así.
Brennan
dice que la crítica del abogado defensor a esta narrativa tiene sentido. "Cualquiera familiarizado con cómo es una misa
solemne de catedral con coro completo encontrará
de lo más inverosímil que un obispo pueda, sin razón grave, abandonar una
procesión y retirarse a la sacristía sin acompañante", escribe
Brennan.
Después
Brennan detalla que la declaración inicial del acusador a la policía es que
Pell había apartado a un lado sus vestimentas, pero un alba es como un vestido
sin costuras: no se puede apartar, sólo levantar. Después el denunciante dijo
que Pell movió sus vestimentas a un lado, pero eso no puede hacerse si hay un
cinto. Brennan denuncia que la policía
nunca examinara ropajes litúrgicos para ver como pudo ser eso.
Brennan,
como cualquiera que haya estado en un misa solemne con un obispo en una
catedral (y más un obispo "novato" en
el edificio), concluye: "La proposición de que
los hechos denunciados los cometió inmediatamente después de misa un arzobispo
completamente revestido en la sacristía con una puerta abierta, a la vista del
pasillo parecen increíbles en mi
opinión".
QUÉ
LLEVÓ AL JURADO A TOMAR ESTA DECISIÓN
Brennan
cree que varias cosas se conjugaron para que el jurado pensara que aunque los
detalles estaban mal "algo
debió hacer Pell":
-
el juez explicó que las víctimas de abusos a menudo no recuerdan bien los detalles.
-
en el Parlamento, la televisión y otras instancias, se repitió durante dos
años, una y otra vez que "hay que
creer a las víctimas".
-
libros y canciones por que daban por culpable al cardenal se difundieron
insistentemente, y Pell cae mal a
muchos por ser conservador en moral y valores.
EL
ACUSADO QUE DEBE DEMOSTRAR SU INOCENCIA
"Estas cosas tienden a
cambiar la carga reputacional, si no legal, de que el acusado debe demostrar su
inocencia, en vez de ser la acusación quien debe demostrar la
culpa", señala
Brennan. Después de todo, toda la acusación se limita a esta declaración (que
no tiene el público) de un solo testigo-víctima-acusador por un hecho de 1996.
(El otro supuesto testigo murió de sobredosis en 2014 y nunca dijo nada sobre
esto a nadie).
"Si el recurso de apelación falla, espero y rezo para que el
cardenal Pell, enviado a prisión, no sea la víctima involuntaria de una nación
herida en busca de un chivo expiatorio. Y si la apelación tiene éxito, la Policía de Victoria debería revisar
la adecuación de la investigación policial de estas serias acusaciones
criminales", escribe
el premiado abogado de derechos humanos.
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