Los católicos
sabemos que Jesucristo ya ha venido y permanece entre nosotros.
Por: Javier Ordovàs | Fuente: Catholic.net
En el cap. 24 el evangelista Mateo, recoge el
discurso de Jesucristo acerca del fin del mundo.
Entre otras, se pueden destacar las siguientes ideas, a modo de resumen:
- Será verdaderamente catastrófico
- Habrá sucesos trágicos previos
- Pero nadie podrá predecirlo Mat. 24,36: En cuanto a ese día y esa hora, nadie los conoce, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre.
A pesar de ello, a lo largo de la historia de estos veinte siglos transcurridos, muchas personas y grupos han sostenido una curiosa obsesión por anunciar y predecir el fin del mundo.
En algunos grupos protestantes, y muchos evangélicos, se utiliza este argumento de ¨Jesús viene ya¨ como una forma de atemorizar a los fieles. Para ellos, Cristo se fue y no regresa hasta el fin del mundo.
Los católicos sabemos que Jesucristo ya ha venido y permanece entre nosotros, por ello, el fin del mundo no nos atemoriza porque lo enfrentaremos de la mano de Jesucristo que nos acompaña permanentemente en la eucaristía: He aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo (Mt 28, 20).
Curiosamente el evangelista Mateo, después del anuncio escatológico de Jesucristo en el cap. 24, dedica todo el cap. siguiente, el 25, a detallarnos como nos dice Jesucristo que debemos actuar ante ese final trágico e inesperado:
- Mat 25,1-13: parábola de las vírgenes prudentes y necias
- Mat 25, 14-30: parábola de los talentos
- Mat 25, 31-46: en el juicio final se nos juzgará por el bien que hayamos hecho al prójimo.
Es decir, Jesucristo no está explicando algo elemental: puesto que no sabemos el día ni la hora del fin del mundo y el consiguiente juicio final, nuestra actitud no debe ser de temor, sino de confianza en Jesucristo, comportándonos en el día a día como las vírgenes prudentes que estaban preparadas en todo momento, o como buenos administradores de los talentos que cada uno hemos recibido, dedicando nuestros talentos al servicio del prójimo.
Todo esto, que nos es fácil, contando con la ayuda de Jesucristo que nos acompañará en ese día a día, hasta el desconocido final.
Entre otras, se pueden destacar las siguientes ideas, a modo de resumen:
- Será verdaderamente catastrófico
- Habrá sucesos trágicos previos
- Pero nadie podrá predecirlo Mat. 24,36: En cuanto a ese día y esa hora, nadie los conoce, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre.
A pesar de ello, a lo largo de la historia de estos veinte siglos transcurridos, muchas personas y grupos han sostenido una curiosa obsesión por anunciar y predecir el fin del mundo.
En algunos grupos protestantes, y muchos evangélicos, se utiliza este argumento de ¨Jesús viene ya¨ como una forma de atemorizar a los fieles. Para ellos, Cristo se fue y no regresa hasta el fin del mundo.
Los católicos sabemos que Jesucristo ya ha venido y permanece entre nosotros, por ello, el fin del mundo no nos atemoriza porque lo enfrentaremos de la mano de Jesucristo que nos acompaña permanentemente en la eucaristía: He aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo (Mt 28, 20).
Curiosamente el evangelista Mateo, después del anuncio escatológico de Jesucristo en el cap. 24, dedica todo el cap. siguiente, el 25, a detallarnos como nos dice Jesucristo que debemos actuar ante ese final trágico e inesperado:
- Mat 25,1-13: parábola de las vírgenes prudentes y necias
- Mat 25, 14-30: parábola de los talentos
- Mat 25, 31-46: en el juicio final se nos juzgará por el bien que hayamos hecho al prójimo.
Es decir, Jesucristo no está explicando algo elemental: puesto que no sabemos el día ni la hora del fin del mundo y el consiguiente juicio final, nuestra actitud no debe ser de temor, sino de confianza en Jesucristo, comportándonos en el día a día como las vírgenes prudentes que estaban preparadas en todo momento, o como buenos administradores de los talentos que cada uno hemos recibido, dedicando nuestros talentos al servicio del prójimo.
Todo esto, que nos es fácil, contando con la ayuda de Jesucristo que nos acompañará en ese día a día, hasta el desconocido final.
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