«Pido perdón a todos aquellos
a los que ofendí»
El papa Francisco ha enviado
una carta a los obispos chilenos en la que les informa sobre las conclusiones
de la visita de Mons. Scicluna para abordar la problemática de los abusos a
menores en el país. El Pontífice asegura haberse equivocado y pide perdón por
ello.
(InfoCatólica)
Carta del
Papa Francisco a los obispos de Chile
A los Señores Obispos de
Chile.
Queridos hermanos en el
episcopado:
La recepción durante la semana
pasada de los últimos documentos que completan el informe que me entregaron mis dos enviados especiales a Chile el 20 de
marzo de 2018, con un total de más de 2.300 folios, me mueve a
escribirles esta carta. Les aseguro mi oración y quiero compartir con Ustedes
la convicción de que las dificultades presentes son también una ocasión para restablecer la confianza en la
Iglesia, confianza rota por nuestros errores y pecados y para sanar unas
heridas que no dejan de sangrar en el conjunto de la sociedad chilena.
Sin la fe y sin la oración, la
fraternidad es imposible. Por ello, en este 2º domingo de Pascua, en el día de
la misericordia, les ofrezco esta reflexión con el deseo de que cada uno de
Ustedes me acompañe en el itinerario interior que estoy recorriendo en las
últimas semanas, a fin de que sea el Espíritu quien nos guíe con su don y no
nuestros intereses o, peor aún, nuestro orgullo herido.
A veces cuando tales males nos
arrugan el alma y nos arrojan al mundo flojos, asustados y abroquelados en
nuestros cómodos “palacios de invierno”, el
amor de Dios sale a nuestro encuentro y purifica nuestras intenciones para amar
como hombres libres, maduros y críticos. Cuando los medios de comunicación nos avergüenzan presentando una Iglesia
casi siempre en novilunio, privada de
la luz del Sol de justicia (S. Ambrosio, Hexameron IV, 8, 32) y tenemos la tentación de dudar
de la victoria pascual del Resucitado, creo
que como Santo Tomás no debemos temer la duda (Jn 20, 25), sino temer la
pretensión de querer ver sin fiarnos del testimonio de aquellos que escucharon
de los labios del Señor la promesa más hermosa (Mt 28, 20).
Hoy les quiero hablar no de seguridades, sino de lo único que el Señor nos ofrece experimentar cada día: la
alegría, la paz el perdón de nuestros pecados y la acción de Su gracia.
Al respecto, quiero manifestar mi gratitud a S.E. Mons. Charles
Scicluna, Arzobispo de Malta, y al Rev. Jordi Bertomeu Farnós, oficial de la
Congregación para la Doctrina de la Fe, por su ingente labor de escucha
serena y empática de los 64 testimonios que recogieron recientemente tanto en
Nueva York como en Santiago de Chile. Les envié a escuchar desde el corazón y
con humildad. Posteriormente, cuando me entregaron el informe y, en particular,
su valoración jurídica y pastoral de la información recogida, reconocieron ante mí haberse sentido
abrumados por el dolor de tantas víctimas de graves abusos de conciencia y de
poder y, en particular, de los abusos sexuales cometidos por diversos
consagrados de vuestro País contra menores de edad, aquellos a los que
se les negó a destiempo e incluso les robaron la inocencia.
El mismo más sentido y cordial
agradecimiento lo debemos expresar como pastores a los que con honestidad,
valentía y sentido de Iglesia solicitaron un encuentro con mis enviados y les
mostraron las heridas de su alma. Mons. Scicluna y el Rev. Bertomeu me han
referido cómo algunos obispos,
sacerdotes, diáconos, laicos y laicas de Santiago y Osorno acudieron a
la parroquia Holy Name de Nueva York o a la sede de Sotero Sanz, en
Providencia, con una madurez, respeto y amabilidad que sobrecogían.
Por otra parte, los días
posteriores a dicha misión especial han sido testigos de otro hecho meritorio
que deberíamos tener bien presente para otras ocasiones, pues no solo se ha
mantenido el clima de confidencialidad alcanzado durante la Visita, sino que en ningún momento se ha cedido a la tentación
de convertir esta delicada misión en un circo mediático. Al respecto,
quiero agradecer a las diferentes organizaciones y medios de comunicación su
profesionalidad al tratar este caso tan delicado, respetando el derecho de los
ciudadanos a la información y la buena fama de los declarantes.
Ahora, tras una lectura
pausada de las actas de dicha “misión especial”, creo poder afirmar que todos los testimonios
recogidos en ellas hablan en modo descarnado, sin aditivos ni
edulcorantes, de muchas vidas
crucificadas y les confieso que ello me causa dolor y vergüenza.
Teniendo en cuenta todo esto
les escribo a Ustedes, reunidos en la 115ª asamblea plenaria, para solicitar humildemente Vuestra colaboración y
asistencia en el discernimiento de las medidas que a corto, medio y largo plazo
deberán ser adoptadas para restablecer la comunión eclesial en Chile,
con el objetivo de reparar en lo
posible el escándalo y restablecer la justicia.
Pienso convocarlos a Roma para dialogar sobre las conclusiones de la
mencionada visita y mis conclusiones. He pensado en dicho encuentro como en un momento fraternal, sin
prejuicios ni ideas preconcebidas, con el solo objetivo de hacer resplandecer
la verdad en nuestras vidas. Sobre la fecha encomiendo al Secretario de la
Conferencia Episcopal hacerme llegar las posibilidades.
En lo que me toca, reconozco y
así quiero que lo transmitan fielmente, que he incurrido en graves equivocaciones de valoración y percepción de la
situación, especialmente por falta de información veraz y equilibrada.
Ya desde ahora pido perdón a todos
aquellos a los que ofendí y espero poder hacerlo personalmente, en las
próximas semanas, en las reuniones que tendré con representantes de las
personas entrevistadas.
Permaneced en mí (Jn 15,4):
estas palabras del Señor resuenan una y otra vez en estos días. Hablan de
relaciones personales, de comunión, de fraternidad que atrae y convoca. Unidos
a Cristo como los sarmientos a la vid, los invito a injertar en vuestra oración
de los próximos días una magnanimidad que nos prepare para el mencionado
encuentro y que luego permita traducir en hechos concretos lo que habremos
reflexionado. Quizás incluso también
sería oportuno poner a la Iglesia de Chile en estado de oración. Ahora más que
nunca no podemos volver a caer en la tentación de la verborrea o de quedarnos
en los “universales”. Estos días, miremos a Cristo. Miremos su vida y
sus gestos, especialmente cuando se muestra compasivo y misericordioso con los
que han errado. Amemos en la verdad, pidamos la sabiduría del corazón y
dejémonos convertir.
A la espera de Vuestras
noticias y rogando a S.E. Mons. Santiago Silva Retamales, Presidente de la
Conferencia Episcopal de Chile, que publique la presente con la mayor celeridad
posible, les imparto mi bendición y les pido por favor que no dejen de rezar
por mí.
Vaticano, 8 de abril de
2018
FRANCISCO
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