¿Por qué las personas se quejan? Sin duda, no es para torturar a los demás con su
negatividad, como muchos podrían pensar. La mayoría de las personas se quejan
porque al exteriorizar sus emociones y pensamientos se sienten mejor, o al
menos eso creen.
Sin embargo, la ciencia señala que en realidad andan
desencaminadas. Quejarnos no nos hace bien, expresar esa negatividad puede
hacer que nos sintamos peor. Ventilar las emociones puede parecer una buena
idea pero a la larga no lo es, tanto para la persona que se queja como para
quien le escucha.
El problema se encuentra en el cerebro. Quejarse altera
nuestras redes neuronales y puede tener serias repercusiones para nuestra salud
mental. De hecho, algunos neurocientíficos han llegado a afirmar que las quejas
pueden matarnos, literalmente.
LAS QUEJAS
CONSOLIDAN LAS SINAPSIS DE LA NEGATIVIDAD
Ahora mismo en nuestro cerebro se están produciendo
muchísimas sinapsis. Cuando pensamos en algo, una neurona libera una serie de
neurotransmisores, a través de los cuales se comunica con otra neurona y
establece una especie de puente a través del cual pasa una señal eléctrica. De
esta forma se transmite la información en el cerebro.
Lo interesante es que cada vez que se produce una sinapsis,
ese camino se consolida. De esta forma se crean auténticas autopistas
neuronales en nuestro cerebro, las cuales nos permiten, por ejemplo, conducir
de manera automática o caminar sin tener que pensar en cómo movemos los
pies.
Estos circuitos no son estáticos, en función de la práctica
pueden cambiar, debilitarse o consolidarse. Obviamente, mientras más sólida sea
esa conexión, más rápido se transmitirá la información y más eficientes seremos
realizando esa actividad.
El problema es que cuando nos quejamos y nos llenamos de
pensamientos negativos, estaremos potenciando precisamente esas redes
neuronales, alimentando la negatividad que da lugar a la depresión. Mientras
más nos quejemos, más negro veremos el mundo, porque son precisamente esos
caminos neuronales los que estamos potenciando, en detrimento de otros, mucho
más positivos y beneficiosos para nuestra salud emocional.
De hecho, investigadores de la Universidad de Yale han
apreciado que en las personas sometidas a un gran estrés o que padecen
depresión, ocurre una desregulación de las sinapsis y se produce una atrofia
neuronal. En el cerebro de estas personas aumenta la producción de un factor de
transcripción denominado GATA1, que disminuye el tamaño, las proyecciones y la
complejidad de las dendritas, las cuales son esenciales para transmitir los
mensajes de una neurona a otra.
ERES EL REFLEJO
DE QUIENES TE RODEAN
Las quejas no solo afectan las conexiones neuronales de la persona que se lamenta sino también de quienes están a su alrededor. De hecho, es probable que después de haber escuchado a un amigo quejarse durante varias horas, te sientas como si te hubiesen drenado, como si te hubieran robado la energía. Es probable que en ese momento también tengas una visión un poco más pesimista del mundo.
Esto se debe a que nuestro cerebro está programado para la
empatía. Las neuronas espejo se encargan de que
podamos experimentar las mismas sensaciones que la persona que tenemos delante,
ya sea alegría, tristeza o ira. Nuestro cerebro intenta imaginar qué siente y
piensa esa persona, para poder actuar en consecuencia y modular nuestro
comportamiento.
En esos casos, la empatía se convierte en un arma de doble
filo que blandimos contra nosotros mismos ya que cuando escuchamos a una
persona lamentarse, en nuestro cerebro se liberarán los mismos
neurotransmisores que en el suyo. De esta forma, terminamos siendo prisioneros
de sus quejas.
EL CEREBRO, UN
PUESTO DE MANDO QUE CONTROLA EL CUERPO
Las quejas consolidan las sinapsis “negativas”
en el cerebro y estas tienen un gran impacto en nuestra salud. Cuando
alimentamos la tristeza, el resentimiento, la rabia, el odio y la ira, todas
esas emociones se reflejan en nuestro cuerpo. De hecho, hace poco un grupo de
investigadores de la Universidad de Aalto realizaron un mapa corporal de las
emociones, en el cual se puede apreciar cómo estas se reflejan en zonas
específicas.
Además, no debemos olvidar que detrás de esos sentimientos y
emociones negativas suele esconderse el cortisol, un neurotransmisor que
también actúa como hormona cuyos niveles elevados se han vinculado con un
sistema inmunitario deprimido, el aumento de la presión arterial y un mayor
riesgo de desarrollar enfermedades como el cáncer y los trastornos
cardiovasculares. El cortisol también daña la memoria, aumenta el riesgo de
sufrir depresión y ansiedad y, por supuesto, acorta la esperanza de vida.
NO
HAY LEONES VEGETARIANOS
Vale aclarar que no se trata de que no podamos quejarnos ni
de que tengamos que reprimir nuestras emociones y sentimientos. De hecho, en
algunas ocasiones quejarse puede ser extremadamente liberador. Sin embargo,
debemos asegurarnos de que no se convierta en un hábito y, sobre todo, de que a
las palabras le sigan las acciones.
Por eso, la próxima vez que acuda una queja a tu mente,
recuerda que “los leones no son vegetarianos”.
Esto significa que, por mucho que te quejes, no van a cambiar su dieta. Si
quieres cambiar algo y no convertirte en su cena, será mejor que busques otras
estrategias.
En otras palabras: el universo es caótico, a veces pasan
cosas malas e impredecibles sobre las que no tenemos ningún control. Podemos
sentarnos a lamentarnos o, al contrario, podemos asumir una actitud proactiva y
preguntarnos qué podemos hacer para lidiar de la mejor manera posible con los
problemas y, de ser posible, aprender de ellos. La decisión está en nuestras
manos.
Fuentes:
Duman, R. S. (2014)
Pathophysiology of depression and innovative treatments: remodeling
glutamatergic synaptic connections.Dialogues Clin Neurosci; 16(1):
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Nummenmaaa, L. et. Al.
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Christoffel, D. J. et. Al.
(2011) Structural and synaptic plasticity in stress-related disorders. Pathophysiology
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Schoorlemmer, R. M. et. Al.
(2009) Relationships between cortisol level, mortality and chronic diseases in
older persons. Clin Endocrinol; 71(6): 779-786.
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