viernes, 9 de septiembre de 2016

¡ESTAMOS LEJOS DE LA APARICIÓN DEL ANTICRISTO Y DE LA SEGUNDA VENIDA DE CRISTO!


Según se desprende de Benedicto XVI estamos pasando por la apostasía menor.
Recientemente Emmett O’Regan de Unveiling  the Apocalypse, ha profundizado en la ponencia de Benedicto XVI sobre la diferenciación entre dos períodos de apostasía distintos en el tiempo final, que se predijeron tanto en las Escrituras como en revelaciones privadas aprobadas por la Iglesia.
Parecería que actualmente nos encontramos  en el tiempo en que satanás ha sido arrojado a la tierra, y está persiguiendo con enorme ira a la Mujer Vestida de Sol.
Luego vendrá la restauración de la Iglesia y el Triunfo del Inmaculado Corazón de María, tiempo en el que aparecerá finalmente el Anticristo y provocará la Gran Apostasía.
Esto coincide cronológicamente a grandes rasgos con la profecía de Ronald Conte que ubica actualmente el Aviso del Cielo a la humanidad en esta ventana actual de tiempo y a la Gran apostasía junto con el reinado del Anticristo y la segunda venida de Cristo para una fecha tan lejana como mediados del 2400. Obviamente la fecha es lo de menos y la mencionamos para comprender la distancia entre los hechos. Ver en este artículo un opúsculo que Conte escribió en el 2005.
LA SITUACIÓN ACTUAL
Si queremos entender la situación actual dentro de la cronología de los acontecimientos apocalípticos. Veamos lo que dice el experto de EWTN Colin Donovan:
“Místicos católicos aprobados (Venerables, Beatos, Santos y apariciones aprobadas) arrojan una luz considerable sobre este proceso, profetizando una apostasía y tribulación menores hacia el fin del mundo, después de lo cual se producirá el reencuentro de los cristianos. Sólo más tarde será el mundo entero el que abandonará a Cristo (la gran apostasía), surgirá el Anticristo persona (individuo) y sobrevendrá la tribulación del Fin“.
De modo que la Gran Apostasía que tiene lugar durante el reinado del Anticristo no se producirá hasta que la restauración de la Iglesia haya tenido lugar durante el ministerio de los Dos Testigos.
¿Quiénes son los dos testigos? Hay varias versiones al respecto. Pilar Zarama opina que los dos testigos son Jesús y María, que aparecerán luego del Aviso a la humanidad. En cambio Taylor Marshall opina que son Enoc y Elías, que fueron únicos dos profetas que no murieron y fueron llevados al cielo, ver aquí. Pero esto es el tema de este artículo. Pero hay otros más.
El período de una apostasía anterior a la Gran Apostasía se encuentra tanto en las Escrituras como en la profecía privada, y se refiere a otra apostasía de la fe (una “apostasía menor”) que tiene lugar antes de la restauración de la Iglesia, en oportunidad del anuncio del Evangelio hasta los confines de la tierra. Este es el período espiritual más peligroso en la historia humana fuera de la propia Gran Apostasía.
LA NOCIÓN ES EXPRESADA POR BENEDICTO XVI
A lo largo de su pontificado, el Papa Benedicto XVI ha revelado algún secreto para demostrar que él cree que hay pruebas suficientes para pensar que estamos viviendo en esta apostasía menor, mencionada en la profecía, que tiene lugar inmediatamente antes de la restauración de la Iglesia.
Benedicto XVI ha sugerido previamente que el período de la restauración de la Iglesia, que tiene lugar después de la apostasía menor, puede estar relacionada – de alguna manera – al año 2017.
“Puede que los siete años que nos separan del centenario de las apariciones aceleren el cumplimiento de la profecía del triunfo del Inmaculado Corazón de María, a la gloria de la Santísima Trinidad”. (Homilía de Su Santidad Benedicto XVI, en la explanada del Santuario de Nuestra Señora de Fátima, el jueves 13 de mayo 2010).
Pero además Benedicto XVI ha compartido algunas otras impresiones acerca de la actual situación de la Iglesia, al vincular el escándalo la actual apostasía de la fe a la pedofilia en el clero y a las profecías de Santa Hildegarda von Bingen, en donde la alemana tuvo una visión de la Iglesia como una mujer vestida con ropas manchadas representando la “suciedad” dentro de la Iglesia.
“¡Excita, Domine, potentiam tuam, et veni! La liturgia de la Iglesia ora incesantemente en los días de Adviento con éstas o parecidas palabras. Son invocaciones formuladas probablemente en el período del declive del Imperio Romano.
La disolución de los ordenamientos que sustentaban en derecho y de las actitudes morales de fondo, que les daban fuerza, provocaron la ruptura de los muros que hasta ese momento habían protegido la convivencia pacífica entre los hombres. Un mundo estaba llegando a su ocaso.
Además, frecuentes calamidades naturales aumentaban esta experiencia de inseguridad. No se veía ninguna fuerza capaz de frenar dicho declive. Se hacía cada vez más insistente la invocación del poder de Dios: que venga y proteja a los hombres de todas estas amenazas.
¡Excita, Domine, potentiam tuam, et veni! También hoy tenemos numerosos motivos para unirnos a esta oración de Adviento de la Iglesia.
El mundo, con todas sus nuevas esperanzas, está, al mismo tiempo, angustiado por la impresión de que el consenso moral se está disolviendo, un consenso sin el cual no funcionan las estructuras jurídicas y políticas; por consiguiente, las fuerzas movilizadas para defender dichas estructuras parecen estar destinadas al fracaso.
¡Excita, Domine, potentiam tuam, et veni! La oración recuerda el grito dirigido al Señor, que estaba durmiendo en la barca de los discípulos sacudida por la tempestad y a punto de hundirse. Cuando su palabra poderosa apaciguó la tempestad, Él echó en cara a los discípulos su poca fe. Quería decir: en vosotros mismos, la fe se ha adormecido. Lo mismo quiere decirnos también a nosotros.
Con mucha frecuencia, también en nosotros la fe está dormida. Pidámosle, pues, que nos despierte del sueño de una fe que se ha cansado y que devuelva a esa fe la fuerza de mover montañas, es decir, de dar el justo orden a las cosas del mundo.
¡Excita, Domine, potentiam tuam, et veni! Esta oración de Adviento me ha venido una y otra vez a la mente y a los labios en las grandes angustias que durante este año nos han afectado.
Con mucha alegría comenzamos el Año Sacerdotal y, gracias a Dios, pudimos concluirlo también con mucha gratitud, no obstante su desarrollo fuera tan distinto a como habíamos esperado.
En nosotros, sacerdotes, y en los laicos, precisamente en los jóvenes, se ha renovado la convicción del don que representa el sacerdocio de la Iglesia católica, que el Señor nos ha confiado.
Nos hemos dado cuenta nuevamente de lo bello que es el que seres humanos tengan la facultad de pronunciar en nombre de Dios y con pleno poder la palabra del perdón, y así puedan cambiar el mundo, la vida
Qué hermoso el que seres humanos estén autorizados a pronunciar las palabras de la consagración, con las que el Señor atrae a sí una parte del mundo, transformándola en sustancia suya en un determinado lugar.
Qué bello poder estar, con la fuerza del Señor, cerca de los hombres en sus gozos y desventuras, en los momentos importantes y en aquellos oscuros de la vida.
Qué bello tener como cometido en la propia existencia no esto o aquello, sino sencillamente el ser mismo del hombre, para ayudarlo a que se abra a Dios y sea vivido a partir de Dios.
Por eso nos hemos visto tan turbados cuando, precisamente en este año hemos venido a saber de abusos contra menores, en unas dimensiones inimaginables para nosotros, cometidos por sacerdotes, que convierten el Sacramento en su contrario y, bajo el manto de lo sagrado, hieren profundamente a la persona humana en su infancia y le provocan daños para toda la vida.
En este contexto, me ha venido a la memoria una visión de santa Hildegarda de Bingen, que describe de manera impresionante lo que hemos vivido en este año:
«En el año 1170 después de Cristo estuve en cama, enferma durante mucho tiempo. Entonces, física y mentalmente despierta, vi una mujer de una tal belleza que la mente humana no es capaz de comprender. Su figura se erguía de la tierra hasta el cielo. Su rostro brillaba con un esplendor sublime. Sus ojos miraban al cielo. Llevaba un vestido luminoso y radiante de seda blanca y con un manto cuajado de piedras preciosas. En los pies calzaba zapatos de ónix. Pero su rostro estaba cubierto de polvo, su vestido estaba rasgado en la parte derecha. También el manto había perdido su belleza singular y sus zapatos estaban sucios por encima. Con gran voz y lastimera, la mujer alzó su grito al cielo: ‘Escucha, cielo: mi rostro está embadurnado. Aflígete, tierra: mi vestido está rasgado. Tiembla, abismo: mis zapatos están ensuciados’.
Y prosiguió: ‘Estuve escondida en el corazón del Padre, hasta que el Hijo del hombre, concebido y dado a luz en la virginidad, derramó su sangre. Con esta sangre, como dote, me tomó como esposa.
Los estigmas de mi esposo permanecen frescos y abiertos mientras estén abiertas las heridas de los pecados de los hombres. El que permanezcan abiertas las heridas de Cristo es precisamente culpa de los sacerdotes. Ellos rasgan mi vestido porque son transgresores de la Ley, del Evangelio y de su deber sacerdotal. Quitan el esplendor de mi manto, porque descuidan totalmente los preceptos que tienen impuestos. Ensucian mis zapatos, porque no caminan por el camino recto, es decir por el duro y severo de la justicia, y también porque no dan un buen ejemplo a sus súbditos. Sin embargo, encuentro en algunos el esplendor de la verdad’.
Y escuché una voz del cielo que decía: ‘Esta imagen representa a la Iglesia. Por esto, oh ser humano que ves todo esto y que escuchas los lamentos, anúncialo a los sacerdotes que han de guiar e instruir al pueblo de Dios y a los que, como a los apóstoles, se les dijo: Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación » (Carta a Werner von Kirchheim y a su comunidad sacerdotal: PL 197, 269ss)
En la visión de santa Hildegarda, el rostro de la Iglesia está cubierto de polvo, y así es como lo hemos visto. Su vestido está rasgado por culpa de los sacerdotes. Tal como ella lo ha visto y expresado, así lo hemos visto este año.
Hemos de acoger esta humillación como una exhortación a la verdad y una llamada a la renovación. Solamente la verdad salva. 
LO DICHO POR BENEDICTO XVI SE CORRELACIONA CON LO DICHO POR SOR LUCÍA DE FÁTIMA
Hay similitudes entre las palabras de Benedicto XVI y las de Sor Lucía durante su entrevista con el Padre Fuentes:
“Sor Lucía también me dijo: ‘Padre, el demonio está dispuesto a participar en una batalla decisiva contra la Santísima Virgen y él sabe que eso es lo que más ofende a Dios y que en corto tiempo ganará para sí el mayor número de almas. Así que el demonio hace todo para dominar las almas consagradas a Dios, porque de esta manera logrará dejar a las almas de los fieles abandonadas por sus líderes, y así poder apoderarse de ellas más fácilmente”.
“Lo que aflige al Inmaculado Corazón de María y al Corazón de Jesús es la caída de las almas religiosas y sacerdotales. El demonio sabe que los religiosos y sacerdotes que abandonan su hermosa vocación arrastrarán numerosas almas al infierno.
Él quiere tomar posesión de almas consagradas. Se trata de los corruptos con el fin de adormecer las almas de los laicos y llevarlas así a la falta de arrepentimiento final. Emplea todos los trucos, incluso yendo tan lejos como para sugerir el retraso de la entrada a la vida religiosa, cuya consecuencia es la esterilidad de la vida interior, y entre los laicos, la frialdad (falta de entusiasmo) en relación con el tema de la renuncia a los placeres y de su entrega total a Dios”.
Una correlación entre estas palabras de Sor Lucía y la visión de “suciedad” dentro de la Iglesia de Santa Hildegarda, claramente parece haber estado en la mente del Papa Benedicto, ya que utiliza básicamente los mismos temas y simbolismo durante su visita a Fátima en 2010:
“En cuanto a las cosas nuevas que hoy podemos encontrar en este mensaje, también está el hecho de que los ataques contra el Papa y la Iglesia no sólo vienen de afuera, sino que los sufrimientos de la Iglesia vienen precisamente de dentro de la Iglesia, del pecado que existe dentro de la Iglesia.
Esto también es algo que siempre hemos sabido, pero hoy lo estamos viendo de una manera realmente aterradora: que la mayor persecución de la Iglesia no viene de sus enemigos externos sino que surge del pecado dentro de la Iglesia, y que la Iglesia por lo tanto no sólo tiene, por un lado, una profunda necesidad de reaprender la penitencia, de aceptar la purificación, de aprender el perdón sino también la necesidad de justicia, por el otro”
YA SE HABÍA REFERIDO AL TEMA CUANDO ERA CARDENAL
El Cardenal Ratzinger se había referido antes a los escritos de Santa Hildegarda, en su famoso sermón del Vía Crucis, en 2005, justo antes de ascender al Papado, y que describen el estado actual de la Iglesia como una mujer cuyos vestidos están sucios.
“¿No deberíamos pensar también en lo mucho que Cristo sufre en su propia Iglesia? ¡Con qué frecuencia es agraviado el Sagrado Sacramento de Su Presencia, con qué frecuencia debe entrar en corazones vacíos y malvados! ¡Con qué frecuencia solamente celebramos nosotros, sin siquiera darnos cuenta de que Él está allí! ¡Con qué frecuencia se tuerce su Palabra y se usa incorrectamente! ¡Qué poca fe está presente detrás de tantas teorías, de tantas palabras vacías!
¡Cuánta suciedad hay en la Iglesia, e incluso entre aquellos que, en el sacerdocio, deberían estar completamente entregados a Él! ¡Cuánto orgullo, cuánta autocomplacencia!”.
“Señor, frecuentemente tu Iglesia parece una barca a punto de hundirse, un barco que hace agua por todas partes. En tu campo vemos más cizaña que trigo. Las prendas sucias y la cara de tu Iglesia nos mueven a la confusión. ¡Sin embargo, somos nosotros los que las hemos ensuciado! Somos nosotros los que te traicionan una y otra vez, después de todas nuestras nobles palabras y grandes gestos. Ten piedad de tu Iglesia… Te pusiste de pie, te levantaste y Tú puedes también levantarnos. Salva y santifica tu Iglesia. Sálvanos y santifícanos”.
También es evidente aquí que el Santo Padre vincula nuestra situación actual con la de cuando Jesús calma la tormenta y que él ve a este suceso como “la profecía cumplida”, ya que más tarde desarrolló esta línea de pensamiento en su discurso pronunciado en 2010, antes mencionado.
Así que para Benedicto, la barca de San Pedro está soportando la tormenta antes de la gran calma, lo que a su vez se alude en el sueño de “los dos pilares” de San Juan Bosco.
HILDEGARDA PROFETIZA LA RESTAURACIÓN DE LA IGLESIA LUEGO DE UNA TRIBULACIÓN
Santa Hildegarda predijo muy claramente que la restauración de la Iglesia tendría lugar después del período de la desolación asociada con la apostasía menor, cuando las prendas sucias de la mujer serán lavadas en la sangre de Cristo:
“Vi que Trier (ciudad del S.O. de Alemania, Centro temprano de la Cristiandad) en un principio estaba adornada con el nuevo fuego que descendió sobre los discípulos en lenguas de fuego, de modo que en su fe dorada, todas sus calles fueron regadas con milagros.
Pero ahora está cercada por una moral inestable y sórdida y por el cansancio, como si no conociese a Dios, y se ha contaminado con muchos otros males.
Se ha desgastado por el cansancio y ya no goza de la alegría y de la belleza de sus originales y honorables instituciones. Ha hecho caso omiso de sus muchos pecados.
Por lo tanto, la venganza del fuego vendrá de los enemigos, a menos que esos pecados sean eliminados por la penitencia, como ocurrió en el caso de Jonás.
Ahora, la ley está descuidada por las personas espirituales, que desprecian enseñar y hacer buenas obras. Tanto los profesores como los prelados están dormidos: han abandonado la justicia.
Por lo tanto, he oído esta voz del cielo que decía:
‘¡Oh! hija de Sion, tu corona caerá de tu cabeza, tu capa de creciente riqueza se encogerá, tus números se reducirán por la fuerza, y serás desterrada de un lugar a otro. Muchas ciudades y monasterios serán confiscados por individuos poderosos, y los príncipes dirán: Confisquémosles esa iniquidad, porque, a través de ellas, están agobiando al mundo entero’.
Y vi y escuché que todos estos peligros y dolores, sucederán en regiones y monasterios porque se han apartado de la obediencia y de otros preceptos de la ley. Y vi que aún en medio de esta clase de pecados, hay algunos que se aferran a Dios y suspiran por Él, al igual que en el tiempo de Elías…
Después, surgirán la justicia y el juicio de Dios, y la gente conocerá la disciplina y el temor de Dios. También habrá individuos buenos y justos entre las personas espirituales, que, sin embargo, seguirán siendo pocos en número debido a su humildad, pero que, como los ermitaños, volverán al primer amanecer. Y lo harán por temor a tiempos pasados ??que, según entendían, habían sido perniciosos para ellos….
Entonces, los hombres valientes se levantarán, y profetizarán, y reunirán todo lo viejo y todo lo nuevo de las Escrituras y todo lo que se ha pronunciado a través del Espíritu Santo, y adornarán su comprensión como si fuese un collar engarzado con piedras preciosas. A través de su influencia y la de otras personas sabias, muchos de los laicos llegarán a ser virtuosos y vivirán vidas santas”.
(Epistolarium II, CCCM 91)
“Sin embargo, en estos días, los Emperadores del Romano Oficio perderán la fortaleza que alguna vez sostuvo vigorosamente al Imperio Romano y serán débiles en su propia gloria, por lo que el poder imperial confiado temporalmente a sus manos por juicio divino, disminuirá y fallará.
Porque serán moralmente sucios y tibios y serviles y repulsivos e inútiles en todas las cosas. Aunque desean ser honrados por el pueblo, no buscarán la prosperidad del pueblo; por lo que nadie será capaz de honrarlos o reverenciarlos.
Por esa razón los reyes y príncipes de muchos pueblos, que estuvieron sometidos en algún momento al Imperio Romano, se apartarán y ya no sufrirán más el estar sometidos. Y así, el poder del Romano Imperio se dispersará en la debilidad. Porque cada nación y cada pueblo proclamará entonces su propio rey a obedecer, diciendo que la propagación del poder imperial romano se había convertido en una carga más que en un honor.
Pero después que el cetro imperial se hubo roto de esta manera, ya no se podrá reparar, y entonces también la mitra del oficio apostólico (es decir, el papado) se romperá. Porque ni príncipes, ni cualquier otro hombre del orden espiritual o secular podrán encontrar entonces ninguna buena religión en el título apostólico; la dignidad de ese título disminuirá.
Ellos darán preferencia a otros maestros y arzobispos en virtud de otros títulos y en otras áreas, por lo que después de verse disminuida por el aplazamiento de su dignidad original, la Sede Apostólica deberá, en ese momento, mantener solamente Roma y algunos lugares cercanos que aún se encuentren bajo su mitra.
Estas cosas, además, sucederán en parte debido a las invasiones y conflictos armados; y en parte serán perfeccionados por el consejo y el consenso de los pueblos espirituales y seculares.
Estos deberán declarar que cada príncipe debe defender su reino y gobernar a su pueblo, y que cada arzobispo u otro maestro espiritual debe restringir a aquellos bajo su supervisión a la rectitud de la disciplina, para que no sean afectados a partir de entonces por los males que habían sufrido anteriormente por voluntad divina…
En estos días muchos también profetizarán y muchos más serán sabios, de modo que los secretos de los profetas y de los misterios de las otras Escrituras en su plenitud estarán abiertos a los sabios. Sus hijos e hijas profetizarán, tal como se predijo muchos siglos antes…. Ellos profetizarán también con el mismo Espíritu con que los antiguos profetas anunciaron los misterios de Dios, y en la semejanza de la enseñanza de los apóstoles, que superaron todo entendimiento humano.”
(Liber divinorum Operum III.10.25-26)
“Miremos los pies de la imagen femenina antes citada, que parecían ser de color blanco, pero con un brillo mayor al del sol. Oí una voz del cielo que me decía: ‘A pesar de que todas las cosas en la tierra tienden hacia su final, así como penurias y calamidades se inclinan ante su fin, sin embargo, la Esposa de mi Hijo, aunque muy debilitada en sus hijos, nunca será destruida, ni por los heraldos del Hijo de la Perdición ni por el propio Destructor, a pesar de que ellos mucho la atacarán.
Al final de los tiempos ella surgirá más poderosa y más segura; aparecerá más hermosa y resplandeciente para que ella pueda ir de manera más dulce y agradable a los brazos de su Amado. La visión que ustedes vieron simboliza todo esto de una manera mística”…
(Scivias 3:11)
La primera visión de santa Hildegarda mencionada anteriormente, respecto a las prendas sucias de la mujer, contiene muchas similitudes con la limpieza de las prendas sucias del Sumo Sacerdote Josué en Zacarías 3, que además de ser un prototipo para uno de los Dos Testigos, es también un indicio del papel del Papa como Pontífice máximo:
“Luego me hizo ver al Sumo Sacerdote Josué, de pie ante el ángel del Señor, mientras Satanás estaba a su derecha para acusarlo. ¡El ángel del Señor te reprima, Satanás! ¡Sí, que te reprima el Señor, el que eligió a Jerusalén! ¿No es éste acaso un tizón salvado del fuego?
Josué, de pie delante del ángel, estaba vestido con ropa sucia. El ángel tomó la palabra y dijo a los que estaban de pie delante de él: ‘Quítenle la ropa sucia’. Luego dijo a Josué: ‘Yo te he sacado de encima tu iniquidad y te pondré vestiduras de fiesta’. Y añadió: ‘Coloquen sobre su cabeza un turbante limpio y pónganle vestiduras de fiesta’. Ellos le pusieron el turbante limpio sobre la cabeza y las vestiduras de fiesta, mientras el ángel del Señor permanecía allí de pie.
Después el ángel del Señor advirtió solemnemente a Josué: ‘Así habla el Señor de los ejércitos: Si vas por mis caminos y observas mis mandamientos, tú mismo gobernarás mi Casa y cuidarás mis atrios, y yo te daré libre acceso entre los que están aquí. Escucha, Josué, Sumo Sacerdote, tú y tus compañeros que se sientan delante de ti –porque estos hombres son un presagio: He aquí que yo traigo a mi servidor el «Germen». Sí, esta es la piedra que pongo delante de Josué: sobre esta única piedra hay siete ojos. Yo mismo voy a grabar su inscripción – oráculo del Señor de los ejércitos –  y voy a eliminar la iniquidad de este país en un solo día. Aquel día – oráculo del Señor de los ejércitos – ustedes se invitarán unos a otros debajo de la parra y de la higuera”. (Zacarías 3)
TAMBIÉN ANTICIPADO POR LEÓN XIII Y MELANIE DE LA SALETTE
Parece que la razón de la visión sobre los 100 años de mayor poder de satanás, anticipada por el Papa León XIII, le fue dada al Santo Padre con el fin de que mencionara en particular, este versículo de la Biblia, cuando el Sumo Sacerdote Josué es acusado por Satanás, hecho muy parecido al del profeta Job. Al final de este período, a la Esposa de Cristo se le permitirá adornarse con lino fino para preparar la cena de las bodas del Cordero:
“Regocijémonos y alegrémonos y démosle gloria, porque las bodas del Cordero han llegado y su Esposa ya se ha preparado; que le fue concedido vestirse de lino fino, limpio y resplandeciente – porque el lino fino simboliza las buenas acciones de los santos.” (Ap 19: 7-8)
A pesar de que es sólo después de esta restauración final de la Iglesia que el Anticristo finalmente aparecerá, hay claramente un período de apostasía menor que tiene lugar antes de esta restauración.
Este orden de los acontecimientos, que se corresponde directamente con nuestra situación actual, también se puede encontrar en las profecías de La Salette publicadas en 2002 y aparición aprobada por la Iglesia:
“Después que todas estas calamidades hayan llegado, muchos reconocerán en ellas a la mano de Dios. Ellos se convertirán, y harán penitencia por sus pecados. Un gran rey subirá al trono, y reinará muchos años. La religión volverá a florecer y se extenderá por todo el mundo, y habrá una gran abundancia. El mundo, alegre porque nada le falta, recaerá nuevamente en el desorden, renunciará a Dios, y volverá a sus pasiones criminales.” (Secreto de Melanie)
El Apocalipsis menciona igualmente un periodo en el que la mujer Vestida de Sol está amenazada de ser arrastrada por una inundación que emana de la boca del Dragón. Esta inundación es luego tragada durante el Nuevo Pentecostés, después del cual el demonio irá a hacer la guerra contra la descendencia de la Mujer, transfiriendo su gran poder y autoridad al Anticristo:
“La Serpiente vomitó detrás de la Mujer como un río de agua, para que la arrastrara. Pero la tierra vino en ayuda de la Mujer: abrió su boca y se tragó el río que el Dragón había vomitado.
El Dragón, enfurecido contra la Mujer, se fue a luchar contra el resto de su descendencia, contra los que obedecen los mandamientos de Dios y poseen el testimonio de Jesús.
Entonces vi que emergía del mar una Bestia con siete cabezas y diez cuernos. En cada cuerno tenía una diadema, y sobre sus cabezas había leyendas con nombres blasfemos. Parecía una pantera, pero tenía las patas como las de un oso y la boca como la de un león. El Dragón le cedió su poder y su trono con un inmenso imperio” (Apocalipsis 12: 15-17, 13: 1-2)
TODO PARECE ENCAJAR
Parece que donde actualmente nos encontramos  es en el tiempo en que satanás ha sido arrojado a la tierra, y está persiguiendo, con enorme ira, a la Mujer Vestida de Sol.
A pesar que estamos a punto de ser arrastrados por la riada que sale de la boca del demonio, sabemos que durante la apostasía menor será contenida cuando la tierra venga en ayuda de la Mujer.
Es sólo después de la restauración de la Iglesia, durante el Triunfo del Inmaculado Corazón de María, que el Anticristo finalmente aparecerá, y provocará los hechos de la Gran Apostasía.
Es entonces que los pueblos del mundo se verán obligados ya sea a rendir homenaje a la Bestia del Apocalipsis, o a enfrentar el período de abierta persecución y martirio previsto en el Tercer Secreto de Fátima, que tiene lugar durante la Pascua Final de la Iglesia:
“La Iglesia sólo entrará en la gloria del Reino a través de esta última Pascua en la que seguirá a su Señor en su muerte y su Resurrección.
El Reino no se realizará, por tanto, mediante un triunfo histórico de la Iglesia en forma de un proceso creciente, sino por una victoria de Dios sobre el último desencadenamiento del mal que hará descender desde el cielo a su Esposa. El triunfo de Dios sobre la rebelión del mal tomará la forma de Juicio final después de la última sacudida cósmica de este mundo que pasa”. (CIC 677)
Luego de esto vendrá Cristo finalmente.
Fuentes:

Foros de la Virgen María

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