Mi buen amigo mosén Juan Jesús Barco, compañero de diócesis, me comenta que
la exposición tiene el inconveniente de que los canónigos no pueden usar el
coro para sus rezos. Tiene razón. Si por mí fuera, las catedrales quedarían
expurgadas de todo elemento adherido en los últimos cuarenta años dejándolas en
su pureza original. Sólo dejaría algo moderno si de verdad ha supuesto una
mejora para el templo; casos hay en que es así; bien pocos, por cierto.
Con lo cual, yo colocaría las exposiciones siempre en las distintas
salas del complejo catedralicio, sólo en ellas. Incluso el claustro, cuando se
usa como lugar para exponer algo, queda totalmente desfigurado. En un claustro
no debe haber ni una sola maceta.
Si eso considero del claustro, mucho más pienso que el lugar sagrado del
templo todavía menos conviene usarlo como lugar expositivo de lo que sea:
aunque sea una exposición acerca de los mártires o de las virtudes del obispo
reinante.
Cuando entro en una catedral casi desierta, sin otra luz que la natural,
en la que reina un silencio perfecto, me entran grandísimas ganas de orar.
Pero, es curioso, con los carteles las ganas se me van.
¿Cómo conciliar la catedral como lugar visitable y como lugar de
oración? Ya lo he explicado en otros posts con más largura. La mitad de la
catedral hasta la cabecera, debe usarse sólo para la oración. La catedral desde
la mitad hasta el pórtico de entrada puede ser visitada por todos.
Para mantener esa división y hacerla atractiva (y no odiosa) hay que
cobrar una mínima cantidad a los turistas, para así poder mantener un servicio
de orden que discierna quien viene a una cosa o a otra. Ese mínimo dinero que
se cobra a los turistas (pueden ser 50 céntimos) sirve para que los guías
puedan dar una explicación que sea un sermón: un sermón acerca de la catedral
como sermón en piedra. Los guías pueden explicar el por qué de esa división. La
gente lo entendería. Y esos guías (hombres de fe, no meros empleados) podrían
explicar con maquetas y dibujos lo que no pueden ver por estar en un lugar de
oración.
Si no se hace esto, la
división bifuncional de la catedral, los templos quedan condenados a ser
lugares hollados sin respeto, donde ni se ora ni ya se puede orar. Unas pocas
celebraciones litúrgicas no rescatan a nuestras catedrales de este destino
museístico.
P.
FORTEA
No hay comentarios:
Publicar un comentario