jueves, 8 de septiembre de 2016

CLAUSTROS, CLAUSTROS, CLAUSTROS


Mi buen amigo mosén Juan Jesús Barco, compañero de diócesis, me comenta que la exposición tiene el inconveniente de que los canónigos no pueden usar el coro para sus rezos. Tiene razón. Si por mí fuera, las catedrales quedarían expurgadas de todo elemento adherido en los últimos cuarenta años dejándolas en su pureza original. Sólo dejaría algo moderno si de verdad ha supuesto una mejora para el templo; casos hay en que es así; bien pocos, por cierto.

Con lo cual, yo colocaría las exposiciones siempre en las distintas salas del complejo catedralicio, sólo en ellas. Incluso el claustro, cuando se usa como lugar para exponer algo, queda totalmente desfigurado. En un claustro no debe haber ni una sola maceta.

Si eso considero del claustro, mucho más pienso que el lugar sagrado del templo todavía menos conviene usarlo como lugar expositivo de lo que sea: aunque sea una exposición acerca de los mártires o de las virtudes del obispo reinante.

Cuando entro en una catedral casi desierta, sin otra luz que la natural, en la que reina un silencio perfecto, me entran grandísimas ganas de orar. Pero, es curioso, con los carteles las ganas se me van.

¿Cómo conciliar la catedral como lugar visitable y como lugar de oración? Ya lo he explicado en otros posts con más largura. La mitad de la catedral hasta la cabecera, debe usarse sólo para la oración. La catedral desde la mitad hasta el pórtico de entrada puede ser visitada por todos.

Para mantener esa división y hacerla atractiva (y no odiosa) hay que cobrar una mínima cantidad a los turistas, para así poder mantener un servicio de orden que discierna quien viene a una cosa o a otra. Ese mínimo dinero que se cobra a los turistas (pueden ser 50 céntimos) sirve para que los guías puedan dar una explicación que sea un sermón: un sermón acerca de la catedral como sermón en piedra. Los guías pueden explicar el por qué de esa división. La gente lo entendería. Y esos guías (hombres de fe, no meros empleados) podrían explicar con maquetas y dibujos lo que no pueden ver por estar en un lugar de oración.

Si no se hace esto, la división bifuncional de la catedral, los templos quedan condenados a ser lugares hollados sin respeto, donde ni se ora ni ya se puede orar. Unas pocas celebraciones litúrgicas no rescatan a nuestras catedrales de este destino museístico.


P. FORTEA

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