La vida de nuestra alma…, si queremos alcanzar la eterna felicidad, ha
de centrase en buscar la santidad en esta vida. Si queremos que la vida de
nuestra alma sea su santificación, hay que tener presente que la santidad de
uno mismo, nadie puede construirla él mismo solo, de la noche a la mañana y sin
contar con la ayuda divina. Todo en la vida espiritual, requiere tiempo y la
ayuda divina. Nosotros vivimos en un mundo en el que la preponderancia de
nuestra corporal materialidad, tiene sometido los deseos de nuestra alma
espiritual.
El tiempo es un factor que solo es para la materialidad de nuestro
cuerpo. En nosotros, nuestras almas, no las ha creado Dios no para vivir en el
tiempo sino para la inmortalidad que nos espera en nuestra patria definitiva. A
la materia, el transcurso del tiempo le es algo muy esencial, porque ella es
finita en el tiempo, sabe que irremisiblemente tiene fijado un periodo de vida
mayor o menor según los casos. Todos cuerpos de personas humanas animales, y
toda la materia que configura el mundo y todas las estrellas fenecerán. Solo el
espíritu subsistirá. Por ello a lo espiritual no le agobia el paso del tiempo
es más, ni siquiera sabe lo que es eso, porque ella vive en la eternidad y vive
ya en esa idea aun cuando está conviviendo con nuestro cuerpo, porque lo
espiritual es siempre eterno. A ella le preocupa el mañana y sus intereses
están siempre en lucha con nuestro cuerpo
Es por ello que nosotros acostumbrados a lo material que nos domina
exigimos, que a una acción, nuestra o ajena, haya de inmediato una reacción y
si decidimos ser santos en profundidad pensamos, que de inmediato ya lo tener,
si lo deseamos, pero esto no es así. El deseo de santidad, si podemos tenerlo
de inmediato pero sin la debida consistencia, hay que darle forma y fondo a ese
deseo, para ser profundamente santos tal como el Señor nos desea y ello
requiere mucho tiempo de amor, de lucha y de sacrificio por nuestro Amado.
¡Cuántos fervorines y buenas intenciones nacidas al calor de unos ejercicios
espirituales, se han quedado en nada!
En este mundo, en la época y en el lugar y circunstancias que nos
rodean, son estas las que el Señor ha escogido para situarnos. Él lo ha hecho
así, porque a su juicio, es el que más posibilidades nos ofrece de salvarnos de
llegar a ser eternamente felices aceptado su amor, que es su primordial deseo,
referido a todo ser humano. Y sin embargo la mayoría de nosotros, por no decir
todo el mundo no está muy de acuerdo con esta decisión del Señor. Es necesario
identificarse mucho con Él, y haber practicado mucho el doblegar nuestros
deseos y voluntad a la conformidad divina, para aceptar lo que tenemos, como lo
mejor que podríamos esperar.
La vida del hombre en este mundo, tiene que ser una lucha para suprimir
nuestros deseos y acomodarlos a los deseos del Señor y nos gusten o no, estos
deseos nuestros, hemos de identificarlos con los deseos divinos, hemos de
acomodar nuestra voluntad a la divina, pues en el cielo nuestra identidad de
conformación con la divina será eternamente perfecta. Hay que comprender y ser
consciente, de que desear para nosotros, algo distinto de lo que Él quiere es
una insensatez, que al final siempre nos traerá amarguras cuando no
sufrimientos innecesarios. No aceptar la voluntad de Dios es una insensatez. Él
siempre desea lo mejor para nosotros aunque nosotros no lo veamos ni lo
comprendamos. En las Coplas de Jorge Manrique hay una estrofa de su padre en la
que él acepta morir y dice: “…que es locura, en el hombre
querer vivir, cuando Dios quiere que muera”
El ser humano es “el eterno insatisfecho”. Unos piensan que cualquier tiempo pasado era mejor y se
lamenta de haber nacido tan tarde, leen los hechos y hazañas de nuestros
antepasados, y piensan… ¡si yo hubiese nacido en esa época! Otros, obsesionados
con los avances tecnológicos, piensan que han nacido demasiado pronto y que se
van a perder, las maravillas que la ciencia va a descubrir y fabricar. Están
tan apegados a este mundo, que les obsesionan las estadísticas que señalan la
esperanza de vida en las distintas partes del mundo. ¡Pobres gentes! Tienen en
sus manos la maravilla de las maravillas que es el amor del Señor y se
entusiasman con cuatro chucherías mundanas ¡Qué verdad es esa! de que el
demonio juega con los humanos como los niños juegan con las canicas.
Nuestra forma de ser,
resulta muchas veces incomprensible, para los ángeles que nos contemplan y eso
que son muchos más listos que nosotros, pero no nos comprenden, ni entienden
que teniendo en nuestras manos, la posibilidad de buscar nuestra santificación
y pudiendo disponer del amor del Señor, le demos la espalda a ese maravilloso
amor, para correr detrás de cinco chucherías encontradas en el basurero donde
vivimos. Y no es que Dios nos haya puesto a vivir en un basurero, no…, es que
el basurero lo hemos creado nosotros, con nuestros pecados y ofensa al Señor.
Pero no son solo los ángeles, los que se asombran, son también muchas almas que
viven con nosotros dentro del basurero y tratan de vivir, manteniendo sus almas
lo más limpias posibles y no aceptado las viciadas ofertas que nos ofrece este
mundo.
¡Cuánta razón! tenía el
obispo Sheen, cuando escribía diciendo: “Vivir en medio de la infección del mundo y al mismo
tiempo estar inmunizado contra él es algo imposible sin la gracia”. El ser humano es incomprensible, lo tiene el Todo en
sus manos y abre sus manos, tirando por la borda el Todo, para recoger a
cambio una basura material. Cómo nos dice San Agustín: “Pudiendo
poseer al Autor de todo lo creado, porque nos obsesionamos por poseer lo por Él
creado. No comprendes que poseyendo al Creador de todo, poseerás todo lo
creado”” El problema reside, en
que generalmente el hombre, valora más la materialidad de su cuerpo que la
espiritualidad de su alma, olvidándose de que su cuerpo fenecerá, pero su alma
nunca fenecerá, porque ella al ser espiritual, es inmortal, tal como Dios la ha
creado. Pero lo que pasa, es que como vulgarmente se dice, la materia nos entra
por los ojos, es lo que creemos, que solamente existe ella, y ella nos subyuga,
olvidándonos de que hay muchas cosas que no vemos y existen, y valen mucho más,
porque tengamos siempre en cuenta que lo perteneciente al orden del espíritu
está por encima, pero muy por encima, de lo que pertenece al orden de la
materia. Dios es espíritu puro, no materia.
Nos obsesiona la materia, la apreciamos más ya que es lo que vemos con
los ojos materiales de nuestra cara y no apreciamos debidamente lo que no
vemos, aunque nos digan que es más importante, lo que no vemos, que lo que
vemos. Nunca acabaremos de convencernos, solo con la luz divina se pueden
iluminar los ojos de nuestra alma y será entonces cuando comprenderemos la
importancia de nuestra al, su belleza si está en gracia y su repugnancia si
está manchada por la ofensa a Dios. Pongamos un ejemplo, aunque no la veamos
todos sabemos que existe la electricidad y si alguien tiene dudas de su
existencia le invito a que meta dos dedos en un enchufe y ya veremos si se
entera o no, de la existencia de la electricidad. Es mucho más lo que no vemos
y existe, que lo que vemos con los ojos de nuestra cara, Lo que no vemos es
mucho más, pero además, mucho más importante porque el orden del espíritu está
muy por encima del orden de la materia, que es lo que muchos creen que solo
existe ella, porque para ellos, solo existe lo que captan sus ojos materiales.
La materia se ve con los ojos materiales de nuestra cara y la luz
material del sol o la artificial que se crea con leña o electricidad. Lo
espiritual solo se puede ver con los ojos espirituales de nuestra alma
iluminados con la luz divina, en la medida en que seamos capaces de merecerla.
Nosotros ahora, mientras estemos en este mundo, solo podemos captar lo que es
invisible para nosotros, en razón de los frutos o consecuencias que genera lo
que nos es invisible. Refiriéndose a loa falsos profetas nos decía el Señor: “Guardaos de los falsos profetas: se acercan con piel de oveja, pero por
dentro son lobos rapaces, por sus frutos los conoceréis”. (Mt 7,15-20).
Y para adquirir esta basura
material que vemos y que creemos que es lo único que hay, el hombre trabaja
como un león y negocia sacrificando su amor al Señor y engañándose a sí mismo
en una vida de medias tintas, pues quiere nadar y guardar la ropa al mismo
tiempo. Frente a lo cual, ya nos previno rotundamente el Señor nos dijo: "Nadie puede servir a dos señores, pues o bien, aborreciendo al uno,
amará al otro, o bien, adhiriéndose al uno, menospreciará al otro. No podéis
servir a Dios y a las riquezas”. (Mt
6,24). Querer compaginar o quedarse en un claro oscuro, es muy propio del ser
humano cuyo ideal sería poder estar siempre jugando con dos barajas. Pero es el
caso, que pasarse la vida, a medias tintas es estar perdiendo el tiempo
lamentablemente. A este respecto, nos dice Fulton Sheen que en este mundo: “Solo las medianías sobreviven. Aquellos que llaman a lo
negro, negro y a lo blanco, blanco, son sentenciados por intolerantes. Sólo lo
grises pueden vivir”.
Hemos venido a este mundo para superar una prueba de amor, para
demostrarle al Señor que somos dignos de su amor. Sacrificar esta maravillosa
oportunidad que se nos da, para tener como objetivo en la vida, llegar a ser
los más ricos del cementerio, es propio de mentecatos; sobre todo cuando se nos
ha advertido y dicho de diferentes maneras y con una rotundidad tal, como la
que expresa en Señor en estas palabras: “El que no está conmigo está
contra mí, y el que conmigo no recoge, desparrama”. (Mt 12,30).
Pero tozudamente unos se empeñan en querer jugar a las medias tintas,
como si las relaciones con el Señor fuesen una especie de pasteleo político, al
que no solo son los políticos los que están acostumbrados, sino también muchos
que no lo son, porque en definitiva lo del pasteleo o de las medias tintas, es
siempre el dios dinero, o la ambiciones políticas, que en sí son siempre pura
vanidad. Hay dos clases de felicidad, la terrenal que aquí tenemos que es una
felicidad de orden material y la espiritual que nos espera en el cielo. La
material de aquí abajo es la que desea nuestro cuerpo que sabe que se va a
morir y quiere gozar al máximo, aunque se al precio de enviar eternamente a su
alma al reino del odio y las tinieblas. A él que más le da, si sus días los
tiene contados.
Mi más cordial saludo lector y el deseo de
que Dios te bendiga.
Juan del Carmelo
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