La familia, es una comunidad de fe, esperanza y caridad. Por eso le podemos llamar Iglesia doméstica.
La familia cristiana es una comunión de personas, que reflejan la comunión que existe en Dios entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Así como
Dios es creador, la familia comparte con Él esa obra, al procrear y educar a
los hijos. ¡Qué gran dignidad tiene la familia que se asemeja a Dios en su obra
creadora!
La
familia cristiana, como Jesús, que cuando vino al mundo se dedicó a llevar la
palabra de su Padre a todos los hombres, así, la familia tiene la misión de
seguir sus pasos, de evangelizar; primero que nada, a sus propios hijos y a
todos cuantos le rodean. La familia cristiana también es misionera, pues querrá
que otras personas también conozcan a Dios, y serán testimonio del amor de Dios
por todos.
También,
la familia cristiana esta llamada a la oración. A orar juntos a Dios, quien ha
creado a la familia. Así, una familia que reza unida, permanecerá unida, pues
juntos, los miembros de la familia se ayudarán mutuamente a vivir como
auténticos cristianos.
Con la
oración diaria, es decir, platicando con Dios en todo momento, contándole todo
lo que pasa entre la familia para así estar más cerca de Él, es como se va a
fortalecer la unión y el amor que existe entre los miembros familiares. Y, si
una familia está unida con Dios por medio de la oración común, el respeto a
todas las personas (que somos imagen y semejanza de Dios) se vivirá
continuamente, como Dios lo ha planeado.
Es muy
bueno el que todos los días, en familia se lea la Palabra de Dios. Si Dios está
presente en las conversaciones, el comportamiento de los miembros de la familia
será reflejo del amor de Dios. Si únicamente se habla de fútbol, chismes,
envidias,…, el comportamiento de la familia será de la misma manera.
La
familia cristiana es privilegiada entre las que no son cristianas, ya que es
llamada por Dios nuestro Padre a ser en donde se dé la educación en los valores
cristianos como el amor, la ayuda mutua, el servicio a los demás y sobre todo,
a seguir a Cristo como lo hicieron sus apóstoles.
¡Qué
hermoso es encontrar familias que viven ese amor por los demás! ¡Qué felicidad
se ve en los rostros de aquéllos que aman a Dios!
Cuando
Dios habita en una familia, la felicidad abunda en todos sus miembros.
GRATUIDAD Y EDUCACIÓN EN LA FE
El santo
Bautismo es el fundamento de toda la vida cristiana, el pórtico de la vida en
el espíritu («vitae spiritualis ianua») y la puerta que abre el acceso a los
otros sacramentos. Por el Bautismo somos liberados del pecado y regenerados
como hijos de Dios, llegamos a ser miembros de Cristo y somos incorporados a la
Iglesia y hechos partícipes de su misión. La pura gratuidad de la gracia de la
salvación se manifiesta particularmente en el bautismo de niños. Por tanto, la
Iglesia y los padres privarían al niño de la gracia inestimable de ser hijo de
Dios si no le administraran el Bautismo poco después de su nacimiento. Los
padres cristianos deben reconocer que esta práctica corresponde también a su
misión de alimentar la vida que Dios les ha confiado.
Los
padres a través de la educación cristiana ayudan a que los propios hijos se
hagan más conscientes cada día del don recibido de la fe, mientras se inician
gradualmente en el conocimiento del misterio de la salvación, se forman para
vivir según el hombre nuevo en justicia y santidad de verdad y contribuyen al
crecimiento del Cuerpo místico. La misión de la educación exige que los padres
cristianos propongan a los hijos todos los contenidos que son necesarios para
la maduración gradual de su personalidad desde un punto de vista cristiano y
eclesial. La misión educativa comporta que la familia transmita e irradie el
Evangelio, hasta el punto de que la misma vida de familia se hace itinerario de
fe y, en cierto modo, iniciación cristiana y escuela de los seguidores de
Cristo. En la familia todos los miembros evangelizan y son evangelizados.
EVANGELIZACIÓN EN LA FAMILIA
En virtud
del ministerio de la educación los padres, mediante el testimonio de su vida,
son los primeros mensajeros del Evangelio ante los hijos. Es más, rezando con
los hijos, dedicándose con ellos a la lectura de la Palabra de Dios e
introduciéndolos en la intimidad del Cuerpo de Cristo mediante la iniciación
cristiana, llegan a ser más plenamente padres. Por tanto uno de los campos en
los que la familia es insustituible es ciertamente el de la educación religiosa,
gracias a la cual la familia crece como “iglesia doméstica”. La educación
religiosa y la catequesis de los hijos sitúan a la familia en el ámbito de la
Iglesia como un verdadero sujeto de evangelización y de apostolado. Se trata de
un derecho relacionado íntimamente con el principio de la libertad religiosa.
AYUDA DE OTRAS INSTITUCIONES
Las
familias, y más concretamente los padres, tienen la libre facultad de escoger
para sus hijos un determinado modelo de educación religiosa y moral, de acuerdo
con las propias convicciones. Pero incluso cuando confían estos cometidos a
instituciones eclesiásticas o a escuelas dirigidas por personal religioso, es
necesario que su presencia educativa siga siendo constante y activa.
A fin de
que los padres cristianos puedan cumplir dignamente su ministerio educativo, el
Estado y la Iglesia tienen la obligación de dar a las familias todas las ayudas
posibles, a fin de que puedan ejercer adecuadamente sus funciones educativas.
Se subraya la exigencia de una particular solidaridad entre las familias, que
puede expresarse mediante diversas formas organizativas como las asociaciones
de familias para las familias. Es importante que las familias traten de
construir entre ellas lazos de solidaridad. Esto, sobre todo, les permite prestarse
mutuamente un servicio educativo común: los padres son educados por medio de
otros padres, los hijos por medio de otros hijos. Se crea así una peculiar
tradición educativa, que encuentra su fuerza en el carácter de la familia
“iglesia doméstica”.
Fuente:
www.catholic.net
Texto del
Pontificio Consejo para la Familia
Gabriel González
Nares
No hay comentarios:
Publicar un comentario