miércoles, 23 de julio de 2014

LA VERDAD, UN TEMA SIEMPRE DE MODA


La verdad es un tema siempre nuevo, vivo, actual, de moda.

Existe el peligro de considerar la verdad desde un punto de vista reductivo, formal, como quien diseca una planta o analiza al microscopio pedazos de una piedra.

¿En qué consiste ese peligro? En focalizar la atención en un simple análisis lingüístico. La verdad sería, en esa perspectiva, una propiedad de una frase en la que se unen un sujeto y un predicado de modo correcto, comprensible y aceptado por quien formula frase y por quien la escucha (o la lee).

Esa definición tiene elementos válidos y de gran importancia. Decir “los elefantes vuelan” suscita reacciones de sorpresa ante lo difícil que resulta juntar un sujeto muy pesado (elefantes) y un verbo que no se aplica normalmente a animales de grandes dimensiones. A la vez, decir que “las piedras suelen ir hacia abajo gracias a la fuerza de gravedad” no crea grandes problemas en los oyentes.

Existen, desde luego, contextualizaciones que modifican el sentido de las frases: las piedras van hacia abajo sólo si están en un planeta de ciertas dimensiones, o si no tienen una energía cinética que las haga moverse en forma circular o de otra manera.

Pero la definición no llega a otras dimensiones importantes, porque el hombre no busca simplemente frases verdaderas, sino que se interesa por encontrar respuestas correctas a aquellas preguntas que le afectan íntimamente, a temas que son siempre de moda.

¿Es verdad que tal persona es un buen amigo? ¿Resulta oportuno ahora comprar esta casa? ¿Pido un préstamo o espero más tiempo para ahorrar? ¿Hará sol en la tarde o será mejor coger el paraguas?

Esas y otras miles y miles de preguntas, sobre ámbitos distintos, en tiempos verbales diferentes, surgen en los corazones desde un deseo insuprimible: queremos conocer, en la medida de lo posible, la situación en la que nos encontramos, las cualidades (y defectos) propios y de quienes nos rodean, las oportunidades y los riesgos de las distintas opciones que tenemos ante nosotros.

En otras palabras, deseamos respuestas a preguntas que nos permitan salir de la situación de duda, que nos aparten del riesgo del error y nos acerquen, en la medida de lo posible, a lo más “verdadero”.

De esta manera, la verdad no es simplemente un asunto lógico, sino algo que afecta al ser humano en lo más profundo de sus intereses, deseos, proyectos, amores, miedos, esperanzas.

Para avanzar hacia la respuesta a esas preguntas, los caminos son muchos, diferentes en características y límites. Consultar en Internet puede dar pistas de respuesta, pero también puede llevarnos a un engaño desagradable. Lo mismo podemos decir respecto de la lectura de un libro, de las respuestas que ofrece un amigo o conocido, de lo que encontramos en un interesante, pero no siempre bien planteado, programa televisivo.

Otras veces tenemos el tiempo y los medios para usar potentes aparatos que sirven para medir y calibrar los objetos que tenemos ante nosotros. Así, podemos medir el nivel de calcio en el agua, o la cantidad de sal de la comida, o la resistencia (y seguridad) del suelo que pisan nuestros zapatos. Pero la mayoría no tenemos ni instrumentos ni tiempo para controlar la consistencia y “bondad” de aquello que podemos usar (o dejar de usar) en los próximos minutos.

Hay temas en los que la respuesta puede ser buscada sin grandes aparatos, con la ayuda de nuestros sentidos (vista, tacto, olfato) o con nuestras reflexiones. Ver si las cuentas del banco son correctas o han sido falseadas (por culpa o sin culpa) es una tarea que muchos pueden llevar a cabo con un poco de matemáticas. Dilucidar si vale la pena decir una mentira que nos ofrecerá importantes beneficios o si es mejor conservar la propia honestidad y no engañar a un familiar o un amigo, es algo que podemos sopesar en una habitación a oscuras, sin libros, sin computadores, sin ruidos, con esa mente con la que somos capaces de distinguir entre lo bueno y lo malo.

La verdad es un tema siempre nuevo, vivo, actual, de moda. Cada día se presentan cientos de ocasiones que nos llevan a buscarla intensamente.

Una de las dichas mayores en la existencia humana es la que nos produce reconocer que la hemos encontrado, solos o bien acompañados, en el camino que recorremos en pos de bienes auténticos. De este modo, podremos mejorar un poco nuestra existencia en este tiempo efímero, y prepararnos hacia el mundo eterno que nos espera más allá de la frontera de la muerte.

Autor: P. Fernando Pascual

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