He leído vuestros comentarios a
mi último post. Respondo a un lector diciéndole que mi último escrito se
refería al pasado, no al futuro. Llevo varios días dándole vueltas al sentido
teológico de una sangrienta lucha que tuvo lugar sobre suelo español.
He leído en otro comentarista
esta pregunta: ¿Por qué Él no ha detenido las balas que han matado a los
inocentes?
Sí, hermano, tu pregunta no es
sin sentido. Tiene que haber una razón. Pudo hacerlo y no lo hizo. Luego tuvo
que haber una razón. Tu pregunta de ningún modo me parece sin importancia. De
hecho, buena parte de mi humilde reflexionar teológico durante tantos años, lo
que ha intentado es responder a esa pregunta.
Otro comentarista escribía:
No hay NADA decretado, Dios ama
tanto a la Humanidad que ha dejado a todos la libertad, el que dispara la bala
no es Dios ni es Él quien dirige la bala, sino el tirador, el viento y demás
condiciones climatológicas que Dios mismo entregó al hombre con libertad.
Estimado Francisco, desde el
momento en que alguien posee un poder infinito y conocimiento perfecto del
futuro, créeme, en cierto sentido todo forma de un gran supremo decreto. Si
eres libre, es porque se ha decretado que seas auténticamente libre.
Precisamente porque Dios ama tanto a la Humanidad, es por lo que pone límites
al Mal. Y, a veces, esos límites son tan férreamente duros como el Mal. Me
hablas del viento. Hace más de un año dediqué un post a explicar, por ejemplo,
como Dios puede cambiar un imperio sólo con el canto de un grillo.
Humanos de todo el mundo, sois libres, enteramente libres. Vosotros
forjáis la Historia. Pero, creedme, en las manos de Dios está el surgir de los
imperios y el Apocalipsis, la vida de los héroes y el fin de la vida de los
héroes, la salud y la enfermedad de los tiranos. Él fulmina y él vuelve
invencible hasta que se cumpla su decreto. Él mueve a los hombres a construir
una catedral y Él permite el terremoto que la devolverá a la tierra.
P.
FORTEA
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