miércoles, 26 de marzo de 2014

EL PRESIDENTE SUÁREZ Y LOS INTERESES DE CRISTO


 ¿Por qué España es lo que es en el presente? ¿Por qué un país enteramente católico ha pasado en una generación a ser la ruina moral que es ahora?

No hay efecto sin causa. Las cosas pudieron haber sucedido de otra manera. Pero sucedieron como sucedieron, porque hubo personas concretas con nombres y apellidos que tomaron decisiones.

Esas personas con nombres y apellidos no fueron los culpables de la situación actual, pero ayudaron a que hoy día tengamos lo que tenemos. En vez de poner obstáculos, aceleraron el proceso de desintegración moral. No entro a juzgar lo más mínimo su labor política, mi único interés es el Reino de Dios. Pero en cuanto al avance o retroceso de ese Reino, la labor de ellos aprobando leyes (pornografía, divorcio) y permitiendo (prostitución y otras muchas cosas) fue muy mala. Y eso sin contar con la increíble corrupción que se propició de forma positiva en la televisión pública, las personas moralmente nefastas que se colocaron en todos los niveles de toma de decisión. En esa época tuvieron un inmenso poder con la televisión única. Pero usaron ese poder sólo para extender el pecado, el relativismo y la laicización.

Las cosas no son ahora como son por casualidad. En esos años decisivos del comienzo de la democracia, muchas cosas podían haberse encauzado, se podían haber impuesto unos mínimos y la población lo hubiera apoyado. Porque la población entonces todavía estaba sana. Esa población escandalizada comprobaba como un pequeño grupo de gobernantes ayudó de forma muy deliberada a corromperla. La democracia puedo haberse encauzado, pero moralmente aquellos hombres estaban desnortados.

Por eso no me sumo al homenaje a Suárez, ni jamás me sumaré a homenaje alguno al rey. Hombres moralmente desnortados que, en su época, tuvieron todo el poder imaginable y lo usaron únicamente para hacer concesión tras concesión a las izquierdas. Las cuales, una vez en el poder, sí que iniciaron una política agresivamente anticatólica.

Y así hoy somos lo que somos.

P. FORTEA

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