....las almas dóciles al Paráclito, producen el fruto de la paciencia, que es en muchas ocasiones el soporte del amor; no
pierden la paz ante la enfermedad, la contradicción,
los defectos ajenos, las calumnias, y ante los propios fracasos espirituales.
...Que permanece por arriba del dolor y del fracaso.
los defectos ajenos, las calumnias, y ante los propios fracasos espirituales.
...Que permanece por arriba del dolor y del fracaso.
El amor y la alegría dejan en el alma la paz de
Dios; Cuando el alma es dócil al Espíritu Santo, se
convierte en árbol bueno que se da a
conocer por sus frutos.
Aunque
estos frutos son incontables, San Pablo nos señala doce frutos resultado de sus
dones: caridad, gozo, paz, paciencia,
benignidad, bondad, longanimidad, mansedumbre, fe, modestia, continencia y
castidad (Gálatas 5, 22-23.)
Tres de
ellos son en especial, manifestación de la gloria de Dios: el amor, el gozo y la paz.
La caridad es el más sabroso de los frutos porque es la primera manifestación de nuestra
unión con Cristo, nos hace experimentar que Dios está cerca y tiene a aligerar
la carga a los otros.
Le sigue el gozo porque
la alegría es consecuencia del amor; por eso el cristiano se distingue por su
alegría, que permanece por arriba del dolor y del fracaso.
El amor y la alegría dejan en el alma la paz de
Dios; es ausencia de agitación y el
descanso de la voluntad en la posesión estable del bien.
Ante los obstáculos, las almas dóciles al Paráclito
producen el fruto de la paciencia, que es
en muchas ocasiones el soporte del amor; no pierden la paz ante la enfermedad,
la contradicción, los defectos ajenos, las calumnias, y ante los propios
fracasos espirituales.
La paciencia, así como la longanimidad son muy
importantes en el apostolado; ésta última es
una disposición estable por la que
esperamos todo el tiempo que Dios quiera las dilaciones queridas o permitidas por
Él, antes de alcanzar las metas ascéticas o apostólicas que nos
proponemos, y se propone metas altas, según el querer de Dios, aunque los
resultados parezcan pequeños. Sabe que mis elegidos no trabajarán en vano
(Isaías 45, 23.)
Los demás frutos miran en primer lugar al prójimo, como San Pablo dice: revestíos de entrañas de
misericordia, bondad, humildad, mansedumbre, soportándoos y perdonándoos
mutuamente (Colosenses 3, 12-13.)
La bondad nos inclina a querer toda clase de bienes
para otros sin distinción alguna. La
benignidad traduce la caridad en hechos, nos inclina a hacer el bien a los
demás (1 Corintios 13, 4.) y se manifiesta en obras de misericordia, en
indulgencia y afabilidad.
La mansedumbre es un acabamiento de la bondad y benignidad, y se opone a las estériles
manifestaciones de ira.
Nada hay comparable a un amigo fiel; su precio es incalculable (Eclo 6, 1.) La
fidelidad es una forma de vivir la justicia y la caridad. Por la modestia el
hombre ya sabe que sus talentos son regalo de Dios y los pone al servicio de
los demás, refleja sencillez y orden.
Por la continencia y castidad el alma está
vigilante, para evitar lo que pueda dañar la
pureza interior y exterior.
Terminamos nuestra oración acercándonos a la Virgen,
Madre el amor hermoso.
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Fuente: EL CAMINO HACIA DIOS
www.iterindeo.blogspot.com
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