lunes, 17 de marzo de 2014

DE LA PATERNIDAD DE SAN JOSÉ



En estos días en que la Iglesia celebra la novena de San José que culminará con la festividad de San José que como es bien sabido se celebra el próximo día 19 de marzo, parece adecuado realizar un repaso del tratamiento que realizan los Evangelios de la importantísima figura de San José. Y ello a partir de un método que ya hemos utilizado en esta columna para analizar la condición davídica de Jesús (pinche aquí si desea conocer el análisis que sobre el tema hicimos en su día) y que, por lo tanto, sus lectores conocen bien: la separación del análisis por evangelios, como si unos y otros no estuvieran conectados, aunque de hecho, a ningún exégeta medianamente riguroso se le escapa que sí lo están.

Empezaremos por el Evangelio de Mateo, no tanto por ser el primero en el orden de la Iglesia, sino por ser el evangelio josefino por antonomasia, aquél en el que más veces es mencionado nuestro personaje, hasta siete veces por su nombre y una más por su profesión.

Mateo comienza su obra con un árbol genealógico de Jesús que le entronca con personajes fundamentales de la historia hebrea, como lo son Abraham y el Rey David, entronques que tienen lugar a través de la figura de José, quien en este árbol aparece mencionado de la siguiente manera:

“Y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la que nació Jesús, llamado Cristo” (Mt. 1, 16)

Mateo no realiza, contrariamente a los que sí hace Lucas, un relato de la Anunciación, y por lo que se refiere a la concepción de Jesús en el seño de María resuelve el tema de esta sucinta manera, que recoge una nueva mención de José:

“El origen de Jesucristo fue de esta manera: Su madre, María, estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo” (Mt. 1, 18).

Son muchas las referencias que Mateo realiza sobre José a partir de ese momento, todas ocurridas durante la primera infancia de Jesús. Explica primero lo que fue su reacción al encontrarse a su mujer encinta sin haber tenido él participación alguna en el evento:

“Su marido José, que era justo, pero no quería infamarla, resolvió repudiarla en privado. Así lo tenía planeado, cuando el ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.» Todo esto sucedió para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta: Ved que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que traducido significa “Dios con nosotros”. Despertado José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer. Y no la conocía hasta que ella dio a luz un hijo, y le puso por nombre Jesús” (Mt. 1, 19-25).

A destacar en esta narración la frase “y no la conocía [var. “y no la conoció”] hasta que ella dio a luz un hijo”, que unida al “antes de empezar a estar juntos ellos” de Mt. 1, 18 que hemos visto más arriba, se va a convertir en argumento de cuántos han sostenido a los largo de la vida del cristianismo que María fue virgen hasta que tuvo a Jesús, pero sólo hasta ese momento. Es decir, fue virgen “antes y durante el parto”, pero no después.

Llama poderosamente la atención que, contrariamente a lo que ha perpetuado la muchísima iconografía existente sobre el tema, en el episodio de los Reyes Magos, que como sabemos, sólo recoge Mateo (es mucho lo que hemos escrito sobre los llamativos personajes de oriente, pinchando aquí puede conocer alguno de esos artículos), José está ausente:

[Los magos de oriente], después de oír al rey, se pusieron en camino, y he aquí que la estrella que habían visto en el Oriente iba delante de ellos, hasta que llegó y se detuvo encima del lugar donde estaba el niño. Al ver la estrella se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa; vieron al niño con María su madre y, postrándose, le adoraron; abrieron luego sus cofres y le ofrecieron dones de oro, incienso y mirra.” (Mt. 2, 9-11)

Adquiere luego José un protagonismo inusitado en unos episodios de la vida de Jesús que sólo Mateo relata, y ninguno otro de sus colegas evangelistas: la matanza de los inocentes (pinche aquí si desea conocer lo que sabemos sobre este episodio histórico) y la huida a Egipto de la Sagrada Familia.

“Cuando ellos se retiraron, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: ‘Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto; y estáte allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar al niño para matarle’. Él se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se retiró a Egipto; y estuvo allí hasta la muerte de Herodes; para que se cumpliera lo dicho por el Señor por medio del profeta: ‘De Egipto llamé a mi hijo’. Entonces Herodes, al ver que había sido burlado por los magos, se enfureció terriblemente y envió a matar a todos los niños de Belén y de toda su comarca, de dos años para abajo, según el tiempo que había precisado por los magos” (Mt. 2, 12-17).

Protagonismo que sigue siendo fundamental después, cuando se decide el retorno de Egipto y el establecimiento de la familia en una ciudad que hace aquí, y no antes, su aparición en el Evangelio de Mateo: Nazaret, sita en Galilea y no en Judea, a la sazón, reinos diferentes cuando Jesús vuelve de Egipto con Herodes el Grande muerto ya:

“Muerto Herodes, el ángel del Señor se apareció en sueños a José en Egipto y le dijo: ‘Levántate, toma contigo al niño y a su madre, y vete a la tierra de Israel, pues ya han muerto los que buscaban la vida del niño’. Él se levantó, tomó consigo al niño y a su madre, y entró en tierra de Israel. Pero al enterarse de que Arquelao reinaba en Judea en lugar de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allí; y, avisado en sueños, se retiró a la región de Galilea, y fue a vivir en una ciudad llamada Nazaret; para que se cumpliese lo dicho por los profetas: Será llamado Nazoreo” (Mt. 2, 19-23).

Luego José desaparece de la narración sin explicación alguna y sin que sepamos cuál ha sido su destino o su final, aunque lo veamos una vez más como protagonista secundario, nominado como “padre de Jesús”, esta vez no por su nombre, sino por su profesión (tema al que dedicaremos una entradita algún día). Cosa que ocurre en el famoso episodio de la visita a Nazaret, según se llama el capítulo bíblico, “el retorno” habría que denominarlo mejor, aunque bien lo podríamos llamar también “De los hermanos de Jesús”, (tema al que dedicaremos también algún artículo en esta columna):

“¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas?” (Mt. 13, 55)

Luis Antequera

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