lunes, 15 de abril de 2013

EVOLUCIÓN Y CREACIÓN NO SE OPONEN

La evolución no se opone a la postura de que el mundo fue hecho de la nada. La Biblia no es un libro de Historia natural, sino que da cuenta del poder de Dios sobre las cosas. La evolución muestra el desarrollo de las especies a través del tiempo en su lucha por la vida, cosa que no se contrapone a que el mundo haya sido hecho sin necesidad, por voluntad de Dios.

LA BIBLIA NO ES UN LIBRO DE HISTORIA NATURAL

Algunas facciones tradicionalistas del cristianismo de Estados Unidos y otros lugares pretenden reconocer al Génesis como un libro de Historia natural. Por este motivo hay algunos cristianos creen que el universo fue creado en 6 días de 24 horas. Por otra parte, desde los comienzos de Siglo XIX se han hecho importantes avances científicos sobre el desarrollo de las especies de seres vivos a lo largo del tiempo en sus adaptaciones para sobrevivir en diferentes medios, según los cambios de la naturaleza. Estos hechos biológicos han dado muestras de su existencia en diferentes modos: fósiles, herencia genética, comparación con la selección artificial, etc.

No se puede probar la evolución de los seres vivos en un laboratorio, pues el proceso, además de durar millones de años, depende de los cambios ambientales y geológicos, a los que las especies responden de manera paulatina con la selección natural de diferentes adaptaciones. Es así que la ciencia tiene un nuevo paradigma conforme al desarrollo de las especies a lo largo del tiempo. ¿Tiene que entrar este suceso en contra de la revelación en la Sagrada Escritura necesariamente? Ante esto, digamos que el cristiano está abierto al estudio de la realidad y a saber encontrar en ella la presencia de Dios, pero no de un modo ingenuo.

La postura del cristiano ante cualquier ciencia bien se puede basar en este adagio clásico de Santo Tomás de Aquino: “omne verum, a quocumque dicatur a Spiritu Sancto est”, es decir: “Toda verdad, quien sea quien la diga, viene del Espíritu Santo”. En este sentido el cristiano no puede negar los hechos que la ciencia descubre y que se convierten en paradigmas para su avance. Hacer esto sería ingenuo y demostraría que el cristiano no quiere vivir en el mundo del que es parte. Ante esto, los cristianos deben tomar una postura crítica y razonable, en la que se asigne a cada conocimiento, la ciencia biológica y la teología, su lugar respectivo, sin que por esto Dios desaparezca de escena.

Si tratamos de interpretar la Historia natural con base en el Génesis de la Biblia tendremos una pobre versión de la realidad, no comprenderemos los mecanismos por los que los seres vivos se mantienen activos a lo largo del tiempo a pesar de los cambios de ambiente y de situación. No podremos ver claro cómo los seres vivos tienen en sí mismos la facultad de adaptarse a las condiciones a través de una selección natural.

La intención del Génesis es dejar en claro que Dios tiene prevalencia sobre el mundo. Es decir, Dios tiene una señoría metafísica sobre el mundo, pues éste no es necesario ni perfecto, mientras que Dios es eterno, el Ser supremo, Óptimo y necesario, pero a la vez libre.

EVOLUCIÓN Y CREACIÓN SON COMPATIBLES

Pero, debemos plantear esta polémica en sus justos términos. La realidad es que la evolución como hecho científico y la creación divina se encuentran en dos planos diferentes: no existe la alternativa evolución-creación, como si se tratara de dos posturas entre las que hubiera que elegir. Se puede admitir la existencia de la evolución y, al mismo tiempo, de la creación divina. Si el hecho de la evolución es un problema que ha de abordarse mediante los conocimientos científico-experimentales, la necesidad de la creación divina responde a razonamientos metafísicos. En sentido estricto, creación significa “la producción de algo a partir de la nada”. En ningún proceso natural se puede dar una creación propiamente dicha: los seres naturales, desde las piedras hasta el hombre, sólo pueden actuar transformando algo que ya existe. La naturaleza no puede ser creativa en sentido absoluto. El hecho de la creación, así entendido, no choca con la posibilidad de que unos seres surgieran a partir de otros.

Evolución y creación divina no son necesariamente, por tanto, términos contradictorios. Podría haber una evolución dentro de la realidad creada, de tal manera que, quien sostenga el evolucionismo, no tiene motivo alguno para negar la creación. Dicha creación es necesaria, tanto si hubiera evolución como si no, pues se requiere para dar razón de lo que existe, mientras que la evolución sólo se refiere a transformaciones entre seres ya existentes. En este sentido, la evolución presupone la creación. Pero es que, además, quien admite la creación -así entendida-, tiene una libertad total para admitir cualquier teoría científica. Quien no admita la creación, necesariamente deberá admitir que todo lo que existe actualmente proviene de otros seres, y éstos provienen de otros, y así sucesiva e indefinidamente, de manera que todos y cada uno de los seres que existen deben tener un origen trazado por la evolución. Aunque pueda resultar paradójico, es el evolucionista radical quien viola las exigencias de rigor del método científico, pues se ve forzado a admitir unas hipótesis que no pertenecen al ámbito científico, y deberá admitirlas aunque no pueden probarse.

NO HAY NECESIDAD DE CONFLICTO ENTRE AMBAS

No hay, por tanto, necesidad de plantear ningún conflicto entre ciencia y religión. Esto es lo que postulan, al menos, destacados científicos evolucionistas. John McIntyre, profesor de Física en la Universidad de Texas, confiesa la frustración que experimenta por el hecho de que los “antievolucionistas” hayan usurpado el término “creacionismo”, e insiste en que es del todo posible conciliar las creencias cristianas en un Dios creador con la idea de que la vida haya evolucionado a través del tiempo. Por su parte, el paleontólogo neodarwinista G. G. Simpson, asegura:

“Ningún credo, salvo el de las fanáticas sectas fundamentalistas -que son una minoría protestante en EE.UU.-, reconoce por dogma el rechazo de la evolución. Muchos profesores, religiosos y laicos, la aceptan , en cambio, como un hecho. Y muchos evolucionistas son hombres de profunda fe. Además, los evolucionistas pueden ser también creacionistas”.

Y Martin Gardner, colaborador habitual de la revista Investigación y Ciencia, creador de juegos matemáticos y autor de libros de divulgación científica de calidad, sostiene: “No conozco ningún teólogo protestante o católico fuera de los círculos fundamentalistas que no haya aceptado el hecho de la evolución, aunque puede que insistan en que Dios ha dirigido el proceso e infundido el alma a los primeros seres humanos”.

Gabriel González Nares

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