"Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna y jamás perecerán ni nadie me las quitará. Lo que el Padre me ha dado es más grande que todo, y nadie se lo puede quitar. El Padre y yo somos uno solo."
El breve texto de hoy es el final del Sermón del Buen Pastor del evangelio de Juan. Jesús sacaba sus ejemplos de la vida cotidiana. Él vivía en un mundo rural de labradores y pastores y de ahí proceden sus parábolas y esas son las imágenes que nos presenta en sus discursos y parábolas.
Con la imagen del pastor y las ovejas nos muestra quién es Él y quienes son sus discípulos. La figura del pastor nos indica también cómo ha de ser todo aquel que es responsable de los demás. Equivocadamente se nos ha presentado asociada a la idea de que uno es el que manda (el obispo, el párroco, el superior...) y los demás deben obedecer como ovejas.
La idea que Jesús se da de sí mismo, y, por extensión, de todos los responsables, es de alguien que cuida, que conoce, que da su vida por los demás y los defiende hasta la muerte. Una imagen muy alejada del autoritarismo.
En la primera línea nos marca Jesús el camino del discípulo. Alguien que "escucha" su voz. Alguien que medita la Palabra cada día, activamente. No se trata de aceptar a ciegas, sino de hacer vida la palabra. Y eso lleva a la segunda característica del discípulo. Es aquel que "sigue". Y seguir es algo activo, no pasivo. Discípulo es aquel, que porque ha hecho vida la Palabra, la sigue entregándo totalmente.
El resultado de todo ello es el encuentro con el Padre. Porque Él y el Padre son uno.
En otro lugar Jesús dijo que quien da de comer al hambriento, de beber al sediento o viste al desnudo...es a Él al que da de comer, de beber y viste...El discípulo es aquel que tras hacer vida la Palabra, descubre que Dios se encuentra en el otro y por ello se entrega a su servicio. Ser discípulo es vivir plenamente dedicado a los demás, seguros de que Él nos guía y nos protege, como Buen Pastor...
Joan Josep Tamburini
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