lunes, 25 de octubre de 2010

FE Y RAZÓN UNIDAS EN LA TEOLOGÍA


La teología como ciencia tiene un estatuto especial pues ha de aunar la fe y la razón, ambas están implicadas, ambas se requieren.

Por eso la teología es una ciencia del todo especial y como su objeto es el Misterio de Dios, su método también es especial, distinto, supremo.

Quien ha de elaborar teología, el verdadero teólogo, necesitará una fe compacta y ser un verdadero creyente, un hombre de Dios, y al mismo tiempo, la capacidad de pensar, una inteligencia penetrante y aguda, una claridad y solidez intelectual. El teólogo no es un repetidor de doctrinas anteriores incapaz de desgranarlas, sino un buscador, un pensador, que ofrece una nueva síntesis y abre perspectivas para responder a los interrogantes nuevos que se plantean y mostrar al hombre de su generación el Misterio.

"Es esencial a la fe cristiana la investigación sobre su propia razón y, en ella, sobre la razón en sí misma, sobre la racionalidad de lo real. Pero, a su vez, ella confía a la razón, durante su investigación, la tarea de reconocer en la fe la condición de la posibilidad de su misma acción y de no rechazar su totalidad hasta la negación de su mismo fundamento. Esto significaría suplantar a la razón divina y precisamente eliminar así la comunicación con la razón divina de la que vive. Tal autolimitación de la razón del hombre puede parecerle precrítica al lecto de hoy..." (Ratzinger, Iglesia, ecumenismo y política, p. 170).

Esto se traduce de forma sencilla: la razón humana está limitada, ni es omnisciente, ni es omnicomprensiva. Muchas cosas superan a la razón misma, incapaz de abarcarlas. Esto no significa renunciar al uso de la razón, sino emplearla bien, sabiendo de sus límites, complementándose con la fe que le da un "plus" que la ilumina.

"Volvamos a la teología. Ésta se basa en la premisa aceptada de que el objeto de la fe, es decir, su fundamento, es racional, es la misma razón. Por eso es misión de la fe el tratar de comprender su propio fundamento y su contenido, y esto es lo que denominamos teología. Más exactamente, hablamos de teología cuando el esfuerzo de comprensión se realiza de una manera ordenada y con reglas generalmente reconocidas y fundamentadas, cuyo conjunto denominamos método. Esto significa que la teología hace suya la cuestión fundamental de la filosofía griega con la que la cultura humana había entrado en un nuevo estadio de su historia: la cuestión acerca de la verdad en sí misma, del ser en sí mismo" (Ratzinger, Iglesia, ecumenismo y política, p. 171).

La teología es un ejercicio de la inteligencia que busca entender iluminada y guiada por la fe.

Si identificamos "teología" con un cierto curriculum académico, aprobado; si identificamos "teología" con repetir constantemente lo mismo y con el lenguaje de épocas anteriores que se llega a hacer incomprensible; si identificamos "teología" con miedo a pensar y reflexionar, a abrir nuevas vías, contentándose con lo que otros han dicho... hemos desfigurado la teología, ¡y con razón tantos se autotitulan "teólogos"!, simplemente por haber cursado unas asignaturas, haber leído un libro o estar repitiendo doctrinas que no logran desgranar.

"El teólogo cristiano no se limita a interpretar unos textos, sino que se afana en la búsqueda de la verdad misma y entiende que el hombre es capaz de conocer la verdad" (Ratzinger, ibíd.).

Esto sanearía muchas veces la actitud ante la teología por una parte, y por otra, el extremo contrario: creer que todos son teólogos porque han leído "algo" o han cursado asignaturas: presunción, por ejemplo, que se ve en tantísimos comentarios y artículos.
Javier Sánchez Martínez

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