domingo, 24 de octubre de 2010

CAMINOS DEL CONOCIMIENTO DE DIOS


Somos amados con un amor infinito del que no comprendemos nada.
Por ello nuestra primera obligación, es tratar de comprender un poco, acerca de lo que es ese amor. Y para tratar de comprender este amor, hay que tratar de conocerlo, porque si queremos caminar hacia Dios, el camino hacia Él, ha de pasar siempre por el conocimiento y por el amor.

Poco más o menos, hace un año escribíamos sobre este tema, y decíamos que: Solo Dios se conoce a sí mismo, y su conocimiento es para nosotros un misterio. Pero Dios ha resuelto en su amor, darse a conocer al hombre, revelarse a él; y esto sucede de una manera sobrenatural, con un lenguaje intraducible en la tierra.

Simplificando podríamos decir, que lo poco que podemos llegar a saber de Dios, puede ser de dos formas; Una que es la importante, la que Dios ha querido poner al alcance de todo ser humano, por corta que sea su inteligencia y sus erudiciones acerca de las ciencias humanas, ya que este conocimiento de Dios, no se adquiere con la mente sino con el corazón, se adquiere a través del amor que puede emanar del corazón del hombre. Este es el conocimiento más importante que se puede llegar a adquirir el hombre, y para el cual no es necesaria la inteligencia humana. Es el conocimiento que más agrada al Señor. Porque si resulta que Dios es amor y solo amor tal como reiteradamente nos dice San Juan en sus Epístolas y Evangelio (1Jn 4,16), al Sumo Amor que es Dios, lo que más le place es la correspondencia con amor. Todos sabemos que con respecto al amor, todos nosotros tenemos y sentimos la necesidad de amar y de sentirnos amados, y ello es como consecuencia de que somos unas criaturas, creadas por el Amor del Señor, en el amor y para el amor.

El otro camino que el hombre puede utilizar y de hecho utiliza, para adquirir el conocimiento de Dios, tiene una fría importancia y se llama teología. Es el camino de llegar al mayor conocimiento de Dios, no por medio del corazón sino por medio de la inteligencia. Indudablemente este camino, es bueno, muy bueno cuando al uso de la inteligencia le sumamos el amor, pues este siempre genera en el alma humana un deseo de conocimiento.

Tenemos por ejemplo en la vida humana, lo que sucede cuando en una joven o en un joven, nace la chispa de un amor, y a la par de ella, siempre nace también un deseo de conocimiento de saber todo lo más posible sobre él o sobre ella, ¿Qué hace? ¿En que trabaja o estudia? ¿Quiénes son sus padres? ¿Cuántos hermanos tiene él o ella? ¿Qué piensa, cuáles son sus proyectos de futuro?… La lista sería interminable porque el ansia de conocimiento, está aquí generada en proporción directa a la cuantía del amor que se siente. Pero si el que se aplique al frío estudio de la teología, no tiene amor, pronto se convertirá en un hombre o mujer, que habla de Dios, pero no tiene a Dios dentro. Y si no tiene a Dios dentro, difícilmente puede generar en los demás, el amor a Dios, por la sencilla razón de que nadie da lo que no tiene. Si meditamos todo lo anterior, llegaremos pronto a saber porque no todos los teólogos que se conocen, están en los altares.

Las etapas o el camino que un alma ha de recorrer para llegar a la meta superior, que es posible alcanzar en esta vida y que es la unión con Cristo, son varias y mucho se ha escrito sobre ellas. La clasificación que hace cada santo, santa o exégeta, difiere en la cuantía de estas etapas, y sobre todo en los efectos y consecuencias que ellas tienen sobre el alma humana. Nada tiene de extraño estas diferencias de apreciación, en las etapas que un alma ha de recorrer, para alcanzar en esta vida su unión con Dios, ya que todos somos criaturas diferentes, creadas por el Señor en forma material diferente. Todos somos distintos y lo que es más importante, también nuestras almas son distintas y responden a distintas formas y manifestaciones de nuestro amor al Señor.

Por lo tanto cada santo, santa o exégeta que nos habla de este tema, nos da su especial versión, fruto de su experiencia espiritual, pero repetimos: todos somos distintos en cuerpo y alma y estas experiencia que leemos no tienen un valor específico aplicable punto por punto con exactitud a nuestro caso, sino solo un valor genérico, que esos sí, siempre resulta muy importante. En nuestra relación con el Señor, hemos de pensar que la nuestra es única y distinta de las demás, y que solo a fuerza de desear amarle a Él, hemos de encontrar nuestro propio y único camino, para llegar a Él.

La primera vez que hace años, oí una misa en el corazón de África, me quedé perplejo y me pareció una irreverencia aquel tipo de liturgia, de cantos e instrumentos exóticos, en palabras más duras: me escandalicé. Más recientemente, he tenido la suerte de que Dios, me abriese los ojos, y ahora recuerdo con verdadero fervor una misa oída en las Antillas inglesas, en la que un gran coro de niños, niñas y jóvenes dirigidos por una nativa más entrada en años, cantaban y danzaban siendo coreados por el resto de asistentes y ofreciendo al Señor lo mejor de ellos. Por otro lado el sacerdote un joven presbítero inglés de raza europea, estaba a tono con sus feligreses, e imprimía a la liturgia eucarística, una especial impronta de oración corporal, un sello tan especial, que pienso que solo podía provenir muy directamente del Espíritu Santo. Comprendí al ver esto y el ejemplo que Juan Pablo II nos dejó sobre este tema, en los múltiples viajes por él realizados, lo equivocado que yo estaba por no comprender lo maravillosa que es y resulta, nuestra distinta personalidad querida y creada por Dios.

Por todo ello, es de ver que cada uno de nosotros tenemos un distinto camino de acercamiento a Dios. La diversidad de órdenes religiosas, responden a esta policromía espiritual de las almas. Nada tiene que ver la seriedad y pulcritud en todas sus manifestaciones litúrgicas, que observan por ejemplo los sacerdotes de la Santa Cruz, con el desenfado de otros movimientos eclesiásticos, que conforme a su carisma creen que es más importante poner énfasis en otros aspectos de la liturgia. Los caminos hacia Dios son tan innumerables, como seres humanos somos. Cada uno estamos obligados a buscar nuestro propio especial y diferente camino y hay que estar seguro de que si lo deseamos lo conseguiremos, pues el Señor acude de inmediato con sus divinas gracias, para regalárselas a toda alma que muestre el deseo de entregarse a Él.

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
Juan del Carmelo

No hay comentarios: