sábado, 3 de abril de 2010

ÁNGELES, CREACIÓN DE DIOS



En sus primeras palabras, el Génesis nos dice: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra. (Gn 1,1).


Pero estas aluden solamente a una creación divina de la materia, cuando resulta que la omnipotencia de Dios no se circunscribe solamente a lo material sino absolutamente a todo, por ello en el credo oramos diciendo: Que Dios además de ser Creador del Cielo y de la Tierra es creador de "todo lo visible y lo invisible". Y el mundo de lo invisible que para nosotros es, tal como su nombre indica, invisible, por ello nos resulta totalmente desconocido.

Absolutamente todo lo que no es la nada, está creado por la omnipotencia divina y esencialmente o bien, pertenece al mundo visible o material, el cual puede ser contemplado por los ojos de nuestra cara, o bien pertenece al mundo de lo invisible, al cual solo podemos contemplar con los ojos de nuestra alma alimentados estos por nuestra fe que ilumina nuestra razón. A este mundo de lo invisible pertenecen una serie seres, pensamientos, conceptos e ideas, que no es posible captar con los ojos de nuestra cara.

El término invisible”, hace también referencia a esos seres espirituales, no corporales, a los que denominamos "ángeles". Creer en su existencia es obligatorio para el creyente católico, pues es una verdad de fe, incluso esta creencia también la tienen hebreos y musulmanes. Toda la vida de la Iglesia, dice el Catecismo en su parágrafo 334), "se beneficia de la ayuda misteriosa y poderosa de los ángeles". Y en parágrafo 336 se puede leer: Desde la infancia a la muerte, la vida humana está rodeada de su custodia y de su intercesión. Cada fiel tiene a su lado un ángel como protector y pastor para conducirlo a la vida. Desde esta tierra, la vida cristiana participa, por la fe, en la sociedad bienaventurada de los ángeles y de los hombres, unidos en Dios

Sobre este tema Juan Pablo II en su audiencia del miércoles 9 de julio de 1986 se refirió a Dios, Creador de las cosas visible e invisibles y nos dice que:Toda la Tradición es unánime sobre esta cuestión. El Credo de la Iglesia, en el fondo, es un eco de cuanto Pablo escribe a los Colosenses: "Porque en Él (Cristo) fueron creadas todas las cosas del cielo y de la tierra, las visibles y las invisibles, los tronos, las dominaciones, los principados, las potestades; todo fue creado por Él y para Él" (Col 1,16). O sea, Cristo que, como Hijo-Verbo eterno y consubstancial al Padre, es "primogénito de toda criatura" (Col 1,15), está en el centro del universo como razón y quicio de toda la creación.

Y dentro de esta creación del mundo de lo invisible pone Juan Pablo II, mucho énfasis en referirse a los ángeles, manifestando, que hay un contenido concreto de la revelación divina que es: la creación de los seres puramente espirituales, que la Sagrada Escritura llama "ángeles". Tal creación aparece claramente en los Símbolos de la Fe, especialmente en el Símbolo niceno-constantinopolitano: Creo en un solo Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todas las cosas (esto es, entes o seres) "visibles e invisibles". Sabemos que el hombre goza, dentro de la creación, de una posición singular: gracias a su cuerpo pertenece al mundo visible, mientras que, por el alma espiritual, que vivifica el cuerpo, se halla casi en el confín entre la creación visible y la invisible. A esta última, según el Credo que la Iglesia profesa a la luz de la Revelación, pertenecen otros seres, puramente espirituales, por consiguiente no propios del mundo visible, aunque estén presentes y actuantes en él. Ellos constituyen un mundo específico.

Continúa Juan Pablo II diciendo: Hoy, igual que en tiempos pasados, se discute con mayor o menor sabiduría acerca de estos seres espirituales. Es preciso reconocer que, a veces, la confusión es grande, con el consiguiente riesgo de hacer pasar como fe de la Iglesia respecto a los ángeles cosas que no pertenecen a la fe o, viceversa, de dejar de lado algún aspecto importante de la verdad revelada.

La existencia de los seres espirituales que la Sagrada Escritura, habitualmente, llama "ángeles", era negada ya en tiempos de Cristo por los saduceos (cf. Hech 23,8). La niegan también los materialistas y racionalistas de todos los tiempos. Y sin embargo, como agudamente observa un teólogo moderno, "si quisiéramos desembarazarnos de los ángeles, se debería revisar radicalmente la misma Sagrada Escritura y con ella toda la historia de la salvación" (A. Winklhofer, Die Welt der Engel, Ettal 1961, pág. 144, nota 2; en Mysterium salutis, II, 2, pág. 726).

Todo esto que pertenece a la creación entra, según la Revelación, en el misterio de la Providencia Divina. Lo afirma de modo ejemplarmente conciso el Vaticano I, hemos citado ya muchas veces: "Todo lo creado Dios lo conserva y lo dirige con su Providencia extendiéndose de un confín al otro con fuerza y gobernando con bondad todas las cosas. (Sab 8,1). Todas las cosas están desnudas y manifiestas a sus ojos”. (Heb 4,13), hasta aquello que tendrá lugar por libre iniciativa de las criaturas". (DS 3.003). La Providencia abraza, por tanto, también el mundo de los espíritus puros, que aun más plenamente que los hombres son seres racionales y libres. En la Sagrada Escritura encontramos preciosas indicaciones que les conciernen. Hay la revelación de un drama misterioso, pero real, que afectó a estas creaturas angélicas, sin que nada escapase a la eterna Sabiduría, la cual con fuerza (fortiter) y al mismo tiempo con bondad (suaviter) todo lo lleva al cumplimiento en el reino del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Por último quiero recordar, que los ángeles son unos espíritus maravillosos a los que le debemos un culto de dulía al igual que a los santos, pero últimamente este culto ha venido teniendo unas ciertas desviaciones heréticas. A estos efectos el cardenal Danielou escribe: Hay quien tiene una devoción indiscreta a los ángeles, es como una manifestación de la religiosidad light que tiene como referente principal a la new age. La devoción a los ángeles ha crecido desmesuradamente sin ninguna referencia a Cristo ni al compromiso cristiano. Estas expresiones, signos indudables de búsqueda de la espiritualidad han derivado en la mayoría de los casos en prácticas, que rozan con la superstición y lo ridículo, como es averiguar el nombre de ángel de cada uno, el color de su ropaje, o las llamadas telefónicas para poder hablar con el propio ángel de la guarda… El ángel es convertido en una especie de amuleto para poder sentirse bien o satisfacer la fantasía personal, que no hace ninguna referencia a la fe del Evangelio ni a sus exigencias

Algunas de las ideas y temas sobre los ángeles de esta glosa, las trato más extensamente en mi libro CONVERSACIONES CON MI ÁNGEL, que parcialmente sin coste alguno, puede leerse en Google entrando con el Isbn 9788461179190 y el título del libro.

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
Juan del Carmelo

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