martes, 23 de marzo de 2010

MARAVILLAS QUE NO NOS ASOMBRAN


Son muchas las maravillas que nos rodean.

Y bien por no ser nosotros suficientemente conscientes de su existencia, porque a fuerza de verlas repetidamente con los ojos de nuestra cara, acabamos por no verlas, o bien porque no abrimos los ojos de nuestra alma, y las ignoramos sin querer saber nada de ellas.

Todo lo que nos rodea tanto en orden material como en el espiritual, es maravilloso y asombroso, porque todo ello ha sido realizado por Dios y es expresión de su voluntad, y del deseo que Él tiene, de que nos acerquemos por amor a Él. Inclusive, aunque alguno se me escandalice, diré que hasta el mal o sufrimiento que tengamos que soportar, pues es el Señor el que lo permite, es siempre para nuestro bien, sea para que aceptándolo en razón del amor a Él, consigamos tener una escalera más rápida y cómoda para alcanzar el cielo, o bien sea, para que reaccionemos apartándonos del camino que llevamos y que nos aleja de Él y así alcancemos una conversión. Muchas son las personas, entre ellas el que esto escribe, a las que los denominados palos de la vida, le han hecho reaccionar y buscar su felicidad aquí abajo en el amor al Señor.

Las maravillas que nos rodean y que no reparamos en ellas pueden ser de dos clases, unas referidas al mundo material y otras al mundo espiritual. Al ser el orden material inferior al espiritual, percibimos con más facilidad las maravillas de la creación del Señor, pues son fácilmente captables con los ojos de nuestra cara. Todo lo que se ha venido en llamar Naturaleza, muchas veces con el decidido propósito de evitar decir Dios, es una maravilla: la inmensidad de los mares y océanos, la bóveda de estrellas que podemos contemplar en una noche de verano, la fuerza lumínica y calorífica del sol, los fenómenos atmosféricos, los lagos, los ríos, los glaciares, los campos, las selvas, los animales domésticos y salvajes. San Francisco de Asís no escribió mucho pero entre sus escritos nos dejó un bello canto a la naturaleza, a la que amaba como a toda la obra del Señor. A pesar de que esta glosa me quede muy larga no me resisto a transcribir este canto de San Francisco, dice así:
Altísimo y omnipotente buen Señor, tuyas son las alabanzas, la gloria y el honor y toda bendición.
A ti solo, Altísimo, te convienen y ningún hombre es digno de nombrarte.
Alabado seas, mi Señor, en todas tus criaturas, especialmente en el Señor hermano sol, por quien nos das el día y nos iluminas.
Y es bello y radiante con gran esplendor, de ti, Altísimo, lleva significación.
Alabado seas, mi Señor, por la hermana luna y las estrellas, en el cielo las formaste claras y preciosas y bellas.
Alabado seas, mi Señor, por el hermano viento y por el aire y la nube y el cielo sereno y todo tiempo, por todos ellos a tus criaturas das sustento.
Alabado seas, mi Señor, por el hermano fuego, por el cual iluminas la noche, y es bello y alegre y vigoroso y fuerte.
Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sostiene y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierbas.
Alabado seas, mi Señor, por aquellos que perdonan por tu amor, y sufren enfermedad y tribulación; bienaventurados los que las sufran en paz, porque de ti, Altísimo, coronados serán.
Alabado seas, mi Señor, por nuestra hermana muerte corporal, de la cual ningún hombre viviente puede escapar. Ay de aquellos que mueran en pecado mortal.
Bienaventurados a los que encontrará en tu santísima voluntad porque la muerte segunda no les hará mal.
Alaben y bendigan a mi Señor y denle gracias y sírvanle con gran humildad
.

Y sin embargo hay personas que viendo estas realidades, quieren justificar su existencia y promueven su conservación al margen de su Creador. Me estoy refiriendo a esos modernos movimientos llamados biocentrismo, ecocentrismo y el más conocido, el ecologismo.

Pero marginando las maravillas materiales que nos rodean, más importantes son las espirituales. Las materiales para verlas, debería bastar solo con abrir los ojos de la cara, pero es el caso que son muchos los que miran y no las ven. En el caso de las maravillas espirituales, el tema es mucho más complicado pues para verlas es necesario, no solo saber abrir los ojos del alma, sino también no tener legañas en ellos y esto, sí que es complicado pues requiere tiempo y perseverancia, que son dos factores esenciales para el desarrollo de la vida espiritual.

Muchas son las maravillas que no vemos y que nos rodean: La maravilla de haber sido elegidos por Dios para crearnos, entre millones y millones de posibilidades que teníamos de habernos quedado en la nada; la maravilla de vivir; la maravilla de poder amar y ser amados; la maravilla de ser cada uno de nosotros especialmente amados por el Señor como si fuésemos la única persona existente en el mundo, la maravilla de la gracia divina, sin la cual al hombre, tal como dijo el Señor, sin mí nada podéis (Jn 15;5) le es imposible salvarse; la maravilla de tener una Madre celestial, que continuamente está pendiente de nosotros y que nos media en todas las gracias que obtenemos, pues todo pasa por Ella al ser la mediadora universal de todas las gracias; la maravilla de tener continuamente a nuestro lado un hermano mayor y amigo fiel llamado ángel de la guarda al cual nunca estimamos en su entusiasmo y lucha para sacarnos adelante y otras muchas maravillas que no son del caso, reseñar ahora.

Pero sobre todo, la más importante de todas, es la de saber que somos hijos de Dios y herederos de su gloria y que llegará un día en que tomaremos posesión de nuestra herencia. Y a estos efectos quiero recordar que no debemos mirar a nuestra futura muerte con temor, sino fortalecer nuestra fe para que veamos en ella algo gozoso, pues ella tiene las llaves de nuestra herencia y solo nos las dará cuando ella haya realizado su cometido, que solo para aquellos que tienen una fuerte fe es un cometido gozoso, pues no dudan un instante de que van a cambiar para mejor, porque lo que nos espera es mucho mejor que lo que aquí abajo tenemos. Palabra de honor, creedme.

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
Juan del Carmelo

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