martes, 20 de octubre de 2009

DEL NUNCA RECONOCIDO DERECHO DEL PADRE SOBRE EL NASCUTURUS


Uno de los aspectos menos tratados por lo que al tema de las prácticas abortivas se refiere, es el relativo al derecho que asiste al padre de una criatura en el vientre de su madre, a decidir sobre el futuro o viabilidad de la misma.
De hecho, la Ley Aído, que como todos sabemos convierte el de abortar en un derecho más de la mujer, apenas especifica al respecto lo siguiente:

Artículo 14. Interrupción del embarazo a petición de la mujer. Podrá interrumpirse el embarazo dentro de las primeras catorce semanas de gestación a petición de la embarazada siempre que concurran los siguientes requisitos: [...] Y cita dos, ninguno de los cuales el beneplácito del padre.

Yo reconozco que el esquema normal de una historia finalizada con la eliminación de un feto mediante un aborto, ha sido y es frecuentemente el de un padre a la fuga que no reconoce responsabilidad alguna, y una madre que se queda con eso que tan ilustrativamente se da en llamar el bombo”. Pero con que, al igual que lo que sobre la destrucción de Sodoma relata el Génesis (Gn. 18,16-19,29), hubiera un solo caso en el que el esquema no se reprodujera y nos encontráramos ante un padre dispuesto a reconocer la paternidad de un feto, ello debería bastar para que el más aborcionista de los legisladores proporcionara a ese padre el derecho a hacer valer su paternidad y exigir que el embarazo se lleve a término. Pues bien, he aquí que los padres de Sodoma son más de los que pudiéramos creer: ¿sabían Uds. que al día de hoy en los tribunales españoles se dirimen al menos tres casos en los que son padres los que denuncian a las clínicas abortadoras, y que en uno de esos casos, el padre no se priva de ir contra la madre de su hijo abortado?

No cabe hacerse ilusiones, sin embargo, de que una legislación abortista, ora la española, ora cualquier otra, reconozca nunca los derechos que en lo relativo al feto asisten al padre: hacerlo así, supondría el derribo del pilar fundamental que sostiene la gigantesca industria del aborto, aquél que, como hace la Ley Aido, convierte el de abortar en un derecho de la mujer bajo el principio de que ésta es dueña y señora de su cuerpo, y el feto no otra cosa que un apéndice, extraíble como extraíble es un tumor. Y si ante este derecho de la mujer decaen hasta los del feto... ¿no iban a decaer también los de su padre?
Luis Antequera

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