sábado, 2 de mayo de 2009

PIEDRECILLAS


Recuerdo una vez que caminé junto a un riachuelo de Texas hace muchos años con mi cuñado Ed y David, su hijo de tres años.

Mientras caminábamos, David había estado recogiendo piedras lisas y redondas de la corriente. Las llamaba cerditos porque su forma redonda le hacía pensar en cerditos.

David se metió una serie de cerditos en los bolsillos, y cuando se le terminaron los bolsillos, comenzó a llevarlos en los brazos. Después de un rato empezó a tambalearse bajo el peso de las piedras y se quedó atrás. Era evidente que sin nuestra ayuda nunca llegaría a la casa, por lo que Ed dijo:
-Ven, David, déjame cargar tus cerditos
El rostro de David se cubrió de renuencia por un momento, y luego se iluminó.
-Ya sé - dijo - tú me cargas a mí y yo cargo a mis cerditos

Muchas veces he pensado en ese incidente y en mi propia insistencia infantil en que debo llevar mi propia carga. Jesús ofrece llevar todas mi cargas, pero yo me resisto por terquedad y orgullo.
-Tú me cargas a mí - digo - pero yo cargo mis cerditos

¡Piénsalo bien, no deberías tratar de llevar todas tus cargas tú solo! Cuando Jesús te pide que eches toda [tu] ansiedad sobre Él, porque Él tiene cuidado de [ti] (1 Pedro 5:7)

¿Has puesto hoy TODOS tus cerditos en los fuertes brazos de Jesús?

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