DOMENECH: «NO SE PUEDE OBEDECER SI LA ORDEN QUE UNO RECIBE INCLUYE UN PECADO, AUNQUE SEA VENIAL»
Silva lamenta que haya quien se tome las opiniones
personales de un obispo o del Papa "como palabra de Dios", y pide que
las personas con autoridad distingan entre opinión y magisterio.
Red de Redes, el programa de
catequesis de la ACdP, aborda esta semana un tema atemporal: la obediencia. En
el nuevo capítulo, los sacerdotes y youtubers Antonio María Domenech, Jesús Silva y Patxi
Bronchalo plantean cuestiones como "¿hasta dónde llega la
obligación de obedecer?" o
"¿el que manda puede mandar lo que sea?",
que se aplican tanto a la vida religiosa como a ámbitos más mundanos (el
trabajo o la familia, por ejemplo).
LA
OBEDIENCIA, UNA VIRTUD
"La obediencia
es una virtud que practicó el niño Jesús con sus padres y que todos deberíamos
imitar", arranca Domenech, aunque advierte
de que "aunque en sí es buena, se
convierte en mala cuando el que manda abusa de su autoridad, u
ordena algo que no es legítimo o que está fuera de su competencia"
En esta línea, Silva recuerda que
la obediencia es uno de los tres consejos evangélicos, junto a la castidad y la
pobreza. "Los votos de los religiosos o las
promesas de los sacerdotes son una especificación de estos consejos, pero son
aplicables para todos", recuerda. Destaca que la obediencia entra
en este grupo "porque el Hijo se mostró obediente hasta la
muerte, y una muerte de Cruz:
hemos sido redimidos por la obediencia de
Cristo".
¿EL
QUE OBEDECE NO SE EQUIVOCA?
Bronchalo, por su parte, trae a
colación un dicho: "El que obedece no se
equivoca". Domenech le responde: "Bueno, renunciar al criterio
propio para hacer lo que me dice otro implica virtudes como la humildad o
la confianza, y en ese sentido se puede decir que quien obedece no se equivoca…
pero -añade- se puede equivocar el que manda". Pone el ejemplo de
san Martín de Porres, a quien su superior -que lo despreciaba y quería burlarse
de él- le mandó a lavar el azúcar moreno a la fuente.
"El Señor,
para demostrar que bendecía aquella humildad y obediencia, obró el milagro y
convirtió el azúcar en blanco", relata. Pensando en quien manda,
reflexiona que hay que ser "muy comedido y prudente para saber
dónde termina tu autoridad sobre el cargo concreto que tengas (sea
religioso, en una empresa o en la familia) y donde empieza el discernimiento y
libertad de cada uno".
Domenech también introduce otro
matiz: no se puede obedecer si la orden que uno recibe
incluye un pecado, aunque sea venial. "Si
alguien te manda algo que está mal, no puedes obedecerlo, porque la conciencia
está por encima de la obediencia", apunta. El sacerdote recuerda
que "el santuario de la conciencia, el fuero
interno, debe ser respetado por todos; ahí solo puede entrar Dios".
¿A
QUIÉN HAN DE OBEDECER LOS LAICOS?
Desde un punto de vista
teológico, Silva indica que "es importante
saber a qué obediencia estáis sujetos los laicos". Primero, dice, a
la Palabra divina (los mandamientos), y segundo al Magisterio de la Iglesia,
que no es cualquier cosa, sino "aquellas cuestiones
definidas de modo definitivo sobre fe y moral". "No tenemos que obedecer a
la opinión o manía de un obispo o pastor cualquiera, sobre todo
cuando va contra nuestra conciencia… siempre que la tengamos bien formada,
porque puede ser un coladero", añade.
En este sentido, Silva lamenta
que haya quien se tome las opiniones personales de un obispo o del Papa "como palabra de Dios", y pide que
las personas con autoridad distingan entre opinión y magisterio, para no incurrir en abusos. "El abuso de autoridad se introduce cuando tú puedes
decir cosas ligeras, no meditadas, ilegítimas, y sabes que te van a hacer
caso", comenta.
LA
OBEDIENCIA, “ESPIRITUALIDAD COTIDIANA”
Por último, los tres conductores
plantean la obediencia como forma de espiritualidad cotidiana. Así, un esposo
debe obediencia a su esposa y viceversa, dentro de la mutua entrega y del
servicio. O el hijo debe obediencia a sus padres… pero también los
padres han de obedecer a los hijos, en
el sentido de que deben hacer lo mejor para ellos, aunque les cueste. "Yo como párroco debo obediencia a mis fieles,
porque debo estar atento a sus necesidades y sus derechos", apunta
Silva, que aboga por "la mutua sumisión en el
amor y el servicio" como modo de concretar la obediencia.
El episodio concluye, como todos,
con una serie de recomendaciones. Entre ellas, dos lecturas -Obediencia, de Raniero Cantalamessa, y
la encíclica Veritatis Splendor, de san Juan Pablo II-,
una película -El cardenal, de Otto
Preminger- y la vida de un santo, san John Henry Newman. También
recomiendan la tesis doctoral de Domenech sobre la libertad de conciencia en la vida religiosa, publicada por partes en su blog Se llenaron de inmensa alegría.
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