Pueden ser muy claras en ocasiones y en otras puedes tardar en detectarlas.
Por: Marlene Yañez Bittner | Fuente: Catholic.Net
No te da el juego armado ni el tutorial paso a paso que debes seguir para ser
feliz. Dios te da “señales” para que disciernas y tomes el
camino que responde a su voluntad. A
veces las señales son muy claras,
pero en otras ocasiones te puedes tardar años en detectarlas. Así como también las
señales pueden ser muy evidentes, pero simplemente no las logras ver.
“Yo le pregunté: ¿Qué debo hacer, Señor? El Señor
me dijo: Levántate y ve a Damasco donde se te dirá lo
que debes hacer” (Hechos 22,10)
Lo cierto
es que nada ocurre al azar en esta vida. Todo lo que
sucede desde lo grande a lo pequeño pertenece al Plan perfecto de Dios, quien
al darnos libre albedrío, espera que sigamos su voluntad que revela mediante
esas señales.
“Reconócelo a él en todos tus caminos y él allanará tus senderos” (proverbios 3,6)
“Mis
ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen” (Juan 10,27)
Pero, ¿cómo logramos verlas? Más complejo aún… ¿Cómo logramos detectar de que esas señales provienen realmente de Dios y no de otras fuentes o simplemente de nuestra imaginación? Es recurrido el comodín: “Dios me lo reveló mediante sueños y visiones”. Tampoco se trata de engañarse y de obedecer a todo que llega a nosotros o a cualquier pensamiento que se nos venga a la mente.
Seguramente
hemos escuchado el relato de aquel pescador que tras el naufragio de su bote,
se estaba ahogando en el mar; esperaba la ayuda de Dios, pero sólo llegó a él
la ayuda de un barco pequeño, uno más grande y un helicóptero. Tras su muerte
le pregunta a Dios: ¿Por qué no me salvaste cuando
te pedí ayuda? Dios le contesta que aquellos salvavidas fueron enviados
por Él, sin embargo el pescador no lo creyó en su momento. Y es que Dios se
comunica con cada uno de nosotros sirviéndose de cualquier instrumento.
En la medida que nuestra fe sea más fuerte y mediante una vida de
oración constante, podemos ir discerniendo cada vez más la voluntad de Dios. La lectura de la Sagrada Escritura, que es la palabra viva del Señor, es
también el instrumento por medio del cual Dios se comunica con nosotros. Y por
cierto, podemos recurrir a la intercesión de la Virgen María, pidiendo en
oración que nos ayude a ver las señales que Dios va colocando en nuestro
camino. Él quiere que nos abandonemos en su voluntad y confiemos en su Plan
maravilloso aunque a veces resulte difícil o simplemente inimaginable.
Generalmente
se trata bastante este tema en aquellas personas que sienten una inquietud
vocacional respecto a la vida consagrada. Podemos recoger muchos testimonios de
personas consagradas que jamás imaginaron serlo; que luego de muchas señales
que Dios les enviaba pudieron responder con un Sí. Cada caso es único, pues
Dios se ha manifestado en ellas de diferentes maneras; lo común de todas esas
personas es su grandioso amor, pues en ellas fijó su mirada, las eligió y las
llamó para servirles en su Reino. Esas personas viven en paz y con alegría,
gozando de este regalo inmenso de Dios.
Sin
embargo en nuestra vida cotidiana, siempre se nos presentan inquietudes de todo
tipo y en toda materia. Generalmente tenemos más de un camino al que podemos
optar y estamos en constante inseguridad de qué opción tomaremos. Los cristianos le pedimos ayuda a Dios y nos aferramos a la oración
mientras que otros buscan respuestas en dónde por cierto, no las encontrarán. Y
en este punto debemos reflexionar. ¿En dónde esperamos encontrar las señales
que debemos seguir? Debemos
tener presente que sólo Dios tiene ese Plan perfecto para cada uno de nosotros,
un plan único e intransferible, un plan que con toda seguridad nos llevará a
encontrar la felicidad. Lo demás, es fantasía, bienestar momentáneo quizás o
una opción menos exigente, pero en ningún caso la voluntad de Dios y el camino
a la Santidad.
“Todos los que son conducidos por el Espíritu de Dios son hijos de
Dios” (Romanos 8,14).
“El Espíritu dijo a Felipe: Acércate y camina junto a su carro” (Hechos 8,29)
“El Señor iba al frente de ellos, de día en una columna de nube, para
guiarlos por el camino; y de noche en una columna de fuego, para iluminarlos,
de manera que pudieran avanzar de día y de noche” (Éxodo 13,21)
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