La pregunta suele ir acompañada por otras preguntas o por reflexiones de interés.
Por: P. Fernando Pascual, L.C. | Fuente:
Catholic.net
Hay personas que, con motivos de diverso tipo, lanzan continuamente esa breve y
estimulante pregunta: ¿por qué?
La pregunta suele ir acompañada por otras preguntas o por reflexiones de interés. ¿Por qué se saluda la gente dándose la mano? ¿Por qué un católico tiene que ir a misa? ¿Por qué el Catecismo dice que esto o aquello es pecado?
Esas preguntas (son miles y miles)
surgen muchas veces desde alguna idea previamente aceptada. En el caso de ir a
misa los domingos, por ejemplo, la idea previa podría ser que existen otros
modos de vivir la fe que harían innecesario el ir a misa.
Resulta obvio que esas personas
que suelen interpelarnos con sus preguntas no preguntan sobre todo. Quien nos
cuestiona por qué hay que abstenerse de carne los viernes de Cuaresma
seguramente no preguntará por qué en el tiempo de Pascua se invita a todos a la
alegría.
Por eso, detrás de las numerosas
preguntas sobre ciertos porqués hay dudas, o preconcepciones, o modos de
sentir, que son el motivo para buscar una respuesta a algo que no parece, a
quien hace tales preguntas, claro o convincente.
Habrá, no podemos negarlo,
algunas preguntas que surgen de una simple curiosidad. ¿Por
qué hay proyectos para explorar la superficie de Marte? Incluso en esos
casos, la pregunta se orienta a un tema de interés, surgido por la formación
previa, por libros o noticias recientes, o por otros motivos.
A veces sería bueno preguntar al
preguntador por qué pregunta sobre los viajes espaciales y no pregunta sobre
las guerras en Yemen, Sud Sudán o en algún otro lugar del planeta.
Porque, al formular esa pregunta
al preguntador, intentamos conocer qué intereses, qué presupuestos, rodean a
sus continuas preguntas sobre unos temas y a la ausencia de preguntas sobre
otros.
Estudiar a fondo las preguntas
sobre el porqué y lo que las rodea se convierte así en un camino que nos ayude
para orientar mejor las respuestas, porque así tendremos una visión mejor de
aquello que lleva a nuestro interlocutor a formularnos, con franqueza, esa
sencilla pregunta: ¿por qué?
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