En este mundo vivimos apenas en la esperanza de ver lo que por la fe creemos.
Por: Hna. María Beatriz Ribeiro Matos, EP | Fuente:
GaudiumPress.org
Los últimos rayos tenues de sol en un sábado de febrero indicaban que el astro
rey luego cedería lugar a las tinieblas de la noche. Una muda y desapercibida
melancolía ya se hacía sentir, cuando el cielo se cubrió de un magnífico
degradé: el dorado se mezcló con tonos róseos y rojizos, que, a su vez, dieron
lugar a un azul-marino. Las plantas, antes iluminadas por una luz dorada, ahora
reflejaban un discreto lila. Casi una delicadeza del sol, queriendo compensar,
con la belleza de su salida, las horas en que se ausentaría.
Una religiosa andaba por el patio contemplando extasiada ese espectáculo, cuando se deparó con un joven cabizbajo. ¿Qué hacía él por allí? ¿Por qué no había entrado a la iglesia con sus familiares?
- Soy ateo.
- ¿Ateo? - replicó la religiosa. - Tan joven... ¿No fue educado en la
fe? ¿O entonces, cómo la perdió? Mire para la naturaleza, no precisa ir muy
lejos: ¡mire la puesta de sol! ¿Cómo esa maravilla sería posible sin un Ser
Todopoderoso por detrás?
- No... Ese es un fenómeno común y fácilmente explicado por la ciencia.
En ese momento, los familiares del joven salieron de la iglesia y lo
llamaron para irse. Este no es un caso aislado en la sociedad actual. La
teología, entretanto, no se intimida delante de la comprobación racional de la
existencia de Dios. Al contrario, reúne en sí siglos de tradición y pensamiento
que pueden dar al hombre la única e ideal solución para sus inquietudes. Con
efecto, afirma el gran San Agustín que nuestro corazón fue hecho para Dios e
inquieto él está hasta que no repose en el Señor.
1. A LA LUZ DE LA RAZÓN SE CONOCE LA
EXISTENCIA, PERO NO LA ESENCIA DIVINA
Dios no
sería Dios, sin embargo, si pusiese en el alma humana la sed del infinito y la
inquietud, cuando no lo encuentra, y no pusiese al alcance los medios para que
todos llegasen a conocerlo.
Ahora,
aquí el propio Santo Tomás de Aquino presenta una objeción: el hombre es un
compuesto de espíritu y materia, y, por causa de esta su conocimiento, parte de
lo sensible: es la clásica afirmación de Aristóteles, adoptada por el Aquinate
y por San Buenaventura, que en su obra ‘Itinerarium
Mentis a Deo' así se expresa: "El
hombre, llamado de microcosmos, tiene cinco sentidos como cinco puertas, por
las cuales entra en nuestra alma el conocimiento de todas las cosas que existen
en el mundo sensible. En efecto, por la vista, entran los cuerpos sublimes: los
luminosos y los demás coloreados, por el tacto, los cuerpos sólidos y
terrestres; por los sentidos intermediarios, los cuerpos intermediarios, como
los acuosos por el paladar, los aéreos por la audición, y el olfato los
evaporables que tienen algo de la naturaleza húmeda, algo de la aérea, algo de
la ígnea o caliente, como se puede ver en el humo que de los aromas se
desprende' ".
Con todo,
Dios es puro espíritu y, siendo incorpóreo, no puede ser captado por nuestros
sentidos, de donde se podría concluir que por nuestra razón no podemos llegar
al conocimiento de Dios. Con su claridad específica, el Doctor Angélico
continúa su exposición, respondiendo él mismo su oposición.
"El conocimiento que se obtiene a través de lo sensible no puede llegar a conocer todo el poder de Dios. Consecuentemente, tampoco puede ver su esencia. Pero, como son efectos dependientes de Él como causa, en ese sentido podemos partir de los efectos para saber que Dios existe" 2.
Por
tanto, aquí está el punto de equilibrio: en esta
tierra podemos conocer la existencia y hasta algo de la esencia divina, pero
somos incapaces de conocer positivamente lo que constituye la propia deidad (esencia).
Por ahora somos cuales murciélagos que, incapaces de ver el sol, permanecen
constantemente inmersos en la oscuridad, y el sol, indiferentemente, brilla
sobre él. El sol existe y es real, pero el murciélago no tiene en su naturaleza
capacidad para verlo.
Entretanto,
tiene noticia de su existencia al sentir el calor.
2. DE LOS EFECTOS A LA CAUSA: LAS
CRIATURAS, UN REFLEJO DEL CREADOR
Conforme
arriba mencionado, partiendo de los efectos, por tanto, de las criaturas,
podemos remontar a la Causa, el Creador. En primer lugar, la primera prueba que
engloba todas las otras es el principio del mundo. Hoy en día hay muchos
adeptos a teorías que defienden la independencia del origen del mundo de un Ser
Creador. Ahora, en todas las soluciones presentadas, hay ya al inicio un error que
va contra el procedimiento normal de la naturaleza: nunca
un ser inferior da origen al superior, pero sí lo contrario. Por eso,
era imposible que el mundo pasase espontáneamente a existir sin una Mente por
detrás.
Además,
el gran San Buenaventura afirma que las cosas creadas forman una escalera que
nos conduce a Dios, un magnífico camino que comienza a la tarde, en la penumbra
de la irracionalidad de los primeros grados de la creación - son los vestigios
de Dios, continúa por la mañana, en la alborada de las criaturas inteligentes,
en las cuales el alma del propio caminante se integra, y, por último, termina
al mediodía, en el Principio Primero, esto es, en la alegría del conocimiento
de Dios y en la reverencia de su majestad 3.
¿Qué,
sin embargo, deja Dios entrever a través de lo creado que nos hace vislumbrar
como es Él? Vemos en las criaturas sucesivos
grados de perfección, participación de la Perfección infinita, o sea, divisamos
sus atributos: la Belleza, la Bondad, la Verdad, la
Omnipotencia además de un largo cortejo de perfecciones.
El
itinerario de la mente a Dios, no hay hombre, consciente de las verdades
reveladas o no que sea incapaz de hacerlo. San Pablo, en su carta a los
romanos, los reprehende duramente, afirmando como causa de su inmoralidad su
recusa de subir la "escalera" natural
rumbo a Dios:
"Mientras
lo que se puede conocer de Dios ellos lo leen en sí mismos, pues Dios lo reveló
con evidencia. Desde la creación del mundo, las perfecciones invisibles de
Dios, su sempiterno poder y divinidad, se tornan visibles a la inteligencia,
por sus obras; de modo que no se pueden excusar".
"Porque, conociendo a Dios, no lo glorificaron como Dios, ni le
dieron gracias. Al contrario, se extraviaron en sus vanos pensamientos, y se
les oscureció el corazón insensato. Pretendiéndose sabios, se tornaron
estúpidos. Cambiaron la majestad de Dios incorruptible en representaciones y
figuras de hombre corruptible, de aves, cuadrúpedos y réptiles. Por eso, Dios
los entregó a los deseos de sus corazones, a la inmundicia, de modo que
deshonraron entre sí los propios cuerpos. Cambiaron la verdad de Dios por la
mentira, y adoraron y sirvieron a la criatura en vez del Creador, que es
bendito por los siglos. ¡Amén!" (Rm
19-25)
3. ¿QUIÉN ES DIOS?
Llegamos
casi al fin del presente texto sin poder responder con éxito la cuestión al
inicio planteada. Reflexionamos sobre como la creación refleja al Creador,
vimos que llegamos a una pálida noción de cómo es Él, pero no dijimos quien es
Él.
Para
comprender a Dios, según la razón propia e íntima de Deidad, es preciso una
revelación sobrenatural; sólo la fe divina nos permite aquí abajo conocer
obscuramente el misterio de la vida íntima de Dios, pero, para saber con
evidencia lo que es la Deidad, no hay otro medio sino verla inmediatamente,
como los bienaventurados4.
Invito al
lector a compartir en el Cielo la visión que tendremos de Dios, pues en este
mundo vivimos apenas en la esperanza de ver lo que por la fe creemos. "Hoy vemos como por un espejo, confusamente; pero
entonces veremos cara a cara. Hoy conozco en parte; pero entonces conoceré totalmente,
como yo soy conocido" ( 1 Cor 12,13).
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NOTAS:
1 SAN BUENAVENTURA. Itinerario de la
mente a Dios. Capítulo 2, parágrafo 3. (Tradução pessoal).
2 S. Th. I, q.12, a.12
3 Cf. SÃO BUENAVENTURA. Itinerario de la mente a Dios. Capítulo 1, parágrafos 2
e 3.
4 GARRIGOU-LAGRANGE. Les perfections divines. 4.ed. Paris: G. Beauchesne et ses
fils, 1936. p. 41. (Tradução pessoal)
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publicado originalmente en es.gaudiumpress.org
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