He de reconocer que últimamente usaba siempre el típico Rosario de plástico que se ilumina por la noche. Una procesión de luz en la oscuridad del lecho que espanta a Satanás y lo seguiré teniendo, pero creo que un caballero católico merecía algo mejor.
El motivo no es otro que el
haber destrozado muchos Rosarios y mi escasa paciencia con ello. Llega un
momento en el que de repente se rompe por el punto más débil. Y el objeto sacro
se deshilacha en bolitas de anís. No he logrado descifrar el misterio del eslabón
perdido en la cadena del Rosario.
Por eso me hacía falta un
Rosario hecho con una cuerda recia, a prueba de bomba y ya de pasó encargué que
me lo hicieran con las cuentas bien grandes. Es una cuenta que tenía pendiente.
Bien grande para vencer el respeto humano de los católicos de la secreta que se
esconden de su fe. Me gusta rezar el Rosario caminando y sin ánimo de vanidad
ni ostentación, me agrada dar testimonio público de esta devoción que abre las
puertas del Cielo o dicho de otra manera que une el Cielo con la tierra, que
acorta la distancia entre el gozo eterno y este valle lacrimoso.
Como sabrán la mayoría de
ustedes, la Virgen lo ha pedido encarecidamente en las apariciones de Lourdes o
Fátima, por nombrar dos de las más universalmente conocidas. Ha pedido rezar el
Rosario todos los días, no ir a Misa todos los días, aunque sea muy
recomendable hacerlo. Si quieres la paz, prepárate para la guerra. Siempre,
pero más en estos tiempos vivimos una guerra encarnizada contra los enemigos
del alma: mundo, demonio y carne.
Entendemos por mundo, no las obras de la creación, sino el
espíritu del siglo opuesto al Evangelio. No puede haber nada más opuesto a ello
que la mundanidad que rebosan las nuevas babilonias del siglo XXI, cualquier
ambiente de la vida pública y social, salvo aquellos pequeños islotes de
cristiandad que aún no se han hundido en el océano del averno. Por eso es
necesario el Rosario.
La existencia del demonio es dogma de fe. El ángel caído Lucifer y la legión de
ángeles que con él se precipitaron al abismo infernal conservan su naturaleza
angélica y buscan nuestra perdición, arrebatar nuestra alma de los brazos de
Dios. Por eso es necesario el Rosario para invocar a Aquella que aplasta la
cabeza de la serpiente inmunda.
Entendemos por carne nuestra inclinación al
pecado. Es el peor de los tres enemigos por no ser externo, sino por llevarlo
dentro de nosotros. Por eso es necesario el Rosario para que la Medianera
Universal de todas las gracias nos de aquellas gracias necesarias para nuestra
perseverancia final. Pedimos que ruegue por nosotros pecadores en el momento
presente y en el de nuestra muerte.
MUNICIÓN EXTRA
Este Rosario recio, viril que
evoca a aquel que otrora llevaban los caballeros cristianos, los cruzados
cuenta con una munición extra. Está coronado por una preciosa medalla de San
Benito en forma de cruz. Un poderoso sacramental contra Satanás. También cuenta
con la Medalla Milagrosa, que tantos prodigios a obrado en la cristiandad. No
podía faltar en mi caso la medalla de la Virgen del Pilar, pues soy caballero
de tan augusta Señora, a la que dedico y consagro este blog. Completan el
pentagrama angélico una medalla de la Santa Faz de Nuestro Señor y otra del
Sagrado Corazón de Jesús.
Animo a todos los lectores,
que aún no lo hagan, a rezar diariamente el Santo Rosario. Lo ideal es rezarlo
ante el Sagrario. Y a tener un buen Rosario, pues es el arma que siempre nos
debe acompañar para la seguridad de nuestra alma. El diablo, como león
rugiente, anda buscando a quién devorar, pero si el maligno ve el Rosario sale
por patas, mucho más aún claro si se reza y más todavía si se reza con
devoción. Recuerdo la leyenda áurea de un rey castellano que se salvó por
llevar siempre a la vista de todos un Rosario colgado del cinturón. Nunca lo rezó,
pero al ver el pueblo que el rey lo llevaba, muchos lo rezaron y se
convirtieron. Si ustedes, al igual que yo, no son reyes, no les basta con
llevarlo, sino hay que rezarlo.
Perdonen por la comparación,
pero no hay mejor arma que el Rosario para derrocar a Satanás. El Santo
Rosario, rezado con devoción, es muy poderoso y nos hace invencibles en el
Corazón de María.
Por Javier Navascués
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