En el discurso salvífico hay una continuidad, que abarca el Antiguo y el Nuevo Testamento.
Por: n/a | Fuente: Mercaba.org
Centramos aquí la atención en la enseñanza oral
y escrita de la Iglesia apostólica, o sea en la cristología vista a nivel
tradicional y redacción al, considerando
así los testimonios cristológicos de la Iglesia primitiva, comenzando por los
más antiguos para pasar luego a los sinópticos, los de Pablo y de Juan.
A) LA CRISTOLOGÍA MÁS ANTIGUA.
El anuncio de la salvación traída por Jesús se
inicia en el ambiente palestino. De ese modo no ha llegado a nosotros ningún
testimonio directo, ya que todas las fuentes neotestamentarias se elaboraron en
un ambiente cultural helenístico. No obstante, en esas fuentes es posible
todavía percibir el eco de la predicación más antigua, recogido en algunas
formulaciones de fe que se remontan con toda probabilidad a los comienzos.
Concretamente se trata de "cristalizaciones"
de la predicación primitiva, cuyo objeto es primordialmente la muerte y
resurrección de Jesús.
- KERYGMA.
La primera referencia a este respecto son los
discursos referidos en el Libro de los Hechos, que anuncian sobre todo la
resurrección y glorificación de Jesús de Nazaret. Es paradigmático el discurso
de Pedro en pentecostés. Al Jesús que fue condenado a muerte, Dios lo ha
resucitado (He. 2, 32-36) y lo ha proclamado Señor, o sea partícipe de la
omnipotencia divina, y Mesías, consagrado para una misión salvífica (He. 2,
33); por tanto es Dios y salvador del hombre. Cristología y soteriología forman
aquí una unidad inseparable.
El
hombre Jesús se transforma en el salvador del hombre.
A la predicación más antigua pertenece
igualmente el texto de 1Cor 15, 1-7. En él recuerda Pablo lo que con
anterioridad ya ha anunciado, y que él mismo ha "recibido",
a saber: la muerte de Jesús por
"nuestros pecados", su sepultura y resurrección, hechos acaecidos
todos ellos "según las Escrituras". También este es un texto
cristológico de sumo valor, cuya autenticidad puede estimarse indiscutida.
- HOMOLOGÍAS.
Las homologías o fórmulas de exclamación con las
que se proclamaba la fe en Jesucristo, se encuentran entre los testimonios
cristológicos más arcaicos. Algunas aclamaciones proclaman que Jesús es el
Señor, y hasta el único Señor, e igualmente, que es el Mesías, el Cristo. Otras
en cambio, aplican a Jesús el título de Hijo de Dios, título que la Iglesia
primitiva interpreta en sentido propio.
- CONFESIONES DE FE.
Preludio de los símbolos más amplios de los
siglos sucesivos. Entre estas confesiones de fe revisten suma importancia las
que intentan expresar la identidad de Cristo, que es hombre y Dios.
- HIMNOS CRISTOLÓGICOS.
Que muy probablemente provienen de la
liturgia de la Iglesia primitiva. Y que intentan celebrar el drama divino del
Redentor, que baja del cielo para redimir a los hombres y vencer a las
potencias cósmicas hostiles después de haber sido exaltado a la gloria. En
general se distinguen por la solemnidad del estilo, por una introducción que a
menudo les precede, y por el pronombre relativo "el
cual", referido a Cristo, sin nexo directo con la introducción
misma.
Su enseñanza puede resumirse básicamente en los
siguientes términos: El Salvador es uno con Dios e
igual a él; es mediador de la creación y de la redención; baja del cielo para
vivir entre los hombres, despojándose de su poder; muere en un acto de
obediencia a Dios, siendo resucitado; realiza la reconciliación de los hombres
y del cosmos con el mismo Dios; finalmente es exaltado y colocado a la derecha
de Dios.
Tal
es la cristología de los comienzos.
B) ESTADIO PALESTINO Y HELENÍSTICO.
Desde los orígenes, la fe de la Iglesia profesa
en la predicación y en el culto la presencia de un salvador que es el mesías,
su muerte y su resurrección por los pecados de los hombres, así como su unidad
con Dios. Profundizar la comprensión de este núcleo revelado a fin de
expresarlo mejor y hacerlo más accesible fue la tarea a la que se entregó la
Iglesia del siglo I, valiéndose para ello de aquellas categorías contemporáneas
que parecían más idóneas.
I AMBITO PALESTINO.
En el ámbito palestino son tres los títulos
principales que la comunidad atribuyó a Jesús para designar su dignidad
mesiánica y divina. Así "Maran (a)" que significa
Señor. Título que se encuentra en el original arameo, también en el Nuevo
Testamento (1Cor 16, 22; Ap. 22, 20), en un contexto manifiestamente litúrgico.
Jesús es calificado también como "Bar Nasha", el Hijo del hombre, que
debe venir para el juicio final. Título que arranca del mismo Jesús (Mt.26, 64
par.), que tiene un doble significado en su aspecto celeste y terrestre,
resultando así un modo de expresar en el ambiente palestino el misterio de
Cristo, que es Dios y hombre; el mismo sujeto desarrolla un ministerio
terrestre a favor de los pecadores, y tiene el poder de juzgar a los hombres
con autoridad divina.
Por último, el tercer título, el de Mesías, que
según es sabido, en el ámbito palestino significaba "ungido"
(Christós), y que designaba justamente por lo general al rey de Israel.
II AMBITO HELENÍSTICO.
Los títulos recién expresados de Señor, Hijo del
hombre, y Mesías, tenían un diverso valor para un judío y para el que provenía
del paganismo. En el mundo helenístico las categorías bíblicas eran
desconocidas; su atención iba más dirigida a la dimensión ontológica de la
salvación que a la funcional. Salvación que se consideraba abierta a todos los
hombres y obra de un ser celeste enviado a liberar al alma humana de la cárcel
de la materia.
Sin embargo, esta especie de gnosis ante
litteram no ofreció los contenidos a la fe cristológica, como estimaban
Bultmann y su escuela.
Los textos en los que se inspiró fueron sobre
todo sapienciales, en los que se presentó a Jesús como la sabiduría, el Logos
del Padre hecho persona.
C) EL CRISTO DE LOS SINÓPTICOS.
- MARCOS.
El evangelio de Marcos, que es el primero en
orden cronológico. Ante todo, en él Jesús es designado como el Cristo (Mc.
1,1.14), el mesías esperado por Israel. Además es llamado con frecuencia el
Hijo del hombre. En cuanto tal, es el que vendrá con poder para el juicio final
(Mc. 8, 38); pero frecuentemente este título remite también a la existencia
terrena de Jesús, sobre todo al misterio pascual (Mc. 2, 10,28).
Sin embargo en Marcos, el título más importante
es el de Hijo de Dios que aparece en diversos textos como el encabezamiento del
evangelio, el de la lucha de los demonios, el de la transfiguración, y el de la
crucifixión. Siendo así que las relaciones de Jesús con Dios entran, según
Marcos, en el plano de una filiación propia y única de la que Jesús es
plenamente consciente.
Característica de Marcos universalmente conocida
es el llamado "secreto mesiánico", o
sea, el misterio de la identidad mesiánica y divina de Jesús. Que sólo se pone
plenamente de manifiesto a los discípulos después de la muerte y la
resurrección, que son el centro final de atracción de todo el evangelio. Con lo
que Marcos relaciona la cristología con la soteriología.
- MATEO.
En el evangelio de Mateo, la cristología se
presenta más articulada, además fuertemente marcada por la experiencia de la
comunidad cristiana en la que maduró, ya que es de origen judío. Y presenta
aspectos nuevos de la personalidad de Jesús, como son el verle como nuevo
legislador y sabiduría de Dios; como el mesías, que es más grande que el templo, pero descendiente de Abraham y de
David; como el que cumple las escrituras.
Sin embargo, se encuentran también los rasgos
comunes a la tradición apostólica en la que se inspira Mateo. Y así Jesús es el
Señor, es el Mesías, el Cristo, el Hijo de David, el Hijo del hombre. Pero
estos títulos son insuficientes para definir por sí solos la personalidad de
Jesús; por eso añade Mateo el de Hijo del Dios vivo (Mt. 16,16), o bien Señor
(Mt. 15,22; 20,30). Finalmente Jesús es designado como el Hijo que tiene una
relación única con el Padre. Si bien, en este evangelio falta la intención de
definir la personalidad de Jesús en el plano ontológico, ya que la presentación
que de él se hace en el mismo, corresponde más a categorías bíblicas.
- LUCAS.
La enseñanza de Lucas recoge la mayoría de los
contenidos que hemos visto en Mateo. Siendo sus rasgos característicos los
derivados de la consideración que hace de la existencia de Jesús en el marco de
la historia de salvación. Apareciendo Cristo como la culminación de la espera
veterotestamentaria, pero también como el principio del nuevo periodo de la
historia salvífica, que a través de la predicación apostólica abarca a todos
los pueblos. En particular, la historia salvífica se explica toda ella a partir
de la resurrección gloriosa de Jesús; sólo el encuentro con el Resucitado
aclara el sentido de las Escrituras (Lc. 25,45) y da principio a la misión.
Naturalmente Lucas también emplea los títulos
tradicionales asociándolos entre sí. Subrayando especialmente la bondad de
Jesús; Lucas se complace en insistir en su misericordia con los pecadores, le
gusta contar escenas de perdón y subraya la ternura de Jesús con los pobres y
los humildes. Jesús es imagen del Padre, de un Padre infinita e inesperadamente
misericordioso.
D) LA CRISTOLOGÍA DE PABLO.
En la reflexión cristológica de Pablo entran
diversos elementos, los principales son: la revelación que Jesús le hizo
personalmente (Gal.1,12), la aportación de la tradición eclesial, la
experiencia de predicador y fundador de comunidades cristianas y, además, su
experiencia en la cárcel. En su cristología se da una profundización homogénea,
que a través de tres movimientos, pasa de la enseñanza soteriológica de
la Iglesia primitiva, centrada toda ella en el acontecimiento pascual y en la
parusía a la participación del creyente en la vida misma del Resucitado
mediante la justificación , para llegar finalmente a la reflexión sobre el
misterio de la persona de Jesús. En cuanto a las cartas pastorales, siguen
presentando a Jesús en la perspectiva soteriológica como único salvador del
hombre.
Así Jesucristo es presentado como preexistente
junto al Padre: es de naturaleza divina, igual a
Dios: a pesar de ello, se despojó de esta dignidad y se hizo hombre, adoptando
la condición de siervo y obedeciendo hasta la muerte, por lo cual Dios lo
resucitó y le proclamó Señor (Flp. 2,6-11). Este Cristo es además imagen
del Dios invisible, engendrado antes que toda criatura.
En cuanto a los títulos cristológicos recordamos
lo más importantes y que más se repiten. Pablo se dirige a Jesús llamándole
Cristo, también Señor, y le reconoce un "nombre
por encima de todo nombre" (Flp. 2,9-11); e Hijo de Dios.
Finalmente señalar que en cuanto al valor de los
títulos de Señor y de Hijo de Dios, no sólo significan la filiación eterna
(preexistencia) de Jesús, sino también indirectamente su divinidad. En
particular, el título de Señor coloca a Jesús en la intimidad inaccesible de la
subsistencia divina; si puede preexistir respecto a las criaturas, es porque
está siempre junto al Padre.
E) JESUCRISTO EN LOS ESCRITOS DE JUAN.
La cristología de Juan constituye la cima del
desarrollo doctrinal del Nuevo Testamento. A pesar de su originalidad, está en
continuidad con la de Pablo y con la de los sinópticos. Además, aquí más que en
ningún sitio, la cristología está vinculada a la soteriología, según se
desprende del mismo prólogo del evangelio y, de modo sintético, de su
conclusión (Jn. 20,31).
En particular, del prólogo se sigue que el
Logos, la Palabra de Dios, designa a Cristo salvador tal como por Dios Padre fue
previsto en el Hijo en el origen de los tiempos, y que realizó el plan divino.
Este plan se lleva a cabo plenamente en Cristo; él es el mediador único y
definitivo, gracias al cual existe la creación, se da la vida, y la luz de la
verdad brilla en el mundo. Él es el
salvador de los gentiles (Jn. 1,1-9), y también de Israel (Jn. 1,14-18). Y todo
ello se debe al hecho de ser él el Hijo único, presente desde siempre en el
seno del Padre.
Juan aplica a Jesús muchos títulos, que toma de
la tradición histórica: títulos que lo califican con referencia a su condición
humana ( maestro) y a la gloriosa de resucitado (Señor); títulos que Jesús
acepta con reservas (mesías, profeta y rey), por entenderlos mal sus
contemporáneos; títulos que manifiestan su dignidad divina (Hijo de Dios, Hijo
del hombre, Hijo unigénito, Salvador, Logos y Dios).
Otro contexto importante en el que destaca la
identidad de Jesús son los relatos de los milagros. En Juan los milagros son
signos que, desde la vida pública a su muerte y resurrección, revelan
progresivamente la presencia en Jesús de la gloria de Dios y su misión de
salvador del hombre. Siendo el punto culminante de la autorrevelación de Jesús
el discurso de la última cena.
No hay comentarios:
Publicar un comentario