EN SU PRIMER ACTO OFICIAL EN MALTA EL PAPA PRONUNCIÓ UN DISCURSO ANTE LAS AUTORIDADES Y EL CUERPO DIPLOMÁTICO
PRIMERA JORNADA DEL VIAJE INTERNACIONAL DE FRANCISCO
El Papa Francisco ya está en
Malta, en
un viaje corto de apenas 36 horas al corazón del Mar Mediterráneo para “seguir las huellas de San Pablo”. Se trata de una isla con una historia
milenaria, cruce de todo tipo de culturas y lugar al que llegó el apóstol de
los gentiles tras un naufragio, tal y como relatan los Hechos de los Apóstoles.
Pero también es, sin duda,
una visita marcada por la guerra en Ucrania y una invasión por parte de Rusia que se
alarga desde hace más de un mes. Y ya desde el propio avión que llevó a
Francisco de Roma a Malta se notó que este gran conflicto bélico iba a ser
protagonista.
En el vuelo el Pontífice fue
preguntado por los periodistas que le acompañaban a bordo sobre si existía la posibilidad que viajase a Kiev, capital de Ucrania, tras la invitación del
propio presidente Zelenski y del alcalde de la ciudad.
“Sí, está sobre la
mesa”, ha respondido el Papa, dejando así la puerta abierta a un viaje a un
país en plena guerra, lo que sería un golpe de efecto para el bando ucraniano y
de apoyo para los ciudadanos del país. De hecho, en estas semanas, varios
mandatarios internacionales e incluso la presidenta del Parlamento Europeo han
viajado hasta Kiev para entrevistarse con Zelenski.
En su primer acto oficial en
Malta, Francisco ha pronunciado un discurso ante las
autoridades y el cuerpo diplomático donde
igualmente la situación de Ucrania ha flotado todo el tiempo en el ambiente.
“Vuestros
antepasados ofrecieron hospitalidad al apóstol Pablo cuando se
dirigía a Roma, tratándolo a él y a sus compañeros de viaje con una
‘cordialidad fuera de lo común’”, comenzó
el Papa, definiendo Malta como “el corazón del
Mediterráneo”.
“Malta puede ser
definida el corazón del Mediterráneo. Pero no sólo por su posición: el
entramado de acontecimientos históricos y el encuentro de los pueblos hacen de
estas islas, desde milenios, un centro de vitalidad y de cultura, de
espiritualidad y de belleza, una encrucijada que ha sabido acoger y armonizar
influjos provenientes de muchas partes. Esta diversidad de influencias hace
pensar en la variedad de vientos que caracterizan al país. No es casual que en
las antiguas representaciones cartográficas del Mediterráneo la
rosa de los vientos se colocara a menudo cerca de la isla de Malta”, agregó Francisco, que
utilizó esta imagen de la rosa de los vientos para hilvanar su discurso.
Sus palabras sobre la guerra
quedaron enmarcadas en el viento proveniente del este, desde donde “han llegado las tinieblas de la guerra”.
“Pensábamos que las
invasiones de otros países, los brutales combates en las calles y las amenazas
atómicas fueran oscuros recuerdos de un pasado lejano. Pero
el viento gélido de la guerra, que solo trae muerte, destrucción y odio, se ha
abatido con prepotencia sobre la vida de muchos y los días de todos”, afirmó el Papa.
En una clara referencia a
Vladimir Putin aunque sin citarle directamente señalaba Francisco: “mientras una vez más algún poderoso,
tristemente encerrado en las anacrónicas pretensiones de intereses
nacionalistas, provoca y fomenta conflictos, la gente común advierte la necesidad de construir un futuro que,
o será juntos, o no será. Ahora, en la noche de la guerra que ha caído sobre la
humanidad, por favor, no hagamos que desaparezca el sueño de la paz”.
De este modo, recordó como en
plena guerra fría “desde la cuenca mediterránea se
elevó una voz contracorriente, que a la exaltación de la propia parte opuso
un impulso profético en nombre de la fraternidad universal”.
Y citó para ello a Giorgio La
Pira, que dijo: “’La coyuntura histórica que
vivimos, el choque de intereses e ideologías que sacuden a la humanidad, presa
de un increíble infantilismo, restituyen al Mediterráneo una
responsabilidad capital: definir nuevamente las normas de una Medida donde el
hombre, abandonado al delirio y a la desmesura, pueda reconocerse’
(Intervención en el Congreso Mediterráneo de la Cultura, 19 febrero 1960). Son
palabras actuales podemos repetirlas porque tienen una gran actualidad”.
Por ello, el Santo Padre denunció
que ese “infantilismo” que denunciaba La
Pira “lamentablemente, no ha desaparecido. Vuelve
a aparecer prepotentemente en las seducciones de la autocracia, en los nuevos
imperialismos, en la agresividad generalizada, en la incapacidad de
tender puentes y de comenzar por los más pobres. Hoy es muy difícil pensar con
la lógica de la paz, nos hemos acostumbrados a pensar con la lógica de la
guerra”.
“Es aquí donde
comienza a soplar el viento gélido de la guerra, que también esta vez ha sido alimentado a lo
largo de los años. Sí, la guerra se fue preparando desde hace mucho tiempo, con
grandes inversiones y comercio de armas. Y es triste ver cómo el entusiasmo por
la paz, que surgió después de la segunda guerra mundial, se haya debilitado en
los últimos decenios, así como el camino de la comunidad internacional, con
pocos poderosos que siguen adelante por cuenta propia, buscando espacios y
zonas de influencia. Y, de este modo, no solo la paz, sino tantas grandes
cuestiones, como la lucha contra el hambre y las desigualdades han sido de
hecho canceladas de las principales agendas políticas”, agregó el Papa.
Pero el Papa no habló únicamente
del viento del este. Dijo que los vientos que soplan en Malta
son del noroeste, que evocan a Europa y Occidente.
“El viento del
norte a menudo se mezcla con el que sopla del oeste. Este país europeo,
particularmente en su juventud, comparte, en efecto, los estilos de vida y de
pensamiento occidentales. De esto proceden grandes bienes -pienso en los
valores de la libertad y de la democracia-, pero también riesgos
que es necesario vigilar, para que el afán de progreso no lleve a apartarse de
las raíces”, alertó Francisco.
Volvió a denunciar la “colonización ideológica” que va en contra del “derecho a la vida, desde el momento
de la concepción, o incluso antes”. Recalcó que “en el fundamento de
un crecimiento sólido está la persona humana, el respeto a la vida y a la
dignidad de todo hombre y de toda mujer”.
“Los animo
a seguir defendiendo la vida desde el inicio hasta su fin natural, pero también a protegerla en todo momento del
descarte y del abandono. Pienso especialmente en la dignidad de los
trabajadores, de los ancianos y de los enfermos. Y en los jóvenes, que corren
el peligro de desperdiciar el bien inmenso que son, persiguiendo espejismos que
dejan tanto vacío interior. Es lo que provocan el consumismo exacerbado, la
cerrazón ante las necesidades de los demás y la plaga de la droga, que sofoca
la libertad creando dependencia. ¡Protejamos la belleza de la vida!”, exhortó el Papa.
Al hablar de los vientos del sur
citó la “cuestión migratoria”. En su opinión, “no es
una circunstancia del momento, sino que marca nuestra época; lleva consigo las
deudas de injusticias pasadas, de tanta explotación, de los cambios climáticos,
de los desventurados conflictos cuyas consecuencias hay que pagar. Desde el
sur, pobre y poblado, multitud de personas se trasladan hacia el norte más
rico. Es un hecho que no se puede rechazar con cerrazones anacrónicas, porque
en el aislamiento no habrá prosperidad ni integración”.
En este sentido, agregó que “la expansión de la emergencia migratoria -pensemos en los refugiados de
la martirizada Ucrania- exige respuestas amplias y compartidas. No
pueden cargar con todo el problema solo algunos países, mientras otros
permanecen indiferentes. Y países civilizados no pueden sancionar por interés
propio acuerdos turbios con delincuentes que esclavizan a las personas.
Lamentablemente esto sucede. El Mediterráneo necesita la corresponsabilidad
europea, para convertirse nuevamente en escenario de solidaridad y no ser la
avanzada de un trágico naufragio de civilizaciones. El Mare nostrum no
puede convertirse en el cementerio más grande de Europa”.
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