Los retratos... cuánto me gustan. Este de hoy es sublime. No lo suelo hacer, pero hoy he leído todos vuestros comentarios. Agradezco tantas cosas afectuosas que habéis dicho. El que me ha provocado una estruendosa risotada, literalmente, ha sido Leonardo, cuando ha escrito: El que mucho se despide... pocas ganas tiene de partir.
Sí, es
cierto, es cierto, la de veces que me he despedido. Me encanta el género
biográfico de la despedida. Tiene un algo... que me embelesa. Por eso me gustó
tanto El general en su laberinto o la parte final de Memorias
de Adriano.
No, no me
interesan tanto las biografías cuando cantan las loas del héroe en su juventud,
del emprendedor en su madurez. Los jóvenes me parecen tan inaguantablemente
engreídos. Los hombres maduros que han triunfado me parecen tan insufribles en
su ceguera.
La parte que
más me gusta es la del hombre anciano que se despide. Esa parte me parece de un
sabor sublime, de una sinceridad insuperable. Insuperable a condición de que se
escriba ya en la recta final.
No creo
estar en la recta final, pero sí que me siento, en cierto modo, como al final
de la madurez. Siempre he fijado el final de la madurez en los sesenta años: a los 20 el final del “comienzo de la vida”, a los 40 el
final absoluto de la juventud, a los 60 el final de la madurez.
Me han
parecido entrañables las palabras de Osiel. Pero no, te lo digo con total
sinceridad, no te castigues a ti mismo con tanto ensayo. La parte con la que
mejor te lo pasarás es con las novelas. Avanza por ellas mientras te sea grata
su lectura. Con el corazón en la mano te digo que mi trabajo buscó lectores,
pero no la inmolación de ninguno. Para mí leer mi propia obra entera sería una
carga difícil de soportar.
Me ha
sorprendido que Bakhita haya leído Libro
cuadrado y le haya gustado. No
creía que fuera un género que la complaciese. También me ha sorprendido que
Jorge haya leído La decadencia de las columnas
jónicas. Siempre pienso que es un libro con menos lectores que los
dedos de mis dos manos. Por lo menos que lo hayan acabado.
Quiero
aclarar que estoy sano. No tengo ninguna enfermedad que me haga pensar en una
muerte temprana. De hecho, no tengo ninguna enfermedad. Pero desde que tenía
quince años me encantaba la imagen de un anciano senador retirado en su villa
que vive serenamente, de forma sencilla, con un huerto, sus últimos años.
Mi huerto es
este blog. Mi villa es mi piso. También yo participé en batallas. También yo
hablé en el foro. Ahora me deleito en saborear la vejez. Una etapa que deseo
aceptar con cada una de sus penalidades y alegrías. Lo creáis o no, sois una
alegría para mí.
Este es el
único escrito donde tengo un diario contacto con mis lectores. Aunque "lectores" me parece haceros de menos... compañeros.
P. FORTEA
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