Decían de él que era un «católico practicante» porque practicaba la misa.
Solo
le faltaba practicar el evangelio para empezar a ser católico.
Su
preocupación obsesiva era: «¿Esta misa me vale para mañana?»
Se
curó de su obsesión el mismo día que descubrió al prójimo y se convirtió por la
palabra de Dios: «Misericordia quiero y no sacrificio»
Desde
aquel día le empezaron responder todas las misas y además perdió la obsesión de
preguntar.








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