Los Apóstoles y los primeros discípulos de Cristo al ir fundando comunidades cristianas fueron adaptando elementos de las culturas donde iban evangelizando.
Por: Daniel Caliz | Fuente:
http://www.catequesisdeadultos.blogspot.mx
Los Apóstoles y los primeros discípulos de
Cristo al ir fundando comunidades cristianas fueron adaptando elementos de las
culturas donde iban evangelizando. Ejemplo de esto son los Ritos Litúrgicos (o
sea la forma particular y propia como celebramos la Eucaristía y todos los
actos litúrgicos). Si vamos a la India (Rito Sirio Malabancar & Rito Sirio
Malabar) y a Egipto (Rito Cóptico) varemos que celebran la Eucaristía de formas
distintas.
INCLINAR LA RODILLA
La genuflexión es un gesto por medio del cual los fieles cristianos
adoran a Jesucristo presente en las especies eucarísticas (el pan y el vino
consagrados). En la iglesia latina, este gesto consiste en flectar o doblar
brevemente la rodilla derecha hasta el suelo, con el torso erguido, al pasar
por frente del sagrario cuando el Santísimo Sacramento está reservado, o al
entrar a una iglesia si el sagrario es inmediatamente visible.
Adicionalmente, en las acciones litúrgicas como el rezo de Vísperas, la
genuflexión se hace también ante el Crucifijo. “Al
nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los
abismos, y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre: «Jesucristo es el Señor»” (Fil. 2, 10-11). “Porque está
escrito: Juro que toda rodilla se doblará ante mí y toda lengua dará gloria a
Dios, dice el Señor. Por lo tanto, cada uno de nosotros tendrá que rendir
cuenta de sí mismo a Dios” (Rm. 14, 11).
MIÉRCOLES DE CENIZA: EL
INICIO DE LA CUARESMA
La imposición de las cenizas nos recuerda que nuestra vida en la tierra es
pasajera y que nuestra vida definitiva se encuentra en el Cielo. Las palabras
que se usan para la imposición de cenizas son: “recuerda
que polvo eres y al polvo has de volver"; “arrepiéntete y cree en el
Evangelio”; y “concédenos, Señor, el perdón
y haznos pasar del pecado a la gracia y de la muerte a la vida”.
Antiguamente los judíos acostumbraban cubrirse de ceniza cuando hacían algún
sacrificio y los ninivitas también usaban la ceniza como signo de su deseo de
conversión de su mala vida a una vida con Dios.
En los primeros siglos de la Iglesia, las personas que querían recibir el
Sacramento de la Reconciliación el Jueves Santo, se ponían ceniza en la cabeza
y se presentaban ante la comunidad vestidos con un "hábito
penitencial". Esto representaba su voluntad de convertirse.
En el año 384 d.C., la Cuaresma adquirió un sentido penitencial para todos los
cristianos y desde el siglo XI, la Iglesia de Roma acostumbra poner las cenizas
al iniciar los 40 días de penitencia y conversión.
Las cenizas que se utilizan se obtienen quemando las palmas usadas el Domingo
de Ramos de año anterior. Esto nos recuerda que lo que fue signo de gloria
pronto se reduce a nada.
También, fue usado el período de Cuaresma para preparar a los que iban a
recibir el Bautismo la noche de Pascua, imitando a Cristo con sus 40 días de
ayuno.
La imposición de ceniza es una costumbre que nos recuerda que algún día vamos a
morir y que nuestro cuerpo se va a convertir en polvo. Nos enseña que todo lo
material que tengamos aquí se acaba. En cambio, todo el bien que tengamos en
nuestra alma nos lo vamos a llevar a la eternidad. Al final de nuestra vida,
sólo nos llevaremos aquello que hayamos hecho por Dios y por nuestros hermanos
los hombres.
Cuando el sacerdote nos pone la ceniza, debemos tener una actitud de querer
mejorar, de querer tener amistad con Dios. La ceniza se le impone a los niños y
a los adultos.
EL SALUDO DE LA PAZ
El Misal describe así el gesto de la paz: Los fieles "imploran
la paz y la unidad para la Iglesia y para toda la familia humana, y se expresan
mutuamente la caridad, antes de participar de un mismo pan" (IGMR
56b). Hay que recordar que se trata de la paz de Cristo. "Mi paz os dejo, mi paz os doy". El
saludo y el don del Señor que se comunica a los suyos en la Eucaristía. No una
paz que conquistemos nosotros con nuestro esfuerzo, sino que nos concede el
Señor.
Es un gesto de fraternidad cristiana y eucarística. Un gesto que nos hacemos
unos a otros antes de atrevernos a acudir a la comunión. Porque para recibir a
Cristo nos debemos sentir hermanos y aceptarnos los unos a los otros. Todos
somos miembros del mismo Cuerpo, la Iglesia de Cristo. Todos estamos invitados
a la misma mesa eucarística. Darnos la paz es un gesto profundamente religioso,
además de humano. Está motivado por la fe más que por la amistad: reconocemos a
Cristo en el hermano al igual que lo reconocemos en el pan y el vino.
AMÉN
La palabra "amén" significa
"que así sea", esto implica un compromiso serio, y un compromiso bien
serio. El Padre Nuestro es la oración perfecta por excelencia porque tiene 7
peticiones. El número 7 es sinónimo de plenitud y perfección en la Biblia. Cada
vez que rezamos en el "Padre Nuestro" (o
cualquier otra oración) y termínanos con la palabra amén le estamos pidiendo a
Dios que lo que dice e implica esa oración se haga realidad en cada aspecto de
nuestra vida.
La palabra "amén" la encontramos
por primera vez en el Primer Libro de las Crónicas. "¡Den
gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor! Díganle:
‘¡Sálvanos, Dios de nuestra salvación! Congréganos y líbranos de las naciones,
para que demos gracias a tu santo Nombre y nos gloriemos en tu alabanza’.
¡Bendito sea el Señor, el Dios de Israel, desde siempre y para siempre!”. Y
todo el pueblo respondió: “¡Amén!”. “¡Alabanza al
Señor!” (1Cron. 16, 34-36).
Velas encendidas
Cristo, es la luz verdadera del mundo y de nuestras vida. Esa es la luz
inagotable que nos da el calor de su gracia divina. ¿Cuál
es el simbolismo de la luz en la liturgia? En la Biblia es a Dios a
quien radicalmente se aplica el lenguaje relativo a la luz. Dios "habita en una luz inaccesible" (1 Tim
6,16), "Dios es Luz, en El no hay tiniebla
alguna" (1 Jn. 1,5). O, como dice inspiradamente el Salmista, "Dios mío, qué grande eres, vestido de esplendor y majestad, arropado
de luz como de un manto" (Salmo
104,2).
¿Cómo expresar lo que es Dios—verdad, vida, amor—si
no es recurriendo a este simbolismo tan profundo y sencillo a la vez, sutil y
expresivo, de la luz? No es nada extraño que las Plegarias Eucarísticas,
como la 4a. del Misal, alaben a Dios afirmando de Él que es "Luz sobre toda luz" y que creó todas
las cosas "para alegrar su multitud con la
claridad de tu gloria".
Pero cuando hablamos de la luz en liturgia, o cuando la hacemos entrar en el
juego de los símbolos, es a Cristo sobre todo a
quien nos referimos. Es una de las imágenes preferidas en el Evangelio:
"la Palabra era la Luz verdadera que ilumina a todo hombre"
(Jn. 1,9): pero el mundo no le recibió y prefirió la tiniebla; "yo soy la Luz del mundo: el que me siga no caminará
en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida" (Jn. 8,12):
palabras que proclamó Jesús precisamente en la fiesta de las Tiendas, la fiesta
de las luces en el Templo de Jerusalén. Ya el anciano Simeón, en la
Presentación de Jesús, había pronunciado las proféticas palabras: "Luz para iluminar a las naciones" (Lc.
2,32).
Si la primera página de la Biblia (Gen 1,3) se abría con la luz creada por Dios, como comienzo de toda vida, la última (Ap. 21,23ss) nos dirá que la
nueva Ciudad, la Jerusalén del cielo, no necesitará ya de la luz del sol ni de
la luna, "porque la ilumina la gloria de Dios
y su lámpara es el Cordero... allí no habrá noche". No es extraño
que la celebración litúrgica cristiana, en su "gramática
simbólica", acepte este filón de la luz para sus fiestas de Navidad
y de Pascua, principalmente. O que el Credo afirme que Cristo es "Luz de Luz"...
COLORES LITÚRGICOS
En los varios períodos del año litúrgico los cristianos oran con sentimientos
diversos evocadas también por los colores de las vestiduras litúrgicas. El
blanco se usa en tiempo pascual, tiempo de navidad, fiestas del Señor, de la
Virgen, de los ángeles, y de los santos no mártires. Es el color del gozo
pascual, de la luz y de la vida. El rojo se usa el Domingo de Ramos, el Viernes
Santo, Pentecostés, fiesta de los apóstoles y santos mártires. Significa el don
del Espíritu Santo que nos hace capaces de testimoniar la propia fe aún hasta
derramar la sangre en el martirio. El verde se usa en el tiempo ordinario
(período que va desde el Bautismo del Señor hasta Cuaresma y de Pentecostés a
Adviento). Expresa la juventud de la Iglesia, el resurgir de una vida nueva. El
morado nos indica la esperanza, el ansia de encontrar a Jesús, el espíritu de
penitencia; por eso se usa en adviento, cuaresma y liturgia de difuntos.
¿POR QUÉ LLAMAMOS “PADRE” AL
SACERDOTE?
Acaso no lo prohibió Jesús en Mateo 23, 8-10… “Ustedes,
no se dejen llamar Maestro, porque no tienen más que un Maestro, y todos
ustedes son hermanos. No llamen Padre a nadie en la tierra, porque ustedes
tienen un solo Padre, el que está en el Cielo. Tampoco se dejen ustedes llamar
Guía, porque ustedes no tienen más Guía que Cristo.”
Para interpretar la Biblia correctamente hay que tener en cuenta varios
factores: (hay que leer los versículos con su contexto…) Si se leen los
versículos a continuación (11 & 12) se puede ver que el propósito de Jesús
es enseñarnos que no debemos presumir y no creernos superiores por ser padres,
maestros, catequistas, o líderes en algún ministerio de la Iglesia. “El más grande entre ustedes se hará el servidor de
todos. Porque el que se pone por encima, será humillado, y el que se rebaja,
será puesto en alto” (Mateo 23, 11-12).
Hay que interpretar a la luz de la Biblia completa. San Pedro, San Pablo y San
Juan se identifican así mismo como padres espirituales. San Pedro llama al
Evangelista Marcos “hijo”: “La Iglesia de
Babilonia, que ha sido elegida como ustedes, los saluda, lo mismo que mi hijo
Marcos. Salúdense los unos a los otros con un beso de amor fraternal. Que
descienda la paz sobre todos ustedes, los que están unidos a Cristo” (1Pe
5, 13).
De igual forma San Pablo se considera padre espiritual. “Porque, aunque tengan diez mil preceptores en Cristo, no tienen
muchos padres: soy yo el que los ha engendrado en Cristo Jesús, mediante la
predicación de la Buena Noticia. Les ruego, por lo tanto, que sigan mi ejemplo.
Por esta misma razón les envié a Timoteo, mi hijo muy querido y fiel en el
Señor; él les recordará mis normas de conducta, que son las de Cristo, y que yo
enseño siempre en todas las Iglesias” (1Cor. 4, 15-17).
San Juan no se cansa de llamar a los bautizados de las comunidades cristianas. “Hijos, les escribo porque sus pecados han sido
perdonados por el nombre de Jesús. Padres, les escribo porque ustedes conocen
al que existe desde el principio. Jóvenes, les escribo porque ustedes han vencido
al Maligno. Hijos, les he escrito porque ustedes conocen al Padre. Padres, les
he escrito porque ustedes conocen al que existe desde el principio. Jóvenes,
les he escrito porque son fuertes, y la Palabra de Dios permanece en ustedes, y
ustedes han vencido al Maligno” (1Jn. 2, 12-14).
Hay que entender la Palabra de Dios (Biblia) con la ayuda de la Tradición
Apostólica. Las Fuentes de la Revelación Divina (Palabra de Dios) son la
Tradición Apostólica (Palabra Hablada y Pregonada) y la Biblia (Palabra
Escrita). “Jesús hizo también muchas otras cosas.
Si se las relatara detalladamente, pienso que no bastaría todo el mundo para
contener los libros que se escribirían” (Jn. 21, 25). Como ejemplo
podemos utilizar el relato de la Verónica del Vía Crucis (sexta estación) es
parte de la Tradición Oral de la Iglesia y no está en la Biblia.
BAUTISMO DE NIÑOS:
Cuando nos pregunten, ¿Dónde en la Biblia dice que bauticen a los niños? Podríamos muy bien responder con otra pregunta: ¿Dónde en la Biblia dice que solo se bauticen a los adultos?
El Bautismo como sacramento (o sea signo sensible) es un don para la salvación,
incluso para los niños. Entre los primeros cristianos ya era común el bautismo
de niños. “Había entre ellas una, llamada Lidia,
negociante en púrpura, de la ciudad de Tiatira, que adoraba a Dios. Mientras
escuchaba, el Señor le abrió el corazón para que aceptara las palabras de
Pablo. Después de bautizarse, junto con su familia, nos pidió: «Si ustedes
consideran que he creído verdaderamente en el Señor, vengan a alojarse en mi
casa»; y nos obligó a hacerlo” (Hch. 16, 14-15). Para poder entender
esto hay que tener bien claro cuál era el orden social de la época. El mismo
tenía el siguiente orden; hombre, mujer, hijos, esclavos y animales. Cuando se
bautizaba a toda la familia incluía a los esclavos y por consecuencia lógica a
los niños.
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