lunes, 5 de agosto de 2019

IR A UNA PLAYA MASIFICADA ES OCASIÓN DE PECADO, ESTOY HARTO DE QUE MUCHOS CATÓLICOS ME DIGAN LO CONTRARIO

Son muy pocos los católicos que tienen verdadero celo por vivir la santa pureza, la virtud en grado heroico, evitando como la peste aquellos lugares que pueden ser ocasión de pecado y por consiguiente un peligro para la salvación eterna.

Hay una laxitud muy grande y se ha perdido el sentido de pecado, de la ofensa a Dios y el meditar en la eternidad del infierno y su trascendencia. Nos olvidamos que se puede pecar de pensamiento, de palabra, de obra y de omisión. No somos conscientes de nuestra debilidad y de que es muy fácil ofender al Señor si bajamos lo más mínimo la guardia. Somos pecadores y a lo largo del día cometemos un buen número de pecados veniales. Hay que luchar por combatir el pecado venial, especialmente el pecado venial deliberado (a sabiendas), que endurece el alma y nos predispone para el pecado mortal.
En el tema de la santa pureza, del sexto y noveno mandamiento, no hay parvedad de materia, lo que quiere decir que todo pecado deliberado y consciente contra la santa pureza es de suyo grave. No se puede pecar venialmente contra la pureza. Otra cosa es que tengamos un mal pensamiento y no lleguemos a consentir, pero si consentimos a sabiendas es de suyo grave.
Sabiendo esto y conscientes de nuestra debilidad (el espíritu está presto, pero la carne es débil) debemos extremar las precauciones en esta materia. No solo se peca contra la pureza con actos impuros (de suyo graves como hemos dicho) sino se puede pecar fácilmente de palabra, de pensamiento y de omisión. Por eso debemos evitar todo aquello que sea una ocasión de pecado (una película sensual, una novela erótica, una revista indecente, determinadas imágenes de internet, anuncios por la calle, curiosidad en las miradas etc… Esto es de cajón, pues tras caer en la curiosidad es muy fácil que venga el consentimiento y la delectación en algo que tanto atrae a la naturaleza caída. Siempre está la tentación de lo prohibido, que como una espada de Damocles, amenaza nuestro estado de gracia, que pende de un hilo.
De la misma manera si queremos ser santos y no pecar, no poner en riesgo nuestra salvación eterna, debemos evitar aquellos lugares que sean ocasión de pecado. Y es tan evidente que las playas, hoy en día tan masificadas, son una ocasión de pecado que no habría casi necesidad de demostrarlo, aunque lo vamos a hacer.
La mayoría de católicos tristemente consideran que no pasa nada por ir a la playa, pues es lo más natural y no hay que ver pecado en todos los lados. Efectivamente concedo que la playa en sí, bañarse en el mar, no es algo malo… es algo creado por Dios. Pero bien es cierto que, quitando algunas playas solitarias de difícil acceso, la mayoría de playas de la actualidad se pueden considerar seminudistas, pues los trajes de baños son cada vez más ligeros y el topless es una práctica generalizada. Está plenamente demostrado que, salvo en caso de individuos asexuados, la mayoría de personas no permanecen indiferentes en determinados ambientes como pueden ser las playas hoy en día y reaccionan a los estímulos sexuales. Por eso los santos, perfectos conocedores de la naturaleza humana, siempre nos han advertido del peligro. El Santo Cura de Ars perseguía duramente el baile, seguramente más inocente que determinados ambientes actuales como playas y discotecas. El Padre Pío combatía severamente las modas y cualquier falta contra la modestia y la impureza.
Mucha gente argumenta que eso es algo natural y que para ellos no es ocasión de pecado, que ni se lo plantean. Esto es desconocer la naturaleza humana y el fomes peccati.
El fomes peccati es un concepto teológico que se suele traducir por “inclinación al pecado” y se considera fruto de la herida del pecado original.

Aceptar un cierta debilidad de la naturaleza ante el mal, es realidad innegable de la experiencia de cada día. Considerar que la inclinación al mal es irresisti­ble, como hacían determi­nados herejes (Lutero, Calvino), fue condenado ya por la Bula de León X “Exurge Domine” del 13 Junio de 1520 y luego rechazado por el Concilio de Trento. (Sesión VI del 13 de Enero de 1547).
El pecado original nos dejó una propensión al mal, la concupiscencia, pero no destrozó la libertad humana (la responsabilidad). El que peca es libre para hacerlo y para arrepentirse. Por eso es responsable.
Dicho esto, vemos que nuestra naturaleza caída tiene fácilmente la tendencia al pecado. Por eso hay que hacer hacer agere contra a esta tendencia y llevar una vida de oración y de sacramentos, evitando las ocasiones de pecado, las malas compañías, malas lecturas etc. Dada nuestra debilidad es muy importante no acercarnos al peligro, evitar las ocasiones de caer en el precipicio. La Virgen nos advierte en Fátima que la mayoría de las almas se condenan por pecados de impureza. Digan que soy un exagerado, pero los pastorcillos de Fátima vieron el infierno abierto y como caían las almas en él. Les dejo con una conocida meditación, que siempre conviene recordar.
Yo, ¿para que nací? Fray Pedro de los Reyes
Yo, ¿para qué nací? Para salvarme.
Que tengo de morir es infalible.
Dejar de ver a Dios y condenarme, Triste cosa será, pero posible.
¿Posible? ¿Y río, y duermo, y quiero holgarme?
¿Posible? ¿Y tengo amor a lo visible?
¿Qué hago?, ¿en qué me ocupo?, ¿en qué me encanto?
Loco debo de ser, pues no soy santo.
Javier Navascués Pérez

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