martes, 20 de agosto de 2019

USTED NOS HABLÓ DEL PURGATORIO


Nos creemos que por no hablar de ciertas cosas dejan de existir. Los novísimos, ya saben (o se sabía antes) son cuatro: muerte, juicio, infierno y gloria. Mejor, eran cuatro, porque me apuesto un agua del Carmen y unos chocolates de las clarisas a que la inmensa mayoría de ms lectores hace meses o años o lustros, si me apuran, que no han oído predicar del juicio y del infierno. Ni tampoco, evidentemente, del purgatorio.
De la muerte sí, porque la gente tiene la curiosa manía de morirse, caprichos de la condición humana. Y de la muerte, derechitos al cielo. ¿Todos? Todos. ¿Incluso Hitler y el destripador de Boston? Hombre padre, tanto como Hitler… ¿Y Stalin? ¿Y Lenin? Porque, curiosamente, todos los partidarios del “infierno cero” se niegan en rotundo a que Hitler vaya al cielo. Habida cuenta de que en el purgatorio no creen y en el limbo menos, a ver dónde mandan a ese señor. En fin, que nos liamos.
Pues eso, que nos creamos que por el hecho de no hablar del infierno este ha dejado de existir o, como mucho, fácil lectura de la progre teología, está vacío, cosa que nadie sabe y nadie ha podido  comprobar, pero ya se sabe que los progres son infalibles “per se” sin necesidad de acudir a la Escritura, la Tradición o el Magisterio, que dejan para esos pobres carcas sin criterio propio. Si además resulta que todo dfunto va automáticamente al cielo, tampoco existe el purgatorio. Y si el purgatorio no existe, los sufragios por los difuntos huelgan, llegándose al curioso caso de que las misas por los difuntos, antes en sufragio por sus almas, hoy han devenido en misas de accón de gracias porque nuestro hermano está en el cielo -toma ciribicundia- o celebraciones de homenaje a Fulanito. 
Entiendo que no sea agradable hablar de la realidad del infierno. Tampoco el sugerir que quizá nuestros parientes y amigos pudieran estar en el purgatorio y necesitados de sufragios. Todo de muy mal gusto. Mejor saltar de aquí a la eternidad.
Hace unos días se me ocurrió en una homilía hablar de estas cosas, que lo hago algunas veces. Una persona no habitual de mis misas, pero que ese día había aparecido por ahí, al acabar la celebración me dice: oiga, que ha hablado usted específicamente del purgatorio, que hasta ha pronunciado esa palabra, purgatorio, varias veces. Sepa que se lo agradezco. 
Mal negocio ocultar al pueblo de Dios verdades de fe con las que, además, se juega la vida eterna. Triste engaño escamotear el juicio. Grave omisión el callar de la posibilidad del infierno. No podemos engañar al personal así. 
Y no, no es meter miedo. Es recordar alguna vez que nos tenemos que morir, que seremos juzgados por el Padre y que lo del cielo para todos nunca ha sido afirmación de Cristo ni doctrina de la Iglesia. Y si no a ver cómo me explican lo del juicio final y ese “apartaos de mí malditos, id al fuego eterno…”
Nos pongamos como nos pongamos. 
Jorge González

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