El Papa Francisco recordó que es una incoherencia
llamarse cristiano y acudir a un adivino o adivina a que lea la mano: “Eso es
superstición, no es de Dios”, aseguró.
“Cuántos que se dicen cristianos acuden a un
adivino o adivina a que le lean la mano”, lamentó
en su reflexión previa al rezo del Ángelus este domingo 18 de agosto en la
plaza de San Pedro del Vaticano.
En su enseñanza, el Santo Padre hizo un llamado a la coherencia de los
cristianos con el Evangelio.
“Se trata”, afirmó el
Pontífice, “de no vivir de manera hipócrita, sino
de estar dispuestos a pagar el precio de la elección coherente con el
Evangelio. Esa es la actitud que cada uno de nosotros debería buscar en la
vida: coherencia, y pagar el precio de ser coherente con el Evangelio”.
Francisco insistió: “Es bueno llamarse
cristianos, pero, sobre todo, es necesario ser cristianos en las situaciones
concretas, testimoniando el Evangelio que es esencialmente amor por Dios y por
los hermanos”.
En ese sentido, recordó las palabras de Jesús que se pueden leer en el
Evangelio de este domingo, palabras “que pueden
resultar desconcertantes a primera vista”: “¿Creéis que estoy aquí para dar paz
a la tierra? No, os lo aseguro, sino división”.
El Papa explicó Jesús vino a separar “el
bien del mal, lo justo de lo injusto. En ese sentido ha venido a ‘dividir’, a
poner en ‘crisis’ la vida de sus discípulos, rompiendo las fáciles ilusiones de
cuantos creen que pueden conjugar vida cristiana y compromisos de todo tipo,
prácticas religiosas y actitudes contra el prójimo, conjugar la verdadera
religiosidad con las prácticas supersticiosas”.
Además, explicó otra afirmación chocante de Jesús en el Evangelio del
día: “He venido a arrojar un fuego sobre la tierra
y ¡cuánto desearía que ya estuviera encendido!’”.
“Estas palabras tienen el objetivo de ayudar a los
discípulos a abandonar toda actitud de pereza, de apatía, de indiferencia y de
cierre para acoger el fuego del amor de Dios”, indicó.
“Jesús revela a sus amigos, y también a nosotros,
su deseo más ardiente: llevar sobre la tierra el fuego del amor del Padre que
enciende la vida y mediante el cual el hombre ha sido salvado. Jesús nos llama
a difundir en el mundo este fuego, gracias al cual seremos reconocidos como sus
verdaderos discípulos”.
Subrayó que “el fuego del amor, encendido
por Cristo en el mundo por medio del Espíritu Santo es un fuego sin límites y
es un fuego universal. Esto se ha visto desde el fin de los primeros tiempos
del cristianismo: el testimonio del Evangelio se propagó como un incendio
benéfico superando toda división entre individuos, categorías sociales, pueblos
y naciones”.
El testimonio del Evangelio “quema toda
forma de particularismo y mantiene la caridad abierta a todos, con una única
preferencia: la preferencia por los más pobres y excluidos”.
“La adhesión al fuego del amor que Jesús portó sobre
la tierra envuelve toda nuestra existencia y requiere la adoración a Dios y
también una disponibilidad a servir al prójimo”.
La primera, adorar a Dios, “quiere decir
aprender la oración de la adoración que a veces olvidamos. Ese es el motivo por
el que invito a todos a descubrir la belleza de la oración de adoración y
ejercitarla con frecuencia”.
La segunda, disponibilidad a servir al prójimo. “Pienso
con admiración en tantas comunidades y grupos de jóvenes que, incluso durante
el verano, se dedican a este servicio en favor de los enfermos, los pobres, las
personas con discapacidad”.
“Para vivir según el espíritu del Evangelio se
necesita que, siempre frente a nuevas necesidades que se presentan en el mundo,
haya discípulos de Cristo que sepan responder con nuevas iniciativas de
caridad”.
Por último, insistió en que “el Evangelio,
con la adoración a Dios y el servicio al prójimo, las dos juntas, se
manifiesta, así, como un verdadero fuego salvífico que cambia el mundo a partir
del cambio del corazón de cada uno”.
Redacción ACI
Prensa
No hay comentarios:
Publicar un comentario