lunes, 10 de diciembre de 2018

LA SANTA CASA DE LORETO


La casa donde nació y vivió Nuestra Señora en Nazaret era una casa-cueva como tantas otras que hay en zonas rurales de los alrededores del Mediterráneo, desde Palestina y Capadocia (Turquía) hasta la Cordillera Penibética aquí en España, y que todavía se utilizan en poblaciones como por ejemplo Cuevas del Almanzora (Almería), el Sacromonte y Guadix en Granada y localidades como Setenil, Algar (en árabe: la cueva) o Arcos de la Frontera en la provincia de Cádiz. Parte de la casa está excavada en la montaña y otra parte construida por fuera como ampliación de la vivienda.

Las hordas sarracenas habían destruido en dos ocasiones (1090 y 1263) el santuario construido en torno a la casa de María en Nazaret pero, como se encontraba en la cripta, no la vieron y la dejaron intacta en ambas ocasiones. Cuando el reino latino de Jerusalén cayó definitivamente en manos de los mahometanos en 1291, la Santa Casa fue trasladada milagrosamente durante la noche del 9 al 10 de diciembre de ese año para que no fuera destruida ni profanada.
Por supuesto, como es habitual en estos tiempos de incredulidad, han intentado rechazar el milagro y relegar el traslado de la Santa Casa a la categoría de leyenda. Desde 1984 se habla de una supuesta familia Angeli o De Angelis, pero hace poco se demostró la falsedad del cartulario culisanense, frecuentemente citado porque probaría el transporte por medios humanos, y de cuyo nombre se habría originado la leyenda del supuesto traslado por mano de los ángeles. El texto, sin embargo, se remonta al parecer a 1294, tres años después del traslado de la Casa a Tersatto. Dado que para esa fecha la Casa ya no estaba en Nazaret sino en Dalmacia, los Angeli no habrían podido llevar nada desde Palestina. No sólo eso: el mencionado documento habla del traslado de algunas piedras, no de las paredes enteras como siempre se ha afirmado y entendido.
En la mañana del día 10 de diciembre de 1291, en un bosque de la localidad croata de Tersatto (actualmente un barrio de Rijeka), algunas personas observaron tres paredes que misteriosamente habían aparecido allí. En su interior encontraron un altar, y encima de éste una estatua de la Virgen con el Niño en brazos, el cual tenía en la mano izquierda la bola del mundo, de oro, mientras bendecía con la derecha. Los dos tenían coronas de oro. Fueron a contarlo al párroco del lugar, que se hallaba gravemente enfermo. A los pocos días se le apareció la Virgen en sueños al sacerdote, y le dijo: «Debes saber que la casa que recientemente fue traída a tu tierra es la misma en la cual yo nací y crecí. Aquí, durante la Anunciación del Arcángel Gabriel, concebí al Creador de todas las cosas. Aquí, el Verbo se hizo carne. El altar que fue trasladado con la casa fue consagrado por San Pedro, Príncipe de los Apóstoles. Esta casa ha venido de Nazaret a tu tierra por el poder de Dios, para el cual nada es imposible».
A partir de ese momento, el sacerdote recuperó la salud. Las gentes del lugar levantaron un edificio sencillo sobre la Casa para protegerla de las inclemencias del tiempo, y al poco tiempo comenzaron las peregrinaciones.
Nicolò Frangipane, señor feudal de Tersatto, envió una delegación a Nazaret para averiguar si la Santa Casa había venido realmente de allí. Los emisarios no sólo pudieron verificar que había desaparecido la Casa, sino que observaron los cimientos de los que se había desprendido. En torno a dichos cimientos se construyó la basílica de la Anunciación.
Tres años más tarde, en 1294, la Casa desapareció tan misteriosamente como había llegado, y los habitantes de la localidad construyeron en el lugar donde se había posado la Casa un santuario que sigue siendo uno de los más importantes de Croacia. Es tradición que unos pastores observaron desde la costa italiana una casa que volaba sobre el mar sostenida por ángeles. Los dirigía un ángel ataviado con capa roja que entendieron ser San Miguel. La Virgen y el Niño iban sentados sobre la casa.
Las tres paredes llegaron a las Marcas, entonces parte de los territorios pontificios. Antes de llegar a donde se encuentra actualmente está verificada su presencia en tres lugares: durante nueve meses se posó y estuvo instalada en una ladera frente al puerto de Ancona, en la actual localidad de Posatora (de posa et ora). Allí se construyó una iglesia para conmemorarlo, lo cual fue registrado y firmado por el cura del lugar, don Mateo. Hay dos lápidas conmemorativas allí, una más antigua en latín y otra del siglo XVI en lengua vernácula; la más antigua menciona a Nuestra Señora de Loreto, y declara que la inscripción es posterior a la partida de la Casa.

En 1295, nueve meses después de llegar a Posatora, se trasladó a Recanati, a un bosque propiedad de una señora llamada Loreta (de donde procede el nombre de Loreto); primero estuvo en la llanura (actual localidad de Banderuola) y más tarde en un campo del monte Prodo que era propiedad de los hermanos Antici, más o menos frente al actual santuario. Pero los dos se pusieron a discutir sobre cuál era el dueño de la casa, y finalmente, cuatro meses después, en diciembre de 1296, la Santa Casa se posó donde actualmente se encuentra, en medio del camino entre Ancona y Recanati. Durante mucho tiempo, los habitantes de Recanati y de Loreto desconocían la historia de la Casa, hasta que dos años después la Virgen se apareció a un ermitaño llamado Pablo y se la contó, y él a su vez lo contó a las gentes de la localidad. Algunos años después se encontraron debajo de la casa unas monedas de las que circulaban en Nazaret en el siglo I.
No habría sido posible transportar tantas veces las mismas piedras a lo largo de 3200 km y que luego quedaran bien puestas en su sitio correspondiente. Para colmo, la Casa aterrizó en medio de un camino público, y la ley prohibía con toda lógica edificar en medio de los caminos so pena de derribar lo construido. Más milagroso habría sido trasladarla y reconstruirla piedra a piedra con tanta precisión en el siglo XIII que ser trasladada por los ángeles. Las paredes de Loreto concuerdan con los cimientos de Nazaret. Y si la edificaron en Loreto, ¿cómo es que nadie notó que estaban construyéndola? Además, en aquellos tiempos el traslado de unas cuatro toneladas de piedra habría exigido el uso de numerosas carretas, animales de tiro y hombres, y habría demorado un buen tiempo. Por mar también habría resultado costoso y demorado el transporte.
Los frescos que mandó pintar San Luis cuando peregrinó en 1251 a la Santa Casa de Nazaret se encuentran en Loreto. Si bien es posible despegar un fresco de un muro y trasladarlo a otro, se trata de una técnica que exige la intervención de un equipo de especialistas sumamente competentes y conlleva bastantes riesgos. Y eso hoy en día, no con los medios y conocimientos del siglo XIII.
Habría sido posible desmontar la casa separando muros enteros en vez de piedra a piedra, pero en ese caso serían evidentes las señales de su reconstrucción con otro tipo de mortero. Lo cierto es que no hay el menor rastro de que haya sido reconstruida.
La Santa Casa carece de cimientos, pues los originales se quedaron en Nazaret. Está posada sobre un terreno desigual, hasta tal punto que en algunos lugares la base de las paredes no toca el suelo. No parece lógico que se reconstruyera la Casa sin que se tomaran las más mínimas precauciones para garantizar su estabilidad. Otra prueba de que la Casa se posó y no fue construida ni reconstruida es que se encontró una mata de espino que estaba al borde del camino y quedó aplastado entre la Casa y el suelo en el momento en que aquella tomó tierra.
En 1923, el arquitecto Federico Mannucci, a quien Benedicto XV había encargado examinar los cimientos a causa de unas obras en la Basilica, escribió: «Es absurdo pensar que la capilla pudiera trasladada por medios mecánicos», y añadió: «Es sorprendente y extraordinario que el edificio de la Santa Casa, careciendo totalmente de cimientos y encontrándose en un terreno sin ninguna consistencia, suelto y sobrecargado, aunque sea parcialmente, por el peso de la cúpula que se construyó en el lugar del techo se conserve inalterado sin haber cedido lo más mínimo y sin afectar en modo alguno a las paredes.»
Por su parte, el arquitecto Giusseppe Sacconi constató que «la Santa Casa se apoya en parte sobre el borde de un antiguo camino y en parte sobre el hueco de la cuneta adyacente», por lo cual es imposible que se construyese o reconstruyese en el lugar donde actualmente se encuentra.
Al no haber cimientos y estar parte de la Casa está sobre el hueco del arcén de un antiguo camino se puede pasar sin impedimento por debajo una barra de hierro. Las piedras de que está hecha la casa sólo existen en Tierra Santa. Además, no existen canteras en las proximidades, y en aquella época solía construirse con ladrillos en aquella zona de Italia. La puerta es de cedro, inexistente en Italia pero común en Palestina. Las piedras están unidas con un cemento hecho de sulfato de calcio (yeso) y polvo de carbón, mezcla que se utilizaba en Palestina en tiempos de Jesús pero era desconocida en la Italia del siglo XIII.
¿Cómo es posible que con tanto traslado no se alterara la geometría ni la medida de las tres paredes, que se corresponden exactamente con la pared que quedó en Nazaret? El arquitecto Nanni Monelli y el padre Giuseppe Santarelli, director general de la Congregación de la Santa Casa de Loreto, constataron que las piedras que se encuentran en la Gruta de la Anunciación en Nazaret tienen el mismo origen que el ara del altar de los Santos Apóstoles que está en la Santa Casa de Loreto. El  Altar de los Apóstoles está constituido por una piedra, actualmente cubierta por una reja de metal  forjada en estilo nabateo, típico de Palestina. Se llama así porque los Apóstoles celebraban Misa en él cuando iban a visitar la casa de Nuestra Señora.
«Naturalmente, continúa fray Giuseppe Santarelli, las investigaciones más importantes se han llevado a cabo en los tiempos modernos. Sobre todo las realizadas en Nazaret  entre 1955 y 1960 supervisadas por el padre Bellarmino Bagatti, uno de los más prestigiosos arqueólogos del siglo XX, y las efectuadas en Loreto por el arquitecto Nerio Alfieri, catedrático de arqueología de la Universidad de Bolonia.
»Las investigaciones del profesor del profesor Alfieri revelaron que la Casa  está llena de anomalías absurdas, en claro contraste con las construcciones de la región y con las normas vigentes en el siglo XIII.
»Es anómalo que la única puerta, la original, se encuentre en el centro de la pared más ancha en vez de la más pequeña, como en todas las iglesias y capillas de aquel tiempo, y que esté orientada hacia el norte, expuesta a fuertes y frecuentes intemperies, contra toda costumbre de construcción local.
»Es igualmente  anómalo  que la única ventana esté colocada al oeste y, por tanto, no permita mucha iluminación. Práctica de construcción también desconocida en la época.
»Ahora bien, si lo comparamos con los resultados de las investigaciones realizadas en Nazaret, todas estas anomalías desaparecen. La casa de Loreto no tiene cimientos porque éstos están en Nazaret. Y sólo tiene tres paredes porque se apoyaba en una gruta excavada en la roca con la que formaba una misma vivienda.
»Nanni Monelli profundizó la investigación de las piedras y llegó a la conclusión de que están construidas con una técnica propia de la cultura nabatea», destaca el P. Santarelli.
«Más tarde –añade– hice  un estudio específico sobre las inscripciones que se pueden leer en las piedras de la Santa Casa de Loreto. Identifiqué unas cincuenta, propias de los judeocristianos de Tierra Santa, y resultaron ser semejantes a las que se encuentran en Nazaret.
»Descifré igualmente una inscripción en caracteres griegos, que traducida dice: “Oh Jesús, Hijo de Dios”, frase inicial de una oración que aparece escrita en una gruta contigua a la casa de María en Nazaret. Estos y muchos otros detalles llevan a una misma conclusión: la Casa de Loreto es ni más ni menos la misma que hasta 1291 se encontraba en Palestina y era venerada como la Casa de la Virgen.
»Después de años de estudios, análisis e investigaciones arqueológicas realizadas con los medios más avanzados, podemos afirmar categóricamente que esta casa es ni más ni menos la misma que hasta finales del siglo XIII era venerada en Nazaret como la morada de la Virgen
En todos los lugares por donde pasó la Santa Casa se han levantado iglesias conmemorativas.
Desde hace siglos, el 9 de diciembre se celebra en las Marcas la venida de la Santa Casa con antorchas encendidas, como para alumbrar el camino a la Virgen que llega con su casa. Se reza el Rosario, y antiguamente repicaban las campanas a las 3 de la madrugada anunciando la llegada.
A lo largo de los siglos los papas siempre han afirmado la autenticidad de la Santa Casa y su milagroso traslado: Pablo II, Julio II, León X, Pío IX y León XIII entre otros. Es más, el 10 de diciembre no se celebra propiamente la festividad de Nuestra Señora de Loreto sino la traslación de la Santa Casa. Al proclamar en 1920 a Nuestra Señora de Loreto patrona de los aviadores, Benedicto XV reconoció la autenticidad del vuelo milagroso de la Santa Casa. Eso sin contar las revelaciones privadas recibidas por incontables santos, y la gran cantidad de milagros de curación y de conversión que han tenido lugar al interior de la vivienda de la Sagrada Familia.
El beato Pio IX escribió en la Carta Apostólica Inter Omnia, del 26 de agosto de 1852: «Entre todos los Santuarios consagrados a la Madre de Dios, la Inmaculada Virgen María, hay uno que ocupa el primer lugar y brilla con incomparable fulgor: la venerable y augustísima Casa de Loreto. Consagrada por los misterios divinos, ilustrada por innumerables milagros, honrada por el concurso y la afluencia de los pueblos, la gloria de su nombre alcanza a toda la Iglesia Universal, y es muy justamente objeto de culto para todas las naciones y para todas las razas humanas. En Loreto se venera aquella Casa de Nazaret, tan querida al Corazón de Dios, y que, construida en Galilea, fue más tarde separada de sus cimientos y, por intervención divina, trasladada más allá del mar, primero a Dalmacia más tarde a Italia (…) Exactamente en aquella Casa, la Santísima Virgen, que por eterna y divina disposición quedó perfectamente exenta de culpa original, fue concebida, nació y se crió, y el mensajero celestial la saludó llamándola “llena de gracia” y “bendita entre todas las mujeres”. (…) Precisamente en aquella Casa, Nuestra Señora, repleta de Dios y bajo la acción fecunda del Espíritu Santo, sin perder nada de su inviolable virginidad, se convirtió en Madre del Hijo Unigénito de Dios».

Por su parte, el Sumo Pontífice León XIII escribió en el breve Felix Nazarethana, del 23 de enero de 1894: «Comprendan todos, y en primer lugar los italianos, el regalo tan grande que les ha concedido Dios que, con suma providencia, sustrajo prodigiosamente la Casa a un imperio indigno y se la ofreció con un expresivo gesto de amor. (…) De hecho, en aquella dichosísima morada se validó el inicio de la salvación humana, con el grande y prodigioso misterio de Dios haciéndose hombre, que reconcilia a la humanidad perdida con el Padre eterno y renueva todas las cosas. (…) Quiso Dios de tal manera exaltar el Nombre de María para hacer realidad en este lugar (Loreto) aquella famosa profecía: “Todas las generaciones me llamarán bienaventurada”».

Los traslados fueron rigurosamente registrados por los obispos diocesanos de la época, que promulgaron declaraciones canónicas sobre la veracidad de los hechos y de los testimonios. A mayor abundamiento, todavía se conservan las iglesias que se construyeron en las diversas  etapas y que fueron consagradas por los obispos de Fiume, Ancona, Recanati, Macerata y Nápoles entre otros, además del propio santuario de Loreto, que se construyó en el siglo XIV en torno a la Santa Casa.
La Virgen de Loreto desempeñó un papel fundamental en la preservación de la Europa cristiana. Precisamente a Ella recurrieron los papas y ejércitos cristianos antes de afrontar entre otras las dos batallas más decisivas y célebres contra el islam: la de Lepanto (1571) y la de Viena (1683). En ambas, la victoria del ejército cristiano se debió a la intervención de la bienaventurada Virgen María. Precisamente con motivo de la victoria de Lepanto Pío V añadió el título de Auxilio de los cristianos a las letanías lauretanas, las cuales se llaman así porque tuvieron su origen en la basílica de la Santa Casa de Loreto.

Antes del combate naval de Lepanto, Marcantonio Colonna, comandante de la flota pontificia, se dirigió a Loreto con su esposa para poner la suerte de la guerra en manos de María Santísima. Después de la derrota de la flota mahometana, regresó a la ciudad mariana para dar gracias a  la Madre de Dios. Por otra parte, los prisioneros cristianos liberados de la esclavitud otomana, como muestra de gratitud a Nuestra Señora de Loreto, donaron al santuario sus cadenas, las cuales se fundieron para forjar las puertas y rejas del templo y varias capillas laterales.
Asimismo, después de la batalla de Viena, el monarca polaco Juan Sobieski quiso honrar a la Virgen de Loreto. Un estandarte con su imagen fue llevado triunfalmente en procesión por las calles de la capital de los Habsburgo por el padre (hoy beato) Marcos de Aviano, capellán de las tropas cristianas. Sobieski lo mandó colocar en su capilla, y cada día hacía celebrar ante la Santísima Virgen la Santa Misa y recitar las Letanías lauretanas.
Santa Catalina de Bolonia (1413-1463) escribió en 1440 (o sea, casi treinta años antes de que el beato Giovanni Spagnuoli y Pier Giorgio di Tolomei, conocido por el sobrenombre de Teramano, escribieran la Traslación milagrosa) que le había sido revelado de modo sobrenatural cómo se produjo el  milagroso traslado: «Esta morada consagrada por los Apóstoles que en ella celebraron los divinos misterios y obraron milagros, a causa de la idolatría de aquel pueblo fue transportada hasta Dalmacia por un cortejo de ángeles. Después, por las mismas y por otras razones, llevaron esta dignísima iglesia a varios lugares. Finalmente, fue portada por los santos ángeles e instalada de modo estable en Loreto, provincia de Italia, en tierras de la Santa Iglesia» (Rosarium, I Mist. Gaud., vv.73 ss.).

El padre Pío afirmó en una ocasión: «No podría entrar en la Santa Casa de Loreto porque me moriría de la emoción».
Añadamos, por último, que el 5 de marzo de 2016 la Iglesia Ortodoxa, a veces reacia a reconocer milagros católicos, aceptó definitivamente que la Santa Casa de Loreto es la casa original de la Anunciación.

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