jueves, 1 de noviembre de 2018

CÓMO AUMENTAR NUESTRO GRADO DE SANTIDAD


La santidad es el símbolo de la perfección en la vida de todo cristiano. A los que han llegado a un alto nivel de santidad se les denomina santos.

Son las personas que siguen a Jesucristo, viviendo su vida de acuerdo a sus enseñanzas.
Pero también están los santos institucionales, que son aquellos que la Iglesia ha canonizado. Los que ha declarado sin lugar a dudas que son santos.
Y los muestra como modelos de perfección cristiana, diciendo que ya están en el cielo junto con Jesús.
No obstante la santidad puede referirse a distintas cosas, Puede producirse a nivel de las personas, aplicarse a un objeto, a una sociedad o a una institución como la Iglesia. Aplicado a las personas, enuncia la perfección moral producida por vivir permanentemente en la gracia de Dios, cuyo peldaño mayor es la canonización institucional. Si se aplica a un objeto, se refiere a uno que se utiliza para fines de la gloria de Dios, especialmente puede pensarse en objetos litúrgicos. Si se aplica a una sociedad, se refiere a la capacidad de ésta para producir miembros santos. Y si se aplica a la Iglesia se refiere a su relación con Cristo, que fue quién la fundó y la mantiene; por eso se dice que la Iglesia Católica es Una, Santa, Católica y Apostólica. Todas estas denominaciones son objetivas, o sea que tienen referentes empíricos que las avalan.

CÓMO ENTIENDE CONCRETAMENTE EL CATOLICISMO LA SANTIDAD
Al principio del cristianismo el nombre santo se aplicaba a los que creían en Jesucristo y seguían sus enseñanzas. Es así que podemos leer que San Pablo se refiere a los santos de determinada comunidad a la que se dirige, por ejemplo en Efesios 1: 1 y 2 Corintios 1: 1. El criterio era que quienes habían abrazado las enseñanzas de Jesucristo habían sido transformados en personas nuevas y esto era considerado santidad. Pero poco a poco se dieron cuenta que los cristianos diferían en el grado en que vivían una vida virtuosa, de acuerdo a las enseñanzas de Jesús. Había algunos que vivían su vida con una virtud semejante a la de Cristo, siguiendo los evangelios. Y otros que no lo hacían, aun llamándose cristianos.
Los primeros eran ejemplo en vivir las virtudes cardinales y teologales, y el espíritu santo los agraciaba con muchos dones.
A estos fue que se empezó a llamar más consistentemente santos. Y empezaron a constituir un modelo a seguir aún luego de su muerte.
La veneración a estas personas fue la que impulso la institución de la canonización.
O sea, la declaración formal de la Iglesia reconociendo que esas personas estaban separadas del resto de los cristianos, por un grado de mayor compromiso con las enseñanzas de Jesucristo. Al principio las canonizaciones fueron por aclamación y ancladas en las diócesis. Pero luego se establecieron criterios para la canonización, que definían cómo determinar si una persona es santa y quién era el responsable de determinarlo. Fue así que el vértice de la Iglesia Católica quedó como único emisor, o sea que sólo el Papa debía hacer la declaración formal de un santo.

PROCEDIMIENTO PARA UN SANTO CANONIZADO
La canonización de una persona declarada por el Papa significa que vivió su vida en imitación a Cristo.
Y que Cristo lo reconoció a través de sus dones sobrenaturales.
Por lo tanto se halla en el Cielo intercediendo por los cristianos que peregrinan en la Tierra. Sin embargo no sólo los que están en el cielo son Santos. Por ejemplo los niños bautizados poco antes de la muerte probablemente estén en el Cielo, pero no son Santos. Se considera que el primer canonizado centralmente por el Papa fue San Uldarico de Aubsburgo en el año 993. Pero ya el Concilio de Trento, entre 1545 y 1563, declaró: “Los santos, que reinan unidos con Cristo, ofrecen sus propias oraciones a Dios por los hombres. Y es bueno y útil invocarlos por humilde petición y acogiéndose a sus oraciones, influencia y ayuda para obtener los beneficios de Dios, a través de Su Hijo, Jesucristo Nuestro Señor, que es nuestro único Redentor y Salvador”.
Allí se establece que los llamados Santos están en el cielo con Dios, son poderosos intercesores y son ejemplos a imitar por el pueblo cristiano.
Fue recién en el año 1643 que el papa Urbano VIII reservo el derecho de canonizar y beatificar a la Santa Sede. A partir de ahí se creó una oficina específica para estudiar y promover las canonizaciones, y procedimientos para probar la santidad. También se creó una función llamada abogado del diablo, que cuestiona las virtudes de los candidatos a canonizar y beatificar. El procedimiento moderno se inició en 1983 en el pontificado de Juan Pablo II. Se estableció que recién 5 años después de su muerte una persona puede ser nombrada Siervo de Dios, y debía ser auspiciado por el obispo de su diócesis. A su vez la diócesis debería hacer un estudio exhaustivo de la vida del candidato y los materiales que dejó. Esta recopilación de antecedentes culmina en la redacción oficial de una biografía, que tiene más valor si contiene testimonios de personas que vivieron en la época del candidato. También se puede dar permiso para exhumar su cuerpo. Toda esta información se envía a la Congregación para la Causa de los Santos, quién en última instancia será la responsable de recomendar al Papa que lo denomine venerable, y que ha tenido virtudes heroicas. Luego de eso se abre un tiempo de espera donde se buscan milagros realizados por intercesión del candidato.
El primer milagro aceptado le significará la beatificación, y el segundo la canonización.
Los posibles milagros pasan por el estudio de comisiones de investigación científica y teológica. Las que elevan sus conclusiones al Papa y éste en definitiva hace la declaración formal. Pero desde el punto de vista popular también existe la santidad por aclamación. Que es lo que sucedió con figuras como el Padre Pío, la Madre Teresa de Calcuta y Juan Pablo II, que eran considerados popularmente como santos antes de la Iglesia lo aprobara formalmente. La santidad es la meta de la vida cristiana y es el llamado que hace permanentemente la Iglesia a los cristianos.

QUE HACE QUE LOS SANTOS SE CONVIERTAN EN SANTOS
Benedicto XVI dijo lo siguiente sobre la búsqueda de la santidad,
“La santidad, la plenitud de la vida cristiana, no consiste en realizar empresas extraordinarias, sino en unirse a Cristo, en vivir sus misterios, en hacer nuestras sus actitudes, sus pensamientos, sus comportamientos.
La santidad se mide por la estatura que Cristo alcanza en nosotros, por el grado como, con la fuerza del Espíritu Santo, modelamos toda nuestra vida según la suya”.

En definitiva se trata de devolver a Dios el amor que nos ha dado, imitando el modelo que le estableció para los hombres. Dios quiere que seamos santos, porque es la única opción que tenemos para entrar en el cielo y vivir nuestra vida eterna junto a él; porque en el cielo sólo entra lo puro y lo santo.

Esto tiene dos patas.
Una es el deseo y la disposición interna de cada persona a trabajar por su santidad.
Y la otra es la gracia divina.
Nadie se puede convertir en un santo por sus méritos propios; sólo es posible hacerlo mediante la gracia de Dios. Y es por esto que la santidad no es estrictamente una copia de la vida de Jesús, sino una imitación de su camino. Que el Espíritu Santo irá conduciendo en forma particular y única, porque la santidad de una persona no es idéntica a la de otra. Si pides a dos extraordinarios pintores que pinten un paisaje, seguramente no resultarán cuadros idénticos; y eso pasa con la santidad. Se llega a la santidad apartándose de las cosas que podrían interferir en su camino. Y orientando la vida hacia el modelo de Jesucristo, para gloria de Dios. En definitiva los santos dedican su vida a buscar primero el reino de Dios. Y manejan su vida pensando en los criterios de Dios y no pensando en sus propios criterios. No se trata de gestos tabulados previamente, como por ejemplo penitencias fuertes, orar de rodillas todo el día, entrar en éxtasis en la oración, etc. Sino que se trata de hacer la voluntad de Dios imitando a Nuestro Señor. La palabra clave aquí es obediencia, de la misma forma que Jesús fue obediente al padre durante toda su vida terrenal. Tampoco se trata de querer imitar los milagros que hizo Jesús en vida, sino imitarlo en las pequeñas cosas que dan gloria a Dios. Luego Dios agregará dones a sus santos que aún viven en la Tierra, cómo lo hizo por ejemplo con el padre Pío y muchos más santos, a quienes les dio la posibilidad de hacer cosas sobrenaturales. Las biografías de muchos santos muestran como sus oraciones pueden suspender las leyes naturales. Sin embargo hacer milagros no es sinónimo de santidad. Sino que es un don adicional otorgado por Dios, que en general funciona como un llamado a prestar atención al modelo de vida de esa persona. Pero el hombre tiene que hacer la opción, tiene que elegir voluntariamente querer recorrer el camino que le propone Dios. Y ahí entra el tema de la motivación.

CÓMO MOTIVARSE PARA CRECER EN SANTIDAD
El amor hacia Dios y hacia los prójimos es la orientación principal de los cristianos y su camino a la santidad.
Lo que es operacionalizado a través de la caridad, la humildad y la castidad. Y por el sentimiento de la necesidad constante de purificación del amor a Dios, que suele venir a través de periodos de sufrimiento. Quienes han logrado un alto grado de santidad han tenido regocijo con el sufrimiento y se han liberado de patrones de egoísmo. Ellos han comprendido el significado de llevar la cruz. Y la necesidad de limar sus aristas mundanas trabajando sobre sus fallas. Han batallado duro contra sus tendencias pecaminosas y defectos. Esto tiene un ingrediente importante en la propia voluntad de la persona, que luego será reafirmada por la gracia divina. El motor de esto ha sido su amor a Dios y la meditación permanente de Su bondad. Este camino pasa por adquirir hábitos santos.

HÁBITOS SANTOS
Aquí hay una lista de hábitos que te pondrán en el camino de adquirir hábitos más santos. Ora permanentemente, no sólo el Rosario, sino también oraciones cortas que puedas decir en cada momento de tu vida, ya sea cuando te suceden cosas desagradables como cuando lo contrario. No te olvides de rezar la Coronilla de la Divina Misericordia a las 3 de la tarde. Estudia la vida de los santos, dedicándote a conocer cómo fue la vida del santo del día de hoy, y pídele su intercesión. Por lo menos una vez al día ora de rodillas. No te expongas a medios de comunicación e influencias negativas. En cambio escucha música católica mientras haces otras cosas.
Lee un buen libro o artículos católicos.
Hazte la costumbre de ir a misa a diario y peregrinar a santuarios.
Cultiva el agradecimiento, rezando un rosario de gratitudes.
Y expresa las gracias a cada persona con la que te cruzas, rezando incluso una pequeña oración por ellas.
Cuando alguien te cuente sus problemas reza inmediatamente por él y ponlo en las intenciones de la misa.
Y ora también por aquellos que te han hecho mal, que operan contra ti y que están separados de ti.
Conversa con tu ángel de la guarda y con tu santo particular.
Ayuna por lo menos una vez por semana.
Haz la mayor cantidad de horas de Adoración al Santísimo Sacramento por semana.
Involúcrate en la batalla espiritual, especialmente saliendo en la defensa de Dios cuando es atacado.

Fuentes:
Sergio Fernández

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