Leyes civiles que quieren prohibir este
sacramento... eso suele llevar a persecuciones.
La confesión es un encuentro de humildad y perdón
con Cristo, que actúa a través del sacerdote.
Prohibir la confesión. Esta es la chocante propuesta que llega desde la
India, presentada por la "Comisión Nacional
para las Mujeres" que, en el informe escrito por su presidenta,
Rekha Sharma, recomienda al ministerio del Interior que tome medidas para
abolir lo que es definido como "una
costumbre".
La
petición avanzada por la comisión al poder central de Nueva Delhi está motivada
por dos casos de crónica en los que son protagonistas dos religiosos que supuestamente habrían chantajeado psicológicamente a
dos mujeres aprovechándose de su papel de confesores.
Rekha Sharma es una activista de la India que pide que se prohiba la
"costumbre" de la "confesión católica"; no parece que
entienda mucho de qué habla...
La
supuesta incorrección de los dos sacerdotes corre el riesgo de ser utilizada
como una maza ideológica contra la fe de casi veinte millones de personas.
EL
CARDENAL DE BOMBAY: "VIOLARÍA LA LIBERTAD RELIGIOSA"
Contra la
propuesta de la agencia gubernamental se ha alzado la voz del cardenal Oswald Gracias,
presidente de la Conferencia Episcopal del país. “Una
medida como esta -ha dicho el arzobispo de Bombay-, sería una violación directa de nuestra libertad religiosa, garantizada
por la constitución de la India".
También
Mons. Soosa Pakiam, presidente del Consejo de los obispos de Kerala, el estado
donde habrían tenido lugar los supuestos hechos criminales, ha dicho que la
noticia de la petición enviada por Rekha Sharma ha sido un “golpe no sólo para la comunidad india, sino también para
todos lo que defienden la libertad religiosa" y ha atacado a la
comisión que ella preside por “abusar de sus
poderes presentando una relación unilateral e irresponsable que tiene segundas
intenciones”. El obispo indio se
ha dirigido al secretario de la Comisión nacional para las minorías con
el fin de plantear los temores de la Iglesia ante dicha situación.
AUSTRALIA:
¿LEY PARA VIOLAR EL SECRETO DE CONFESIÓN?
Las malas
noticias que llegan de la India se unen a las recientes que llegan de un país
occidental como Australia, donde la
asamblea legislativa ha aprobado hace pocas semanas una ley que obliga a los sacerdotes a violar
el secreto de confesión en los casos de abusos. Una medida que, además
de ser profundamente irrespetuosa con la libertad religiosa, difícilmente podrá
alcanzar el fin para que el que ha sido aprobada.
De hecho,
como se ha preguntado el arzobispo de Canberra y Goulburn, Christopher Prowse, “¿qué acosador
sexual se confesará con un sacerdote si sabe que este puede denunciarle?".
Mateo Correa Magallanes, mártir en la persecución mexicana por no violar
el secreto de confesión.
La
historia de la Iglesia está llena de sacerdotes que, con tal de no traicionar
el sello sacramental de la confesión, no han tenido miedo de enfrentarse a la
muerte. El ejemplo de mártires como San Mateo Correa Magallanes,
torturado y asesinado por no haber querido revelar lo que le habían
dicho en confesión algunos combatientes cristeros durante la revolución
antieclesial de los años veinte en México, debe servir de ejemplo a todos los
católicos del mundo para que rechacen las injerencias discriminatorias de
comisiones estatales y órganos legislativos.
La
historia enseña que al poner en
discusión la inviolabilidad de un secreto sacramental a golpe de leyes se acaba abriendo, inevitablemente, una fase
de persecución contra la fe.
Es
paradójico, por tanto, que una medida que va en esta dirección sea aprobaba
precisamente en Australia, un
país en el que, a quien pide el visado
de entrada, se le hace firmar una declaración de los valores nacionales
en los que se incluye, bien visible, una
mención acerca de la “libertad religiosa”.
LA
CONFESIÓN EN EL MUNDO CONTEMPORÁNEO
La ley
australiana y la propuesta india demuestran como el de la reconciliación es, de todos los sacramentos, el más atacado.
Con toda probabilidad la causa es que es el sacramento más difícilmente
conciliable con el mundo contemporáneo, el más incomprensible para la
mentalidad moderna.
El hombre
contemporáneo, inmerso en la “dictadura de la
palabra”, de la que habla el cardenal Sarah en su libro La fuerza del silencio, parece haber perdido el sentido del pecado.
Como decía Pío XII, precisamente en esto consiste el pecado más grande en la
actualidad. Se ha debilitado, por no decir extinguido del todo, su percepción
en la conciencia de los hombres.
Los
creyentes no son una excepción: es un riesgo recurrente la tentación de
prescindir de la importancia de la culpa, de dejarse contagiar por el virus del
relativismo que lleva al hombre a considerarse árbitro supremo de la propia
conducta moral. En un contexto como este, es inevitable que la confesión acabe
siendo percibida como un anacronismo.
Algunos
estudios recientes, como el de Aldo Maria Valli titulado C'era una
volta la confessione (Érase una
vez la confesión), analizan y
fotografían una situación de gran desafección en lo que atañe a este
sacramento. Una crisis de la que fue muy consciente san Juan Pablo II el cual,
comprendiendo su importancia, quiso dedicar a este tema un sínodo y una
exhortación apostólica en 1984 (lea aquí en vatican.va lo que decía Juan Pablo II al respecto).
EL
VALOR DE LA RECONCILIACIÓN
Y, sin
embargo, es en la confesión donde se experimenta la misericordia de Dios, como
ha subrayado el Papa Francisco. Durante su pontificado, Francisco ha insistido mucho en querer poner el sacramento de la confesión,
de nuevo, en el centro de la vida de la Iglesia. Lo ha hecho con su magisterio
(definiéndola una “curación para el alma y el
corazón”), con iniciativas solemnes, como la proclamación del Jubileo
extraordinario de la misericordia y, también, con su ejemplo personal, el
método que él privilegia para lanzar mensajes.
Lo hemos
visto arrodillado detrás de una rejilla en la Basílica de San Pedro, confesando a decenas de chicos y chicas en la
JMJ de Río y en otras ocasiones.
La
Iglesia, por otra parte, atribuye un papel crucial a este sacramento porque
constituye la prueba del hecho que ella es el “Cuerpo
viviente de Cristo en el mundo”, citando la palabras utilizadas por el
cardenal Mauro Piacenza, penitenciario mayor, en un encuentro que tuvo lugar en
Altötting, en 2016, sobre este tema.
LA
CONFESIÓN PARA LOS OTROS CRISTIANOS
Es
necesario recordar también que no nos debemos acercar al confesionario como si
fuéramos a hablar con un amigo o, peor, como si fuéramos a tener una sesión con
el psicólogo. El entonces cardenal Ratzinger, en su célebre Informe
sobre la fe, nos recuerda como, en ese momento, la autoridad del sacerdote de absolver los
pecados desciende de Dios, no de él. “El
’yo’ que dice ’te absuelvo’ -escribe Ratzinger-, no es el de una criatura, sino que es directamente el Yo del Señor”.
Para el
catolicismo, el sacramento de la penitencia encuentra fundamento en el
Evangelio, en el pasaje en el que los Apóstoles reciben el Espíritu Santo por
parte de Cristo y, con Él, el poder divino de perdonar los pecados.
Tanto la Iglesia católica como la
ortodoxa comparten la confesión, aunque
para la segunda el sacramento no tiene ningún efecto expiatorio. Otra
diferencia es el papel del confesor: a diferencia de los católicos, los
ortodoxos tienen un padre espiritual, es decir, un sacerdote específico que
puede ser considerado el instrumento con el que Dios ejerce la que es una
verdadera “terapia del alma”. Lutero, en
cambio, cuestionó el fundamento escritural de la penitencia y, con su doctrina de
la justificación sólo por la fe, sostuvo que la salvación de las almas puede
llegar sólo como don concedido “gratuitamente” por
Dios, sin necesidad de confesiones o indulgencias, su blanco principal.
Las
oposiciones del padre de la Reforma llevaron a la Iglesia católica a reaccionar
en el Concilio de Trento con un decreto
específico en defensa del sacramento de la penitencia, en el que se
replicaba citando también los pasajes evangélicos en los que Cristo lo concedía
a Pedro y a los Apóstoles. Los teólogos tridentinos confirmaron, por
consiguiente, la centralidad de la confesión para la Iglesia, una exigencia
especialmente relevante después de las tesis de Lutero.
UNA
ETAPA NECESARIA EN EL CAMINO
Quien hoy
es llamado a emprender un camino de fe debe afrontar, precisamente, el desafío
de adquirir de nuevo la conciencia del propio estado de pecado, de la necesidad de penitencia y del beneficio que
puede venir de una absolución individual.
Por otra parte,
el cardenal Carlo Maria Martini recordaba como “la
conversión del corazón no es una realidad sencilla, puntual, sino que incluye
etapas que no se pueden desatender o evitar según a uno le plazca”.
Y el
sacramento de la reconciliación no es una etapa que una persona se puede
permitir evitar, también porque la confesión no es en absoluto una
constricción. Un concepto que Benedicto XVI expresó de manera magistral en un discurso sobre el tema dirigido, precisamente, a los sacerdotes
penitenciarios en 2011: el “Papa teólogo” subrayó su valor pedagógico, tanto
para el sacerdote como para el penitente. De hecho, quien absuelve tiene la posibilidad de “contemplar
la acción de Dios misericordioso en
la historia”. Quien se confiesa, en cambio, es educado “a la humildad
del reconocimiento de la propia fragilidad y, al mismo tiempo, a la
conciencia de la necesidad del perdón de Dios y a la confianza que la Gracia
divina puede transformar la vida”.
(Traducción del
italiano de Elena Faccia Serrano; publicado originariamente por Nico
Spuntonis aquí en InTerris.it)
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