jueves, 3 de mayo de 2018

LAS CONSECUENCIAS DEL SACRILEGIO EUCARÍSTICO



SOBRE EL PECADO DE SACRILEGIO DICE EL CATECISMO:
“2120 El sacrilegio consiste en profanar o tratar indignamente los sacramentos y las otras acciones litúrgicas, así como las personas, las cosas y los lugares consagrados a Dios. El sacrilegio es un pecado grave sobre todo cuando es cometido contra la Eucaristía, pues en este sacramento el Cuerpo de Cristo se nos hace presente substancialmente (cf CIC can. 1367. 1376).
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El sacrilegio es también un delito para el Derecho Canónico:
“1367  Quien arroja por tierra las especies consagradas, o las lleva o retiene con una finalidad sacrílega, incurre en excomunión latae sententiae reservada a la Sede Apostólica; el clérigo puede ser castigado además con otra pena, sin excluir la expulsión del estado clerical.”
 “1376  Quien profana una cosa sagrada, mueble o inmueble, debe ser castigado con una pena justa.”
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Leemos en 1 Corintios 11, 27-32:
“27 Por eso, el que coma el pan o beba la copa del Señor indignamente tendrá que dar cuenta del Cuerpo y de la Sangre del Señor.
28 Que cada uno se examine a sí mismo antes de comer este pan y beber esta copa;
29 porque si come y bebe sin discernir el Cuerpo del Señor, come y bebe su propia condenación.
30 Por eso, entre ustedes hay muchos enfermos y débiles, y son muchos los que han muerto.
31 Si nos examináramos a nosotros mismos, no seríamos condenados.
32 Pero el Señor nos juzga y nos corrige para que no seamos condenados con el mundo”.
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De este texto podemos extraer lo siguiente:
1)     Las enfermedades y debilidades y las mismas muertes que afligen a la comunidad de Corinto son, según el Apóstol, consecuencia de la profanación de la Eucaristía.
2)     Esa consecuencia tiene concretamente la forma de un juicio divino, de carácter medicinal o correctivo.
3)     Esa corrección o disciplina podemos concluir que es un castigo, porque se trata de un mal que sobreviene a la persona como consecuencia del pecado cometido contra Dios.
4)     En efecto, tratándose de seres racionales, no basta con decir que es un mal físico disciplinador como el que se aplica a un animal irracional para adiestrarlo, en lo cual no hay ninguna dimensión moral, ética. El castigo dignifica al ser humano porque lo reconoce como ser racional y libre, dotado por tanto de una responsabilidad moral y no solamente de una necesidad de adiestramiento.
5)     Su finalidad es evitar, mediante la conversión del pecador, el castigo eterno (ser condenados con el mundo).
6)     Se habla en voz pasiva de la condena (no seríamos condenados, seamos condenados) mostrando que el agente ejecutor de esa sentencia y de la ejecución de la misma no es el pecador mismo, sino Dios.
7)     Más aún, se trata de un “pasivo divino”, forma de hablar frecuente en la Biblia para no nombrar a Dios por reverencia ante su Nombre. 
8)     En cuanto a la ejecución de la sentencia condenatoria temporal, Dios puede realizarla por medio de sus fieles servidores, los ángeles, y en definitiva, mediante cualquier causa segunda, pues todas ellas obran dentro de lo eternamente previsto, querido o permitido en el plan providencial de la Causa Primera.
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Respecto del v. 30, dice Juan Leal, S.J., en “La Sagrada Escritura. Nuevo Testamento II”, BAC, Madrid, 1965, p. 427:
“Con visión inspirada atribuye Pablo muchas enfermedades y muertes de los fieles de Corinto al poco respeto con que celebran la Eucaristía. Estos castigos temporales son prueba de la ira divina y pueden ser señal visible “de la condenación” que ha mencionado en el v. 29.”
Y hablando de los vv. 31-32, dice:
“Estos dos versos suavizan el rigor de los precedentes. El v. 31 está concebido en forma irreal y juego con los dos verbos “diekrinomen” (examinar para conocer) y “ekrinómetha”. El v. 32 distingue dos clases de castigos: los temporales, que son juicios y condenas parciales, y el eterno y definitivo, que es la condenación del mundo. “Mundo” tiene un sentido peyorativo, enemigo de Dios. Los castigos temporales (enfermedades, muerte del v. 30) tienen un fin pedagógico: que conozcamos y enmendemos nuestros abusos.”
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Igualmente, Lorenzo Turrado, en “Biblia Comentada”, VIb, Epístolas paulinas, BAC, Madrid, 1975, p. 78:
“Por eso, añade, entre vosotros, corintios, dada vuestra forma irreverente de celebrar la Eucaristía, han sido muchos heridos con enfermedades e incluso con la muerte; son castigos que Dios os envía con valor medicinal, a fin de no tener luego que ser condenados en el último día junto con el mundo (…) Cuando el Apóstol afirma que, si recibimos dignamente la Eucaristía, no atraeremos sobre nosotros estos castigos (…), esto no ha de entenderse como si la Eucaristía dignamente recibida inmunizase a los fieles de toda enfermedad y de la muerte; quiere decir sencillamente que, a veces, determinados males físicos son castigos de un mal  moral (…).”
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También Otto Kuss, en “Carta a los Romanos, Cartas a los Corintios, Carta a los Gálatas”, Ed. Herder, Barcelona, 1976, pp. 260 – 261:
“Cuando alguien participa del banquete sagrado como si de una comida profana se tratase, sin el examen y prueba de sí mismo que le habilita para una participación digna, incurre en el juicio de Jesucristo.
En Corinto esto se ha evidencia ya. Se lamentan numerosos casos de enfermedad y de muerte. En ello sólo puede reconocerse la mano punitiva de Dios por la conducta indigna en la cena del Señor. Cuando el hombre observa ante Dios el verdadero conocimiento de sí mismo y una humildad auténtica, escapa al juicio de Dios vengador (y respectivamente de Cristo). Pero, cuando por su propia culpa se hace reo de ese juicio, tendrá que sufrir un castigo, aún cuando precisamente  en tal castigo vuelva a manifestarse una vez más la misericordia de Dios que quiere preservar al hombre del pavoroso destino condenatorio del mundo.”
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En línea ecumenista, oigamos también a Archibald Robertson, y  Alfred Plummer,  en “The International Critical Commentary – I Corinthians”, 2ª edición, Edinburgo, 1914, pp. 253 – 254 (traducción del inglés mía):
 Es por su irreverencia en la Cena del Señor que muchos entre ellos han sido castigados con enfermedades, y algunos aún con la muerte. Es inadecuado interpretar esto de debilidades y muertes espirituales; y ningún comentador antiguo lo interpreta así. Su muerte espiritual produjo su irreverencia, y por esta irreverencia Dios los castigó con sufrimientos corporales. Si hubiese querido significar enfermedades espirituales, probablemente habríamos tenido en néumati, o en tais kardíais jumón. Tal vez en este tiempo había muchas enfermedades en la Iglesia de Corinto, y San Pablo señala la causa de ello. No hace falta asumir que había recibido una revelación especial al respecto (…) “Duermen” (en la muerte) (…) La palabra fue bienvenida por los Cristianos en tanto que armónica con la creencia en la Resurrección (…) Estos sufrimientos temporales son ciertamente castigos por el pecado, pero su propósito es disciplinario y educacional (1 Tim 1, 20), para inducirnos a enderezar nuestros caminos y escapar a la sentencia que se pronunciará sobre los rebeldes en el último día.”
Los autores señalan además que “Estas enfermedades y muertes serían más llamativas aún en una Iglesia que tenía un karisma iamáton (12, 9)”
Es decir, dones de sanidadeso carisma de curaciones sobrenaturales.
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En cuanto a 1 Tim 1, 20 dice:
“…de los cuales son Himeneo y Alejandro, a quienes entregué a Satanás para que aprendan a no blasfemar.” Donde parece claro que San Pablo se refiere a que ha excomulgado a estas dos personas, para ver si con eso las llama al arrepentimiento.
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También podrían estos autores haber citado el caso de Elimas, en Hechos de los Apóstoles 13, 8 - 11:
“8 Pero Elimas, el mago (pues así se traduce su nombre), se les oponía, tratando de desviar de la fe al procónsul. 
9Entonces Saulo, llamado también Pablo, lleno del Espíritu Santo, fijando la mirada en él,
10 dijo: Tú, hijo del diablo, que estás lleno de todo engaño y fraude, enemigo de toda justicia, ¿no cesarás de torcer los caminos rectos del Señor? Ahora, he aquí, la mano del Señor está sobre ti; te quedarás ciego y no verás el sol por algún tiempo. Al instante niebla y oscuridad cayeron sobre él, e iba buscando quien lo guiara de la mano.”
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En la misma vena ecumenista oigamos a Matthew Henry, en su “Comentario exegético devocional a toda la Biblia”, “Hechos, Romanos, 1 Corintios”, Ed. Clie, Barcelona, 1989, pp. 444 - 445:
“De ahí pasa el Apóstol a mencionar los castigos corporales que el Señor dispone a menudo como disciplina drástica contra sus hijos rebeldes (vv. 30.32): El abuso de la Cena había ocasionado enfermedades y aún la muerte de bastantes miembros de la congregación (v. 30); no eran simplemente por causas naturales, sino por la mano paternal del Señor (v. 32). Que se trataba de verdaderos creyentes, se echa de ver por el vocablo que usa para expresar la muerte: “duermen” (comp. por ej. Con Mt. 27, 53; Hech. 7,60). Éste es el juicio de Dios (v. 31)  contra los que participaban de la Cena sin examinar su mala conciencia. Con esta disciplina,  (tan drástica en bastantes casos, v. 30b), nuestro Padre (v. 32) cumple el objetivo de educarnos (gr. paideuómetha; comp. con la paideia, disciplina, de Ef. 6, 4), corrigiéndonos, para que no seamos condenados (gr. katakrithómen, un verbo mucho más fuerte – el mismo de Mc. 16, 16 – que el krinómenoi de comienzos de este versículo 32) con el mundo.”
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No es desacertado pensar, entonces, que muchos de los males no solamente espirituales sino también físicos que afligen hoy día a la Iglesia y al mundo sean una disciplina enviada por Dios ante la avalancha de comuniones sacrílegas que hace tiempo se hacen en la Iglesia y más aún, en estos últimos tiempos, ante el surgimiento de una  satánica “pastoral del sacrilegio eucarístico”, promovida por muchos eclesiásticos, en la que se propone que puedan confesarse y comulgar los que no tienen propósito de abandonar una situación objetiva de pecado grave, como es el caso de los mal llamados “divorciados vueltos a casar” que no se proponen ni separarse de su pareja adúltera ni convivir en adelante con ella como “hermano y hermana”.
Si pensamos en la gran cantidad de males que afligen a nuestra época, desde la contaminación ambiental y la alteración del clima hasta el terrorismo y las guerras, pasando por tantas y tantas crisis, por ejemplo, económicas, enfermedades y epidemias, catástrofes naturales, etc., y recordamos que en buena filosofía y teología católica todo lo que sucede a nivel de las causas segundas debe reducirse en última instancia a lo que la Causa Primera quiere o permite, lo antes dicho adquiere bastante plausibilidad.
Obviamente que según los textos citados el disciplinamiento lo ejerce el Señor ante todo con sus fieles, y sin duda que el estado actual de la Iglesia parece confirmar esa hipótesis.
El remedio sólo puede venir, gracia de Dios mediante, de una parte: conversión, arrepentimiento, penitencia, oración, ayuno, reforma de la Iglesia.
Néstor

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