miércoles, 16 de mayo de 2018

EL AMOR, ESE MITO PELIGROSO


Una de las grandes paradojas de nuestro tiempo es que estamos dispuestos a creer en la bondad de cualquier sentimiento, salvo el amor. Las sociedades más tóxicamente sentimentalizadas de nuestra historia reciente se vuelven cínicas, autosuficientes e inquisitivas cuando se trata de hablar de la afectividad entre hombres y mujeres. En ese campo, todo lo elaborado por la cultura durante siglos, con sus matices, diversidad y riqueza, se ve sometido a diario al aplastante reduccionismo de una mirada miope que solo es capaz de ver estereotipos y prejuicios. De modo que hemos decidido declararle la guerra al amor, aunque lo disimulamos afirmando que sólo estamos en contra del “mito del amor romántico”, que, según sus detractores, no sería otra cosa que un subterfugio para perpetuar el machismo dominante. Amén.

La guerra declarada al amor define bien el momento actual de la cultura occidental. Una cultura entregada a una compulsiva (auto) destrucción de todo su universo simbólico. Tan ciega que, cuando cree estar desprendiéndose de los pañales sucios de la opresión, en realidad está tirando a la basura el niño entero.  

Tres son los elementos que resultan especialmente irritantes en el ‘mito del amor’. El primero, que el amor pueda ser lo más importante en la vida de hombres y mujeres. Es una herejía intolerable en un mundo que al fin ha descubierto la verdad: que todo es política y que nada puede ser más importante que ella.

La segunda herejía del ‘mito del amor’ es pretender que, en el terreno de los afectos, pueda haber algo más importante en la vida que uno mismo. Enseñarle a la gente que el verdadero sentido de la existencia está en salir de la propia zona de confort para ir al encuentro del otro sólo es aceptable si hablamos de activismo social, nunca en el caso de la familia o el amor.

Y, finalmente, la tercera herejía del amor es defender la idea de que pueda tener sentido (incluso el mayor sentido) sacrificarse por el otro. De todas, ésta es la convicción más insoportable, y la que es sometida a mayor escarnio público, pues todo el mundo sabe que la capacidad de sacrificio es una idea inventada por los poderosos para esclavizar a los humildes, no el modo como los seres humanos han logrado sobrevivir hasta ahora y avanzar hasta alcanzar metas impensables. El desprecio al sacrificio, por otra parte, le va como anillo al dedo a un modelo económico y social que hoy se basa, justamente, en que la gente renuncie a todo esfuerzo personal en favor de esa amplia gama de objetos de consumo que le prometen la felicidad de una vida sin renuncias.

El problema de fondo es qué tipo de amor queda cuando al amor se le quita lo más consustancial del amor. Pues lo que queda es lo que ya estamos viendo: aumento de las personas que viven solas, parejas que no conviven juntas, cada vez menos familias y más débiles, e individuos más frágiles. Bienvenidos al mundo feliz.

Publicado en El Norte de Castilla

Vidal Arranz

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