Un sacerdote alemán
se toma un tiempo de reflexión en un monasterio y publica un libro que se
convierte en best-seller en Alemania
“Tras treinta
años de servicio, de repente lo dejo. Dejo mi actividad como párroco, dejo mi
servicio activo en la diócesis de Münster. He pedido la dimisión y he abandonado el campo que ha configurado durante
décadas mis días, mi vida, mi persona”.
El padre Thomas Frings fue párroco de la ciudad de Münster, Alemania. Y ahora ha decidido
dejar la parroquia y tomar un tiempo de reflexión en un monasterio, desanimado
por lo que él considera el “esfuerzo inútil” de
una “pastoral esclerótica e inadecuada”.
Tras su decisión, escribió un
texto, “¡Correcciones de ruta!”, que
difundió entre sus fieles, y un libro “Così non posso più fare il parroco” (Ancora
editrice) en el que motiva cuidadosamente su
decisión. Este libro se ha convertido en uno de los más vendidos en
Alemania.
Padre Thomas hace una lista de
una serie de cosas que no funcionan en la Iglesia alemana, pero que pueden
referirse a cualquier otra iglesia del mundo. Problemáticas que alejan a la
gente y debilitan a la institución eclesiástica, haciéndola extraña a los ojos
de muchas personas. Son estas:
1) EL ERROR DE DESACRALIZAR LAS IGLESIAS
El sacerdote cree que es un
gran error desacralizar, a menudo con gran facilidad, lugares de culto
históricos a los que la comunidad, o una parte de ella, se siente vinculada.
“Aunque sea como
signos de orientación y lugares de la memoria, no hay que minusvalorar las
iglesias en la ciudad y en el campo – advierte padre Thomas en su libro –
por ejemplo, en la isla de Mull en Escocia hay una aldea de pescadores
encantadora y variopinta con tres iglesias. La primera se ha transformado en un
restaurante fish-and-chips, la segunda en un supermercado que vende pizza para
llevar y papel higiénico. Sólo la
tercera sigue siendo una casa de Dios, aunque está cerrada de lunes a sábado”.
“¿Cuántas
iglesias tendremos aún que desacralizar – pregunta provocativamente el
sacerdote – para llegar al momento en que las personas ya no relacionen el
edificio iglesia con la imagen de la casa de Dios?”.
2) POCAS VOCACIONES, MUCHA CONFUSIÓN
Según Thomas Frings, una de
las figuras que más desconfianza genera, en las últimas décadas, es la del
seminarista. Ser sacerdote parece una empresa complicada, casi titánica. Sea
por los vínculos tan duros, como el celibato y la promesa de obediencia, sea
porque no es fácil definir el propio futuro en un contexto que se vacía de
sacerdotes y de fe.
“En 1980 – dice el sacerdote – empecé a estudiar teología, y en Münster éramos cuarenta
seminaristas ese semestre. Éramos sólo la mitad respecto a veinticinco años
antes, pero las perspectivas seguían siendo buenas: tres puestos de capellán
durante cuatro años, después párroco. En las estructuras de entonces, era algo
asumible. Quien empieza hoy a estudiar
teología, probablemente ya no encontrará la estructura actual, y la nueva
tendrá duración limitada”.
“Hace treinta años – añade – la estima por esta vocación era aún muy alta. No se
elegía por esto, al menos normalmente, pero la pérdida de consideración
ciertamente no ayuda a estar motivado. No somos una empresa, pero ¿aconsejarían
a un joven a formar parte de una empresa con estas perspectivas, y además con
el celibato y la promesa de obediencia?”.
3) BASTA DE DISCUSIONES ESTÉRILES EN LOS CONSEJOS
PARROQUIALES
Otro error que hace poco
atractiva a la Iglesia son las discusiones que a menudo se repiten en los
organismos parroquiales.
“¿Qué impresión
tendría un no creyente o una persona de otra religión si participase en las
discusiones de los consejos parroquiales, en los que se negocian los lugares y
horarios de nuestras celebraciones? Cuando se regatea una media hora antes o
después, cuando se antepone el trabajo en el jardín, la transmisión deportiva,
dormir hasta hartarse, tiempo libre, costumbres y comidas, antes que hablar del
significado de la celebración de la muerte y resurrección de Jesús”.
Padre Thomas se pregunta: “¿Cómo puede
brotar de la misa luz y alegría, esperanza y convicción, cuando ya no es más
importante que un desayuno tardío o que un partido de fútbol entre el
Colonia y el Bayern de Munich? ¿Cuándo hemos olvidado que es la
forma más alta y la fiesta suprema de nuestra fe? Mientras sigamos ofreciendo
esta fiesta como cerveza agria y pongamos todos nuestros deseos por encima de
ella, será una celebración triste. De hecho, a nadie le gusta la cerveza
agria”.
4) CAMBIAR SÍ, PERO SIN HERIR SENTIMIENTOS
Una reflexión que el sacerdote
alemán repite a menudo en su libro es que hoy a muchos sacerdotes les cuesta
comprender el contexto en que se encuentran, y la distancia con sus fieles
aumenta.
“A veces
participo en celebraciones litúrgicas al final de las cuales me pregunto si
seguiría yendo a esa iglesia – observa Padre Thomas -. Al final de la misa me
siento verdaderamente ‘despedido’ en el sentido literal de la palabra. A veces,
aunque sea como fiel, salgo de la celebración eucarística y no se si debería
sentirme enfadado, triste o incluso afectado. No siempre esto depende del celebrante o de la homilía; a menudo depende
del cuadro en su conjunto”.
Si por ejemplo se quieren
cambiar costumbres y tradiciones, antes de hacerlo hay que tener en cuenta la
sensibilidad de los fieles.
“Un compañero
contó visiblemente conmovido que le hicieron una amable advertencia después de
su primera misa en la parroquia. Un hombre se le acercó y le dijo: ‘Padre, en
nuestra parroquia tiene que distribuir la comunión más despacio. Nosotros
tomamos siempre mucho tiempo para comulgar”. La advertencia y su formulación
decían mucho de la atmósfera que reinaba en la celebración eucarística y en la relación existente entre las personas
de esa comunidad. Además, aquella advertencia cayó en un terreno
dispuesto a recibirla”.
5) LA PROMESA BAUTISMAL NO MANTENIDA
“Prometemos
educar a nuestro hijo en la fe”. Quien haya participado una sola vez en un bautizo conoce esta frase. Y
muchos la han pronunciado personalmente, de forma más o menos consciente.
Hoy la crisis de la fe, sobre
todo en los más jóvenes, depende mucho de la lejanía de las familias, que han
arrinconado la promesa hecha en el bautismo. Dejar al hijo privado de educación
cristiana animada por valores sanos es una de las plagas desencadenadas por la laicización de la
sociedad.
“Me encontré una
vez ante una pareja que había dejado la iglesia – lamenta el Padre Thomas – e
incluso con un padrino no bautizado. La pareja motivaba su deseo de bautizar al
hijo sólo por la posibilidad de tener un sitio en el kínder y después poder ir
a una escuela diocesana. No bauticé al niño, pero los padres encontraron a otro
sacerdote, y quizás este encontró buenas razones que a mí se me escapaban”.
El sacerdote piensa que una
solución podría ser la de “introducir un catecumenado más largo“, para padres,
padrinos y madrinas de los bautizandos. “Sería
probablemente un camino, pero sólo funcionará si todas las parroquias lo
siguen”.
6) ¿PRIMERA COMUNIÓN? ¡UN SHOW!
Sobre los problemas de la
ceremonia de la primera comunión, Padre Thomas pega duro. Hoy es cada vez más
difícil transmitir a los niños la importancia del primer “encuentro” con el cuerpo de Cristo. Si además ese
día se convierte para la familia en una carrera para darle al niño todos sus
deseos, es imposible.
“Reina en todas
partes un gran nerviosismo. Se airea, se limpia y se adorna la sala del baile,
se colocan carteles en sillas y bancos indicando que están reservados, se
imprime el programa con el desarrollo de la ceremonia, se ponen banderitas en
el camino de la entrada y en la fachada de la iglesia”.
Después, sigue el sacerdote
alemán, “llegan
ellos, los pequeños protagonistas, por los que se hace todo este gasto de
tiempo y dinero. Van vestidos como si fueran a un antiguo y prestigioso Gran
Hotel, con vestidos y adornos de pequeños adultos”.
A la luz de estas
experiencias, el Padre Thomas propone otro modelo de preparación a la comunión:
en una hora se explica a los niños la celebración eucarística; en otra hora se
hacen las pruebas de la celebración y el domingo se hace la celebración. Y al final se invita a todos a seguir la
catequesis como preparación posterior, en lugar de anterior, en
forma de horas de grupo, tardes de estar juntos y participación en la
eucaristía del domingo.
7) ¡AYUDA Y COMPRENSIÓN A LOS ESPOSOS!
La boda puede ser el momento
para que los novios vuelvan a encontrar la fe. Y para que empiecen a vivir una
nueva vida cristiana, quizás después de un periodo de “alejamiento”
espiritual.
Una ocasión que a menudo “queman” los propios sacerdotes. Porque a los
novios no se les da a “conocer” a fondo el
valor de lo que van a celebrar. Para hacer esto hay que comprender la historia
de los que van a celebrar el sacramento.
“Un día – cuenta – vino a mí una joven pareja que durante los estudios había
redescubierto la fe. Me hablaron de esto y también del hecho de que los demás
miembros de sus familias podían participar en la boda, pero no en una
celebración eucarística. Además, para la pareja la comunión era demasiado
importante como para que se diera a todos, cuando sus invitados no sabrían qué
hacer con ella. Y sin embargo, personalmente
no querían renunciar a ella, porque formaba parte de su vida de fe.
Por otra parte, no se podía excluir al resto de la familia de la celebración”.
La solución fue muy sencilla. “Se celebró la boda como liturgia de la Palabra y
después, tras irse los invitados, los recién casados se acercaron a recibir la
comunión en la misa de la tarde. Para ellos fue la conclusión perfecta de la
celebración de su boda. Para mí, un ejemplo
que funciona. Hay que ser sinceros al principio y creativos al final”.
8) MAL EJEMPLO
El mal ejemplo que los
responsables de las instituciones dan en el tema de la forma de vivir, de la
ostentación, no puede sino alejar a la gente de la Iglesia. Y esto pasa también
hoy.
Escribe el padre Thomas: “Antes de administrar el sacramento de la confirmación,
un obispo quiso dialogar en tono amistoso y con buena intención con los
confirmandos. Les animó a preguntarle con sencillez todo lo que querrían preguntarle
a un obispo. No había forma de que hablaran, y él dijo: ‘Soy uno de ustedes,
pueden preguntarme todo’. Entonces, uno de ellos respondió: ‘Señor obispo,
mientras vista así y venga en ese automóvil con chofer, usted no es uno de
nosotros'”.
9) UN VERDADERO “CENTRO DE SERVICIOS” PARA LOS
FIELES, Y PARA LOS DEMÁS
“Si veo a la
iglesia como algo que tengo enfrente, entonces puedo desear algo de ella,
exactamente como el cliente en el restaurante, ¡donde es el rey!”, explica el sacerdote alemán.
“Se puede
objetar que en la iglesia se habla con amor a las personas y que éstas no
pueden venir con exigencias – concluye Padre Thomas – Efectivamente,
esto no debería suceder nunca en lo relativo a los sacramentos, pero entre los
dos extremos, de la petición y de la exigencia, hay un camino largo, y quienes
se acercan deberían ser bienvenidos”.
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