miércoles, 27 de septiembre de 2017

LA SALVACIÓN



«Mortificad vuestros miembros terrenos, la fornicación, la impureza, la liviandad, la concupiscencia y la avaricia… Despojaos del hombre viejo con todas sus obras, y vestíos del nuevo» (Col 3,5-10).
«¿Qué hay de noble si soportáis el sufrimiento cuando lo merecéis? Pero si lo soportáis cuando hacéis el bien, eso sí es agradable ante Dios. Pues para esto fuisteis llamados, porque también Cristo sufrió por vosotros dejándonos ejemplo para que le imitéis». (1Pe 2, 20-21)

«Entrad por la puerta estrecha, porque es ancha la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que van por allí. Pero es angosta la puerta y estrecho el camino que lleva a la Vida, y son pocos los que lo encuentran» (Mt 7,13-14).

¿”De qué le sirve al hombre ganar todo el mundo, si pierde su alma ¨?. (Mt 16,26). Salvar nuestras almas es el mayor anhelo del hombre y es el mayor deseo de nuestro Señor. Quienes elegimos apostarle todo al rescate de nuestras familias y no nos dejamos tentar por la salida que el mundo ofrece del divorcio e uniones sucesivas, sino que creemos que trabajar por la familia unida por Dios es nuestra misión, a veces somos incomprendidos. Cuando uno de los cónyuges ha decidido dejar al otro y reemplazarlo por una tercera persona, no dejan de haber voces que alientan a que el cónyuge abandonado busque otra pareja también para cubrir el vacío.

Quienes creemos en el mensaje de Nuestro Señor Jesucristo, con su “no” rotundo al divorcio, estamos llamados a perseverar en la fe y esperanza por el rescate en Jesús de las almas de los hijos pródigos, es decir de quienes se alejan de sus mandatos, comprendiendo que nosotros también tendremos que revisar nuestras actuaciones permanentemente a la luz del evangelio para actuar con caridad.

En medio de las incomprensiones del mundo a nuestras actuaciones, nos enfrentamos a que se nos tilde de masoquistas porque el camino que hemos elegido causa sufrimiento. Nosotros hemos entendido que lo que se hace por amor a Dios y a sus leyes, aunque a veces cause dolor, tenemos que unirlo a la cruz bendita de Jesús y se transformará en gracia para nosotros y para las personas por quienes luchamos por rescatar para Dios. Comprendemos que quienes han elegido caminos distintos a los planteados por Dios, aunque aparentemente puedan parecer muy felices, sabemos que es una felicidad mundana y vacía que los separa del amor de Dios y la salvación de sus almas. Nosotros que hemos elegido el camino estrecho, el camino de la cruz, el camino de la salvación eterna, sabemos que sólo así podremos disfrutar algún día de la presencia de Dios y vivir una vida eterna unidos a los santos y a los ángeles en el cielo y esa es nuestra verdadera misión y razón de esta vida terrena.

Conscientes que esta vida es pasajera y que estamos llamados a la santidad para la salvación de nuestras almas, solo hay un verdadero secreto para lograrlo, vivir el presente dentro de la voluntad de Dios haciendo el bien y viviendo en el amor y en comunión con Dios. Agradar a Dios en todo lo que hacemos, nuestras acciones, en hechos y palabras con un corazón totalmente desprendido, sencillo, limpio y con mucha humildad. Para lograr el deseo que Dios quiere para nosotros “caminar en santidad, y salvar nuestras almas”, se requiere de voluntad, decisión y sobre todo plena confianza en Dios. Así sabremos que si no podemos elegir por los demás, en las circunstancias que hoy viven llevando vidas apartadas privándose del amor de Dios y poniendo en peligro la salvación de sus almas, sólo nos queda hacer bien nuestro trabajo diario, atender bien a nuestros hijos, servir a los demás y viviendo en el amor que Dios nos esta permitiendo vivir y seguir siendo perseverantes en nuestras oraciones pidiendo a Dios por nuestra conversión y la de nuestros cónyuges e hijos con la certeza que sólo Dios conoce y sabrá llegar a los corazones hoy endurecidos por el pecado, que los ha alejado de Él y de nosotros.

Sabemos que no es fácil y que es estrecho el camino pero les aseguro que vale la pena seguirlo porque estamos siguiendo a Aquel que entrego Su vida por amor a nosotros y que lo menos que podemos hacer nosotros es entregarle a Él nuestra vida, la de nuestros esposos e hijos en Sus manos, viviendo el amor como nos enseñó, con esperanza en que recibiremos lo que tanto anhelamos en el momento perfecto, que Dios disponga, y al final podremos decir: “valió la pena porque veremos la salvación de nuestras familias”. “Cree en el Señor Jesús y serás salvo tú y tu familia” (Hch 16,31) Pidamos a nuestra Madre Santísima que así como en Canaa de Galilea con sólo decir “hagan lo que Él les diga”, consiguió que Jesús hiciera Su primer milagro, interceda por nosotros para que arranque del corazón de Jesús el milagro que estamos esperando, la conversión nuestra, la de nuestros cónyuges e hijos y la restauración de nuestros matrimonios para mayor Gloria de Él.


Luce Bustillo-Schott

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