jueves, 28 de septiembre de 2017

4 SALMOS QUE TODO EL MUNDO DEBERÍA SABER DE MEMORIA

Los salmos son poderosas oraciones que expresan los deseos más profundos de nuestro corazón.
Uno de los libros más apreciados y usados para rezar de toda la Biblia es el Salterio (el Libro de los Salmos), tradicionalmente entendido como las oraciones personales del Rey David.
Se admite generalmente que David muy probablemente escribió muchos (pero probablemente no todos) los salmos, y estas oraciones poéticas revelan una vida interior llena de dolor, dudas, esperanzas, tristezas y alegría, con tal riqueza que, miles de años después, siguen siendo un perfecto reflejo de la condición humana. No importa qué es lo que necesites expresar con la oración: hay un salmo adecuado para ello.
Los salmos son la base de la Liturgia de las Horas (u Oficio Divino), que la Iglesia anima a todos los cristianos a rezar todo lo que sea posible, para enriquecer la relación personal con Dios.
Durante siglos, monjes y monjas acostumbraban a memorizar los salmos, pues los rollos y libros no eran fáciles de utilizar. En particular, los salmos nocturnos, que se rezaban en Maitines y Completas, tenían que aprenderse para evitar el uso de cirios y fuego.
La Iglesia aún recomienda memorizar algunos salmos para rezar con ellos, especialmente en tiempos de dificultad o alegría. Estas oraciones son medios particularmente poderosos para expresar lo profundo del corazón y los deseos y emociones mucho más allá de las palabras.
Aquí cuatro salmos especialmente recomendados:
Empezamos con el salmo más breve, el 117 (Laudate Dominum)
¡Aleluya! ¡Alaben al Señor, todas las naciones, glorifíquenlo, todos los pueblos! Porque es inquebrantable su amor por nosotros, y su fidelidad permanece para siempre. ¡Aleluya!

Salmo 130 (De Profundis)
Desde lo más profundo te invoco, Señor. ¡Señor, oye mi voz! Estén tus oídos atentos al clamor de mi plegaria. Si tienes en cuenta las culpas, Señor, ¿quién podrá subsistir? Pero en ti se encuentra el perdón, para que seas temido. Mi alma espera en el Señor, y yo confío en su palabra. Mi alma espera al Señor, más que el centinela la aurora. Como el centinela espera la aurora, espere Israel al Señor, porque en él se encuentra la misericordia y la redención en abundancia: él redimirá a Israel de todos sus pecados.
Salmo 51 (Miserere)
¡Ten piedad de mí, Señor, por tu bondad, por tu gran compasión, borra mis faltas! ¡Lávame totalmente de mi culpa y purifícame de mi pecado! Porque yo reconozco mis faltas y mi pecado está siempre ante mí. Contra ti, contra ti solo pequé e hice lo que es malo a tus ojos. Por eso, será justa tu sentencia y tu juicio será irreprochable; yo soy culpable desde que nací; pecador me concibió mi madre. Tú amas la sinceridad del corazón y me enseñas la sabiduría en mi interior. Purifícame con el hisopo y quedaré limpio; lávame, y quedaré más blanco que la nieve. Anúnciame el gozo y la alegría: que se alegren los huesos quebrantados. Aparta tu vista de mis pecados y borra todas mis culpas. Crea en mí, Dios mío, un corazón puro, y renueva la firmeza de mi espíritu. No me arrojes lejos de tu presencia ni retires de mí tu santo espíritu. Devuélveme la alegría de tu salvación, que tu espíritu generoso me sostenga: yo enseñaré tu camino a los impíos y los pecadores volverán a ti. ¡Líbrame de la muerte, Dios, salvador mío, y mi lengua anunciará tu justicia! Abre mis labios, Señor, y mi boca proclamará tu alabanza. Los sacrificios no te satisfacen; si ofrezco un holocausto, no lo aceptas: mi sacrificio es un espíritu contrito, tú no desprecias el corazón contrito y humillado.
Salmo 23 Dominus regit me
El Señor es mi pastor, nada me puede faltar. Él me hace descansar en verdes praderas, me conduce a las aguas tranquilas y repara mis fuerzas; me guía por el recto sendero, por amor de su Nombre. Aunque cruce por oscuras quebradas, no temeré ningún mal, porque tú estás conmigo: tu vara y tu bastón me infunden confianza. Tú preparas ante mí una mesa, frente a mis enemigos; unges con óleo mi cabeza y mi copa rebosa. Tu bondad y tu gracia me acompañan a lo largo de mi vida; y habitaré en la Casa del Señor,
por muy largo tiempo. ×


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