REDACCIÓN CENTRAL, 05 Oct.
16 / 12:03 am (ACI).- "A las almas que propagan la devoción a mi
misericordia, las protejo durante su vida
como una madre cariñosa a su niño recién nacido y a la hora de la muerte no
seré para ellas el juez, sino el Salvador Misericordioso”, le dijo el Señor de la Divina
Misericordia a su servidora Santa Faustina Kowalska, cuya fiesta es
el 5 de octubre.
Santa Faustina nació en Polonia en 1905. El día que fue a recibir la
Primera Comunión, besó las manos de sus padres para demostrar su pena por
haberles ofendido. Solía ayudar en casa con los quehaceres de la cocina,
ordeñando vacas y cuidando de sus hermanos. Asistió a la escuela, pero sólo
pudo completar tres trimestres porque se dio la orden de que los estudiantes
mayores tenían que salir para dar cabida a los niños menores.
A los 15 años empezó a trabajar como empleada doméstica y sintió con más
fuerza el llamado a la vocación religiosa. Le contó esta inquietud a sus padres
en varias ocasiones, pero ellos se opusieron. Es así que se entrega a las
vanidades de la vida, sin hacer caso del llamado que experimentaba, hasta que
escuchó la voz de Jesús que le pidió dejarlo todo e ir a Varsovia para que
entre en un convento.
Sin despedirse personalmente de sus padres, va a Varsovia con un solo
vestido. Allá habló con un sacerdote, quien le consigue hospedaje en casa
de una feligresa. Tocaba las puertas de varios conventos, pero era rechazada.
Fue recibida en la Casa Madre de la congregación de las Hermanas de
Nuestra Señora de la Misericordia, pero antes tuvo que trabajar como doméstica
un año para pagar su ingreso. A las pocas semanas tuvo la tentación de
dejar el convento y tuvo una visión en la que Jesús se le apareció con su
rostro destrozado y cubierto de llagas.
Ella le preguntó: "Jesús, ¿quién te ha
herido tanto?". El Señor le contestó: "Esto
es el dolor que me causarías si te vas de este convento. Es aquí donde te he
llamado y no a otro; y tengo preparadas para ti muchas gracias."
Más adelante fue enviada al noviciado, tomó el hábito religioso y llegó
a pronunciar sus primeros votos y los perpetuos. Entre sus hermanas sirvió como
cocinera, jardinera y hasta de portera.
A esta sencilla mujer, recogida y piadosa, pero a la vez alegre y
caritativa, se le apareció Jesús en diversas ocasiones mostrándole la infinidad
de su amor misericordioso por la humanidad. Asimismo, Dios le concedió estigmas
ocultos, dones de profecía, revelaciones y la Coronilla de la Divina
Misericordia.
“Ni las gracias ni las revelaciones, ni los
éxtasis, ni ningún otro don concedido al alma la hacen perfecta, sino la
comunión interior del alma con Dios... Mi santidad y perfección consisten en
una estrecha unión de mi voluntad con la voluntad de Dios”, escribió una vez.
El 5 de octubre de 1938, después de largos sufrimientos soportados con
gran paciencia, partió a la Casa del Padre. En el 2000 fue canonizada por
su compatriota San Juan Pablo II,
quien estableció el segundo domingo de Pascua
como el “Domingo de la Misericordia Divina”.
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