viernes, 14 de octubre de 2016

El Cristianismo Creyó desde su Inicio en las Apariciones de las Almas del Purgatorio


Los padres de la iglesia estaban familiarizados con los fantasmas, visiones fantasmales y apariciones.
Dos ejemplos notables en la literatura de la iglesia primitiva muestran cómo eran consideradas.
Lamentablemente, estas enseñanzas y evidencias no son compartidas por otros cristianos como los evangélicos.
Las visiones de los muertos en sueños (apariciones oníricas) y apariciones en vigilia de figuras fantasmales, eran consideradas encuentros espectrales.
El significado profundo unido a las figuras oníricas, sobre todo de gente real que entrega mensajes importantes, no se consideraba meramente un subproducto psicológico del ensueño, sino un evento sobrenatural.
Veamos el caso de Santa Perpetua.

QUIEN FUE SANTA PERPETUA
Santa Perpetua fue una mártir cartaginesa, cuyo martirio se relata en la Passio Perpetuae et Felicitatis.
Joven mujer rica de 22 años fue arrestada y acusada por cristianismo junto con su esclava Felicidad (también conocida como Felícitas).
Y ante su negativa a adorar a los dioses paganos, fueron condenadas a muerte en el circo.
La historia de su martirio fue inmensamente popular en los siglos IV y V.
San Agustín dice que la Passio se leía frecuentemente en las iglesias y reuniones, para gran provecho de los creyentes.
Sus vidas fueron objeto de dos novelas históricas recientes: Perpetua: Una novia, una mártir, una pasión escrita por Amy Peterson y La escalera de bronce de Malcolm Lyon.
Perpetua fue muerta por decapitación en el año 203 junto a Felicidad y se las recuerda juntas.
EL CASO DE SANTA PERPETUA
Nuestro primer fantasma aparece en  La Pasión de las Santas Perpetua y Felicidad, un importante cuento sobre el martirio temprano.
Antes de su ejecución en Cartago el 7 de marzo 203, Perpetua experimenta algo inusual.
Mientras que está en espera en la cárcel, el nombre de su pequeño hermano muerto Dinocrates viene a su mente de forma espontánea durante la oración, y ella piensa que esto es significativo.
Esa noche, ella tiene una visión de él:
Yo veía à Dinocrates saliendo de un lugar oscuro, donde estaban otros muchos.
Sintiendo a la vez calor y sed, con falta vestido, y color pálido; y la herida en su cara que él tenía cuando murió. 
Este Dinocrates habían sido mi hermano en la carne, de siete años de edad, quien estaba enfermo de úlceras de la cara, había tenido una muerte horrible, por lo que su muerte fue abominada por todos los hombres. 
Por él, por tanto, yo había hecho mi oración; y entre él y yo había un gran abismo, de manera que ninguno podía ir de un lugar a otro. 
Había además, en el mismo lugar donde estaba Dinocrates, una fuente llena de agua, cuyo borde más alto era de la estatura del niño.
Y Dinocrates se estiraba como si quisiera beber. Me lamentaba de que la fuente tenía agua, pero sin embargo la altura del borde le impedía beber.
Ella reza por su hermano cada día y noche, para que pueda ser liberado de este tormento.
Es interesante que el lenguaje evoca claramente la historia del Rico y Lázaro, lo que sugiere la imposibilidad de Dinocrates de obtener ningún alivio en el más allá. 
No obstante, Perpetua sigue rezando por él.
Días más tarde, ella tiene otra visión: Vi ese lugar que antes había visto, y Dinocrates limpio del cuerpo, bien vestido, con comodidad.
Y la fuente que había visto antes, tenía el borde a la altura del ombligo del niño.
Había allí agua que fluía sin cesar. 
Y en el borde había un cáliz de oro lleno de agua.
Dinocrates se acercó y comenzó a beber de él. Y quedando satisfecho partió lejos del agua y empezó a jugar como un niño lo haría, con alegría.
Y me desperté. Entonces entendí que fue relevado de sus dolores.
Esta es una poderosa escena para un importante texto cristiano temprano.
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Aquí tenemos una visión de los muertos que sugiere el destino de los difuntos en el otro mundo, con una imagen del agua viva que “fluía sin cesar”.
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El estado de Dinocrates, y la capacidad de las oraciones intercesoras de Perpetua para liberarlo, son un poderoso testimonio temprano de las apariciones, del purgatorio y de las oraciones por los muertos.
Estas apariciones de los muertos en sueños – casi siempre llenas de significado y simbolismo cristianos – se repiten en la literatura fantasmagórica y visionaria en los próximos mil años y más allá.
Veamos otro caso.

QUIEN FUE SANTA TECLA
Tecla de Iconio es conocida hoy popularmente como Santa Tecla.
Una mujer que durante el siglo I , decidió ofrecer su castidad y seguir ciegamente a San Pablo en su peregrinar.
Los dos evangelizadores cuenta la historia, pasaron con su divina palabra por la ciudad de Tarragona.
Santa Tecla continuó sola su peregrinaje.
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Luego fue perseguida por los enemigos del cristianismo, quienes la sometieron a toda clase de tormentos.
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Pero la Santa mujer siempre salía indemne, pues ni los leones.
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Ni los lagartos venenosos, ni el intento de quemarla viva pudieron con ella.
Después, se retiró a una cueva para vivir el resto de su vida en cristo.
Hasta el día en que soldados intentaron atraparla, y ella a través de la oración hace derrumbar la montaña; quedando al descubierto solo el brazo de Santa Tecla. 
El brazo de Santa Tecla fue trasladado desde el país de Armenia, para ser protegido y rendirle culto en la catedral de Tarragona.
EL CASO DE SANTA TECLA
Esta otra visión de sueño fantasmal está en los apócrifos Hechos de Pablo y Tecla, compuesto en el siglo segundo.
Santa Tecla, inspirada en Pablo para seguir una vida de virginidad, sobrevive varios intentos de ejecutarla por su fe.
Después de una de sus sentencias de muerte, se le da al cuidado de una “rica reina” de nombre Tryphaena a fin de preservar su virginidad hasta la ejecución. 
Las autoridades tratan de alimentar con Tecla a los leones, pero éstos se niegan a atacar, en su lugar lamen sus pies.
Después de este primer intento de matarla, Tecla retorna al cuidado de Tryphaena, quien había perdido una hija llamada Falconilla.
La hija viene a Tryphaena en sueños diciendo:
“Madre, tú hablarás con Tecla, la extranjera que está desolada, ella puede orar por mí y ser trasladada al lugar de los justos”.
Cuando Tryphaena la recibió después de la procesión, que por igual hacían lamentándose por ella le dijo: Tecla, mi segunda hija, ven, ruega tú por mi hija para que ella pueda vivir para siempre;  esto lo he visto en un sueño.
Y ella sin demora levantó la voz y dijo: ¡Oh, mi Dios, Hijo del Altísimo que estás en los cielos, concede a ella su deseo, que su hija Faleonilla pueda vivir para siempre. 
Y después de haber dicho esto, Tryphaena se lamentó por ella, teniendo en cuenta que tan gran belleza debía ser arrojada a las bestias.
Tryphaena se había encariñado con Tecla como una segunda hija.
Cuando Tecla sobrevive a un segundo intento de matarla, la reina llega a creer en el Dios de Tecla y cree que el alma de su hija ha sido redimida por las oraciones de Tecla.
Todo su hogar se convierte.
Así vemos nuevamente que la aparición, la oración de intercesión por los difuntos y una sugerencia del purgatorio en otra pieza de la literatura cristiana primitiva.
En estos dos cuentos, los fantasmas actúan como testigos del estado de los muertos en el más allá, ya que abogan por oraciones para moverlos a la salvación.
Es un motivo que veremos repetido durante siglos, desde fantasmas a sueños fantasmales.
Aún más interesante es que tenemos claro los primeros indicios del purgatorio y las oraciones por los muertos un milenio antes de que algunos estudiosos (como le Goff) sostienen que el purgatorio fuera “inventado”.
Veamos otros relatos antiguos pero más recientes.
NUEVE HISTORIAS SOBRE ALMAS DEL PURGATORIO

PRIMER RELATO 
Refiere Tomás de Cantimprato que a un hombre muy virtuoso, pero que a causa de una larga y terrible enfermedad, estaba muy deseoso de morir, se le apareció el Ángel del Señor y le dijo:
“Dios ha aceptado tus deseos, escoge, pues: o pasar tres días en el purgatorio y después ir al cielo, o ir al cielo sin pasar por el purgatorio, pero sufriendo todavía un año de esa enfermedad”.
Eligió lo primero: murió y fue al purgatorio.
No había aun pasado un día, cuando el ángel se le presentó de nuevo.
Apenas le hubo visto aquella pobre alma exclama,
“No es posible, exclama, que tú seas el Ángel bueno, pues me has engañado así.
Me decías que solo estaría tres días en este lugar, ¡y hace ya tantos años que estoy sufriendo aquí las más horribles penas!”
“Tú eres quien te engañas, contesto el Ángel.
Todavía no ha pasado un día, tu cuerpo esta aun por enterrar.
Si prefieres sufrir un año más esta enfermedad Dios te permite aun salir del Purgatorio y volver al mundo”.
“Si, Ángel santo, replicó, no solo esta enfermedad durante un año, sino cuantas penas, dolores y males haya en el mundo sufriré gustoso, antes que padecer una sola hora las penas del Purgatorio”.
Volvió, pues, a la vida y sufrió con admirable alegría un año más aquella enfermedad, publicando a todos lo terrible que son las penas del Purgatorio.

SEGUNDO RELATO
Refieren varios autores que estando un religioso carmelita descalzo en oración, se le apareció un difunto con semblante muy triste y todo el cuerpo rodeado de llamas.
“¿Quién eres tú? ¿Qué es lo que quieres?”, preguntó el religioso.
“Soy, respondió, el pintor que murió días pasados, y deje cuanto había ganado para obras piadosas”.
“¿Y cómo padeces tanto, habiendo llevado una vida tan ejemplar?”, volvió a decirle al religioso.
“¡Ay!, contesto el difunto, en el tribunal del supremo Juez se levantaron contra mi muchas almas, unas que padecían terribles penas en el purgatorio, y otras que ardían en el infierno, a causa de una pintura obscena que hice a instancias de un caballero“.
“Por fortuna mía se presentaron también muchos santos, cuyas imágenes pinte, y dijeron para defenderme que había hecho aquella pintura inmodesta en la juventud.
Que después me había arrepentido y cooperado a la salvación de muchas almas, pintando imágenes de Santos.
Y por último que había empleado lo que había ganado a fuerza de muchos sudores, en limosnas y obras de piedad“.
Oyendo el Juez soberano estas disculpas, y viendo que los santos interponían sus méritos, me perdonó las penas del infierno pero me condenó a estar en el purgatorio mientras dure aquella pintura.
“Avisa pues, al caballero N.N. que la eche al fuego, y ¡ay! de él si no lo hace”.
Y en prueba de que es verdad lo que te digo, sabe que dentro de poco tiempo morirán dos de sus hijos.
Creyó, en efecto, el caballero la visión y arrojo al fuego la imagen escandalosa.
Antes de los dos meses se le murieron los dos hijos, y el reparó con rigurosa penitencia los daños ocasionados a las almas.
TERCER RELATO
Estaba santa Brígida en altísima contemplación, cuando fue llevada en espíritu al purgatorio.
Allí vio, entre otras, a una noble doncella, y oyó que se quejaba amargamente de su madre, por el demasiado que le había tenido:
“!AH! decía, en vez de reprenderme y sujetarme, ella me proporcionaba modas, novios, me incitaba a ir a los bailes, saraos, teatros, y hasta me engalanaba ella misma.
Es verdad que me enseñaba alguna devociones, pero que gusto podían dar estas a Dios yendo mezcladas con tanto galanteo y profanidad?
No obstante, como la misericordia del señor es tan grande, por aquellas devociones que hacía, Dios me concedió tiempo para confesarme bien y librarme del infierno.
Pero ¡ay!, ¡que penas estoy padeciendo, si lo supieran mis amigas!! ¡que vidas tan distintas llevarían!.
La cabeza que antes ataviaba con dijes y vanidades esta ahora ardiendo entre llamas vivísimas.
Las espaldas y brazos que llevaba descubiertos los tengo ahora cubiertos y apretados con hierros de fuego ardentísimo.
Las piernas y pies, que adornaba para el baile ahora son atormentados horriblemente.
Todo mi cuerpo, en otro tiempo tan pulido y ajustado ahora se halla sumergido en toda clase de tormentos”
Contó la santa esta visión a una prima de la difunta, muy entregada también a la vanidad, y esta cambio de vida.
En términos que, entrando a un convento de muy rigurosa observancia procuro con rigidísimas penitencias reparar los desórdenes pasados, y auxiliar a su parienta que estaba padeciendo tanto en el purgatorio.

CUARTO RELATO
Había en Bolonia una viuda noble, que tenía un hijo único muy querido.
Estando divirtiéndose un día con otros jóvenes, paso un forastero y les interrumpió el juego.
Reprendiéndole ásperamente el hijo de la viuda, y resentido el forastero, saco un puñal, se lo clavo en el pecho.
Y dejándole palpitando en el suelo, echo a huir calle abajo con el puñal ensangrentado en la mano, y se metió en la primera casa que encontró abierta.
Allí suplicó a la señora que por amor de Dios le ocultase, y ella, que era precisamente la madre del joven asesinado, le escondió en efecto.
Entre tanto llego la justicia buscando al asesino, y no hallándole allí,
“sin duda, dijo uno de los que les buscaba, no sabe esta señora que el muerto es su hijo, pues si lo supiera, ella misma nos entregaría al reo, que indudablemente debe estar aquí”.
Poco falto, para que muriese la madre de sentimiento al oír estas palabras.
Mas luego, cobrando animo y conformándose con la voluntad Divina, no solo perdono al que había matado a su único y tan estimado hijo.
Sino que le entrego todavía una cantidad de dinero y el caballo del difunto para que huyese con más prontitud, y después le adopto como su hijo.
Pero, ¡cuán agradable fue a Dios esta generosa conducta!
Pocos días después estaba la buena  señora, haciendo oración, por el alama del difunto, cuando de pronto se le apareció su hijo, todo resplandeciente y glorioso, diciéndole: “Enjuagad madre mía, vuestras lágrimas y alegraos, que me he salvado.
Muchos años tenía que estar en el purgatorio, pero vos me habéis sacado de él, con las virtudes heroicas que practicasteis perdonando y haciendo bien al que me quito la vida.
Más os debo por haberme librado de tan terribles penas, que por haberme dado a luz.
Os doy las gracias por uno y otro favor, ¡adiós, madre mía, adiós, me voy al cielo donde seré dichoso por toda la eternidad”.
QUINTO RELATO
Derrotado por Cayano, el ejército de Mauricio y hechos prisioneros gran número de soldados, Cayano pidió al emperador una moneda y no de valor muy subido, por el rescate de cada prisionero.
Mauricio se negó a darla. Cayano pidió entonces una de menos valor, y habiéndosela también rehusado, exigió por ultimo una ínfima cantidad.
La que no habiendo podido lograr tampoco, irritado el bárbaro, mandó cortar la cabeza a todos los soldados imperiales que tenía en su poder.
Mas ¿Qué sucedió?
Pocos días después Mauricio tuvo una espantosa visión.
Citado al tribunal de Dios, veía gran multitud de esclavos que arrastraban pesadas cadenas, y con horrendos gritos pedían venganza contra él.
Oyendo el Juez supremo, tan justas quejas, se vuelve a Mauricio y le pregunta: “¿Dónde quieres ser más castigado: en esta o en la otra vida?
¡Ah! Benignísimo Señor, responde el prudente emperador, prefiero ser castigado en este mundo.
Pues bien, dijo el juez, en pena de tu crueldad con aquellos pobres soldados, cuya vida no quisiste salvar a tan poco precio, uno de tus soldados te quitara la corona, fama y vida acabando con toda tu familia”.
En efecto, pocos días después se le insurrecciono el ejército, proclamando a Focas por emperador.
Mauricio fugitivo se embarcó en una pequeña nave con algunos pocos que le seguían, más en vano, furiosas las olas lo arrojan a la playa.
Y llegando los partidarios de Focas, le atan a él y a cuantos le seguían y los llevan a Eutropia, en donde, ¡oh, pobre infeliz!
Después de haber visto con sus propios ojos la cruel carnicería que hicieron de cinco hijos suyos, fue muerto ignominiosamente, y no paso mucho tiempo sin que el resto de su familia sufriese la misma desgracia.
¡Ah! Cristianos que oís esto, no son unos pobres soldados, son vuestros propios hermanos y vuestros propios padres los que han caído prisioneros de la Justicia divina.
Este Dios misericordioso pide por su rescate una muy pequeña moneda, de gran valor, es verdad, pero muy fácil de dar.
¿Y seréis tan duros que se le neguéis? ¿Tan insensibles seréis a la felicidad de las ánimas y a vuestros propios intereses?

SEXTO RELATO
Tenía una pobre mujer napolitana una numerosa familia que mantener, y a su marido en la cárcel, encerrado por deudas.
Reducida a la última miseria, presento un memorial un gran señor, manifestándole su infeliz estado y aflicción, pero con todas las suplicas no logro más que unas monedas.
Entra desconsolada a una Iglesia, y encomendándose a Dios, siente una fuerte inspiración de hacer decir con aquellas monedas una Misa por las Ánimas, y pone toda su confianza en Dios, único consuelo de los afligidos. ¡Caso extraño!
Oída la Misa, se volvía a casa, cuando encuentra a un venerable anciano, que llegándose a ella le dice: “¿Qué tenéis, mujer? ¿Qué os sucede?”
La pobre le explico sus trabajos y miserias. El anciano consolándola le entrega una carta, diciéndole que la lleve al mismo señor que le ha dado las monedas.
Este abre la carta, y ¿Cuál no es su sorpresa cuando ve la letra y firma de su amantísimo padre ya difunto?
¿Quién os ha dado esta carta?
No lo conozco, respondió la mujer, pero era un anciano muy parecido a aquel retrato, solo que tenía la cara más alegre“.
Lee de nuevo la carta, y observa que le dicen: “Hijo mío muy querido, tu padre ha pasado del purgatorio al cielo por medio de la Misa que ha mandado celebrar esa pobre mujer.
Con todas veras la encomiendo a tu piedad y agradecimiento, dale una buena paga, porque está en grave necesidad”.
El caballero, después de haber leído y besado muchas veces la carta, regándola con copiosas lágrimas de ternura:
“Vos, dice a la afligida mujer, vos con la limosna que os hice, habéis labrado la felicidad de mi estimado padre, yo ahora haré la vuestra, la de vuestro marido y familia”.
En efecto, pagó las deudas, saco al marido de la cárcel, y tuvieron siempre de allí en adelante cuanto necesitaban y con mucha abundancia.
Así recompensa Dios, aun en este mundo, a los devotos de las benditas Ánimas.
SÉPTIMO RELATO
Cómo, diciendo misa el hermano Juan de Alverna el día de Difuntos, vio que muchas almas eran liberadas del purgatorio.
Celebraba una vez la misa el hermano Juan el día siguiente a la fiesta de Todos los Santos por todas las almas de los difuntos, como lo tiene dispuesto la Iglesia.
Y ofreció con tanto afecto de caridad y con tal piedad de compasión este altísimo sacramento, el mayor bien que se puede hacer a las almas de los difuntos por razón de su eficacia, que le parecía derretirse del todo con la dulzura de la piedad y de la caridad fraterna.
Al alzar devotamente el cuerpo de Cristo y ofrecerlo a Dios Padre, rogó que, por amor de su bendito Hijo Jesucristo, puesto en cruz por el rescate de las almas, tuviese a bien liberar de las penas del purgatorio a las almas de los difuntos creadas y rescatadas por Él,
En aquel momento vio salir del purgatorio un número casi infinito de almas, como chispas innumerables que salieran de un horno encendido.
Y las vio subir al cielo por los méritos de la pasión de Cristo, el cual es ofrecido cada día por los vivos y por los difuntos.

OCTAVO RELATO
Cómo, por los méritos de fray Gil, fue librada del purgatorio el alma de un fraile Predicador, amigo suyo.
Estaba ya fray Gil con la enfermedad de la que a pocos días murió, y enfermó también de muerte un fraile dominico.
Otro religioso amigo de éste, viéndole próximo a morir, díjole: “Hermano mío, si te lo permitiese el Señor, quisiera que después de tu muerte vinieses a decirme en qué estado te encuentras”.
El enfermo prometió complacerle, caso de que le fuese posible.
Ambos enfermos murieron el mismo día, y el de la Orden de Predicadores se apareció a su hermano superviviente, y le dijo:
“Voluntad es de Dios que te cumpla la promesa.
¿Qué es de ti? -le preguntó el fraile.
Estoy bien -respondió el muerto-, porque aquel mismo día murió un santo fraile Menor, llamado fray Gil, al cual, por su grande santidad, concedió Jesucristo que llevase al cielo todas las almas que había en el purgatorio.
Con ellas estaba yo en grandes tormentos, y por los méritos del santo fray Gil me veo libre”.
Dicho esto, desapareció, y el fraile que tuvo esta visión no la reveló a nadie.
Pero ya enfermo, temeroso del castigo de Dios por no haber manifestado la virtud y gloria de fray Gil, hizo llamar a los frailes Menores.
Se presentaron diez, y, reunidos con los frailes Predicadores, reveló el enfermo devotamente la visión ya referida.
Investigaron con diligencia, y supieron que los dos habían muerto en un mismo día.
NOVENO RELATO
Santa Gertrudis, aquella esposa tan regalada del Señor, había hecho donación de todos sus méritos y obras buenas a las pobres Ánimas del Purgatorio.
Y para que los sufragios tuviesen más eficacia y fuesen más adeptos a Dios, suplicaba a su Divino Esposo le manifestase porque alma quería que satisficiese.
Se lo otorgaba su Divina Majestad, y la santa multiplicaba, oraciones, ayunos, cilicios, disciplinas y otras penitencias, hasta que aquella alma hubiese salido del purgatorio.
Sacada una, pedía al Señor le señalara otra, y así logro liberar a muchas de aquel horrible fuego.
Siendo ya la santa de edad avanzada, le sobrevino una fuerte tentación del enemigo que le decía: “¡Infeliz de ti! ¡Todo lo has aplicado a las Ánimas del Purgatorio, y no has satisfecho todavía tus pecados! Cuando mueras, ¡que penas y tormentos te esperan!”
No dejaba de acongojarla este pensamiento, cuando se le apareció Cristo Señor Nuestro, y la consoló diciendo:  “Gertrudis, hija mía muy amada, no temas, los sufragios que tu ofreciste a las Ánimas del Purgatorio, me fueron muy agradables, tu no perdiste nada.
Pues en recompensa no solo te perdono las penas que allí habías de padecer, sino que aun aumentare tu gloria de muchísimos grados. 
¿No había prometido yo dar el ciento por uno, pagando a mis fieles servidores con medida buena, abundante y apretada?
Pues mira, yo haré que todas las almas libertadas con tus oraciones y penitencias te salgan a recibir con muchos Ángeles a la hora de la muerte.
Y que, acompañada de este numeroso y brillante cortejo de bienaventurados, entres en el triunfo de la gloria”.
Fuentes:

Foros de la Virgen María

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