miércoles, 21 de septiembre de 2016

ENTREVISTA AL PADRE CRISTÓFORO BOVE, EXPERTO EN BILOCACIÓN


Entrevista realizada por Javier Serra en julio de 2007 en la Congregación para las Causas de los Santos de Roma, y publicada en www.masalladelaciencia.es
El relator para las Causas de los Santos, Cristóforo Bove, franciscano, pertenece a una élite de varones del Vaticano responsables de dar luz verde o cerrar el paso a los cientos de candidatos que esperan ocupar un lugar en los altares. Su trabajo consiste en examinar cuantas fuentes autobiográficas, biográficas, procesales, iconográficas o documentales existan sobre esos aspirantes.
Para redactar cada una de esas Positios el padre Bove se sirve de colaboradores externos. Son especialistas en cualquier rama del saber: desde traductores de idiomas extraños en los que un beato pueda haber hablado durante un éxtasis, a peritos calígrafos, médicos o periodistas. En 1983, cuando se creó la figura del relator, la Congregación para las Causas de los Santos contaba ya con un pequeño ejército de ellos. Estaba integrado por dos decenas de monseñores, sacerdotes y legos, veintitrés abogados y hasta un par de monjas mecanógrafas. Bove está hoy en la cima de ese equipo. Forma parte de un cuarteto de sabios que se reparte las tareas según el “grupo lingüístico” al que pertenezca el aspirante a los altares, con el fin de facilitar la recopilación de materiales en su lengua original.

EL HOMBRE QUE EXAMINÓ AL PADRE PIO
El padre Bove fue, por ejemplo, tuvo la responsabilidad de armar los ocho voluminosos tomos de pastas rojas de la causa de santificación del Padre Pio Tardó seis años. Y con razón. “Fue una causa complejísima”, dice ahora. “Sus fenómenos místicos, como los estigmas o su capacidad de videncia, tuvieron que ser estudiados a conciencia. Precisamente lo hizo un español, el padre Peralta.” Su caso me interesa particularmente. A fin de cuentas, el venerado capuchino de Pietrelcina es el último religioso contemporáneo, junto al ya santo brasileño Fray Galvão, al que Roma ha reconocido un extraordinario don que sigue desafiando a la ciencia: el de la bilocación. Y de eso, precisamente, fui a hablar con Bove a Roma.

ESTAR EN DOS LUGARES A LA VEZ
–Déjeme, primero, que le precise el propio término de bilocación –mi interlocutor habla lentamente, como si impartiera una lección magistral–. Fue acuñado en el ámbito de la literatura eclesiástica y tiene una clara orientación mística. Hoy se suele preferir el de “desdoblamiento corporal”. Así, la bilocación o desdoblamiento corporal es la simultánea presencia de un individuo en dos lugares a la vez.
Y añade,
–La bilocación así entendida consta de dos aspectos fundamentales: el primero es subjetivo, esto es, la bilocación tal y como es percibida por el sujeto. Por ejemplo, San Pio de Pietrelcina escribe a menudo a sus fieles y les confirma que ha ido a visitarles “en espíritu”; no se trata de una bilocación corpórea, sino subjetiva, percibida desde el interior del sujeto. Estas bilocaciones espirituales suelen estar rodeadas de una nebulosidad onírica, ligadas incluso a la fantasmogénesis o la capacidad de producción de imágenes según principios aún no establecidos por la ciencia. Ya en tiempos de San Agustín, en el siglo V de nuestra era, este escribió sobre un joven que mientras dormía iba a visitar a penitentes a las que no podía ver durante el día porque el acceso al beaterio en el que ellas se encontraban estaba prohibido a los varones. Nunca fue una bilocación absoluta; se trataba de un desdoblamiento subjetivo. Hay ejemplos en toda la literatura patrística, especialmente en la Alta Edad Media, a partir de los siglos XII, XIII y XIV.
El proceso de beatificación de Sor María Jesús de Ágreda, la monja de clausura barroca a la que se atribuyó la conversión de miles de indígenas americanos en el siglo XVII, no está en manos del padre Cristóforo Bove. El relator que lleva la causa de la llamada Dama Azul es el monseñor vasco José Luis Gutiérrez–nos dicen– es lento. Entre las miles de afirmaciones que este relator deberá investigar está la leyenda de que sor María Jesús –o su doble o “ángel”, como ella misma lo definió– llevó a América cálices y rosarios que distribuyó entre los indígenas… sin salir jamás físicamente de su convento en Soria. Hace algunos años, mientras documentaba mi novela La dama azul en Nuevo México, visité varias parroquias y misiones antiguas con objeto de estudiar las marcas de platería de sus cálices y custodias. De haber identificado solo una de origen castellano y haber probado una antigüedad anterior a 1680 –fecha de una revuelta indígena local que acabó con el saqueo de muchos templos–, estaríamos ante la prueba física definitiva de sus bilocaciones. Pero hasta el momento no se ha encontrado tal cosa. Mientras, algunos comunicadores católicos como Vittorio Messori han propuesto incluso a la monja de Ágreda como patrona del estado de Texas, donde también fue vista esa misteriosa Dama Azul que convirtió a tantos indios en el siglo XVII.
¿Y ha estudiado casos de bilocaciones objetivas?
–Ese es otro asunto. La bilocación objetiva, aquella testimoniada por terceros, es muy rara. Por lo general, sabemos de ella por gentes que han visto con sus ojos, casi tocado, a esa persona junto a ellos. En la vida del Padre Pio se recogen algunas decenas de estas. Unas son no controladas, otras sí. Le pongo un ejemplo. En 1917, un capitán del ejército italiano que se encontraba en el frente vio aparecer delante suyo a un fraile capuchino que le dijo: “Muévete hacia aquí. ¡Muévete! Ven junto a mí”. El militar, curioso, lo siguió y al instante una bomba estalló justo en el lugar en el que se encontraba un segundo antes. Aquel hombre, impresionado, acudió a San Giovanni Rotondo, el monasterio del Padre Pio, y comprobó que el fraile que le había salvado la vida estaba viviendo allí. Era, claro, San Pio. Cristóforo Bove se levanta para examinar uno de los tomos de la causa del capuchino y busca una de las páginas que tiene marcadas con un pequeño postit azul:
–Otro caso ocurrió durante la II Guerra Mundial. Muchos pilotos americanos que tenían la misión de bombardear la zona del Gargano, donde vivía el Padre Pio, afirmaban que cada vez que sobrevolaban aquella área veían frente a ellos un fraile que les pedía que no la bombardearan. De hecho, no lo hicieron nunca. Más tarde, también ellos pudieron verificar que aquel fraile que se les manifestaba era el Padre Pio. Son muchísimos los casos en los que este santo se ha aparecido a penitentes y devotos y, aunque en general parecen bilocaciones objetivas, estas se producen en un entorno muy difuso en el que es difícil hablar de una objetividad absoluta.
Dígame, padre: ¿cuáles son las hipótesis para explicar este fenómeno?
–Algunas están vinculadas a la visión cosmogónica que cada uno de nosotros tiene. Por ejemplo, existen las hipótesis de la “doble alma” o del “cuerpo etéreo”, la espírita –que habla de fluidos emitidos por el cuerpo que consuman ese desdoblamiento– e incluso la hipótesis teológica. En la literatura mística se explica que estos casos obedecen a una intervención directa de Dios, un hecho sobrenatural que irrumpe en nuestro mundo.
¿Y si uno no cree en nada de eso?
También se han dado casos de bilocación fuera del contexto cristiano o espírita, por ejemplo.
–Por supuesto –acepta con una sonrisa–. Este fenómeno no es exclusivo de los santos católicos. Relatos similares se cuentan entre personas fuera de ambientes religiosos. Y no es que la Iglesia tenga una doctrina sobre estos episodios; no estamos ante un asunto de fe. Es importante señalar que esta fenomenología ni siquiera es decisiva cuando abrimos un proceso de beatificación o de canonización. Se estudia, se tiene en cuenta en una vía marginal, pero no determinante. Lo que determina un proceso de esa naturaleza es siempre el ejercicio heroico de la virtud. Si atribuyéramos a todas las bilocaciones el contenido milagroso que se les suele conceder no haríamos una aproximación de estudio, sino de fe. –Muchos de estos fenómenos, como la bilocación, se interpretan en el mundo laico como pruebas de la existencia del alma.
¿Cuál es la posición de la Iglesia a ese respecto?
–Toda esta fenomenología, cualquiera que sea su hipótesis de estudio o de aproximación, pone de manifiesto la gran espiritualidad del ser humano. Esto es: que al hombre no podemos reducirlo solo a lo material. Nos dice que nuestra especie tiene esa profundidad, que en la tradición cristiana llamamos existencia del alma, de un principio vital que otras tradiciones religiosas contemplan del mismo modo. Esta fenomenología, sobre todo aquella ligada a los presuntos fenómenos demoniacos, metapsíquicos o místicos, representa una línea de frontera en la que predomina la fe. Nosotros hacemos filosofía y teología, pero siempre tras nosotros se encuentra el depósito de lo revelado. Tratamos de explicarnos las cosas, no de explicarlas. Por eso buscamos un mensaje ligado a la experiencia de la fe. Esta fenomenología, cuando no está excesivamente instrumentalizada, representa una búsqueda espiritual en torno al ser humano.

UN FENÓMENO MUY RARO
–Usted está trabajando ahora en más de un centenar de causas. ¿Se presenta con frecuencia en esos candidatos a la santidad el fenómeno de la bilocación?
–No. De hecho, se trata de un fenómeno bastante raro. En mi experiencia reciente lo he encontrado en su aspecto subjetivo en Fray Antonio Galvão. Él es el primer santo autóctono de Brasil, fallecido en 1822. Aunque también, claro, aparece en la alta personalidad de San Pio de Pietrelcina. Junto a ellos hay otras figuras de no menor envergadura que presentan, si no exactamente este fenómeno de bilocación, sí fenómenos de osmogénesis (como el olor de santidad) o ligados a la densidad de su experiencia mística… Pero no puedo adelantar nada en concreto porque las causas que tengo aquí –dice mirando de reojo a sus archivadores– están aún en fase de estudio.
¿Y desde cuándo hay constancia del fenómeno de la bilocación?
 –Tenga presente que esta fenomenología se reveló en ciertos ambientes de la Alta Edad Media y se desarrolló plenamente en el siglo XVI, con el acceso a la “fiesta” de la experiencia religiosa. En especial durante la eclosión del arte barroco, que condujo a la cristiandad a una especie de danza mística, una glorificación que hizo que se extendieran muchas vivencias extraordinarias entre los místicos. Por referirnos a España, tenemos a San Pedro de Alcántara, Santa Teresa de Ávila o San Juan de la Cruz, que experimentaron esta clase de vivencias y otras de carácter místico que aún hoy son objeto de estudio. Pero insisto en que mucha de esta fenomenología está ligada a la percepción cosmogónica que el sujeto tiene en ese período particular de la Historia. Pasamos de una cierta cultura medieval de la sangre, del penitente, de la flagelación, a una nueva cultura de buscar el camino hacia Dios a través del ascenso de la montaña, la espiritualidad del Carmelo… Una vía que se abandonará en el siglo XX a favor de otros fenómenos como la estigmatización, que supone una nueva cultura de la sangre. Estatuas que lloran, gentes que reciben los estigmas y un largo etcétera…
–Me llama la atención esa observación suya de que ciertos fenómenos físicos del misticismo están ligados a la época, como la bilocación al Barroco. ¿Ha encontrado usted alguna causa objetiva que pudiera haber impulsado esa clase de experiencias? ¿Existe alguna hipótesis concreta para explicar por qué en el Barroco se dispararon los casos de bilocación?
–Entre la Alta Edad Media y el Barroco, del siglo XIII al XVII, se asiste en la vida religiosa de la Iglesia al fenómeno de las clausuras más estrictas. Es un momento ligado a una estrecha observación de las reglas monásticas, muy común en el Quattrocento y el Cinquecento.En el Barroco, frente a la fantasmagoría del arte y la literatura, se impuso un aumento de la rigidez de las formas claustrales, es decir, un severo bloqueo del movimiento de personas en el interior de las instituciones religiosas. Nacen justo aquí, en ese ambiente de reclusión acentuadísima, esas bilocaciones subjetivas y objetivas de personas que se hacen presentes más allá de sus clausuras. Pongo un ejemplo: San José de Copertino, nacido en el sur de Italia en 1600 y muerto en 1663, quien en cierta ocasión mientras estaba orando se trasladó en bilocación hasta el cabecero de la cama de su madre, que estaba agonizando en Copertino, a 400 km de donde él se encontraba. La madre se alegró de ver a su hijo ausente y de que la asistiera en el momento de su muerte. Cuando emerge de esa experiencia interior, San José de Copertino le dice a su hermano: “Mi madre ha muerto”. “¿Cómo lo sabes?” –contesta el hermano. “La he asistido yo”, respondió.

LOS CASOS SON INCONTABLES
–Sí. Me llamó mucho la atención uno de inicios del siglo XVIII. Otro fraile, el beato Bonaventura da Potenza, vivió algo parecido a lo de San José de Copertino. Bonaventura dejó Nápoles para ir a su ciudad natal y atender a su madre moribunda. A mitad del viaje se dio la vuelta y le dijo a su compañero: “Es mejor que no vayamos, mi madre ya ha fallecido”. Le contó que él había estado allí y que la había visto. Yo creo que este fenómeno es una reacción frente a la excesiva clausura, la excesiva inmovilidad espacio-temporal en torno a la que se vertebraba la vida religiosa de ese tiempo. Es una hipótesis de carácter sociológico que explicaría por qué las bilocaciones fueron más frecuentes en los siglos XVI y XVII que en cualquier otra etapa de la Iglesia.
Nunca había escuchado una explicación así.
–Es un análisis personal al que vengo dando vueltas desde hace mucho…
Dígame: ¿se ha preocupado usted por buscar posibles explicaciones científicas al fenómeno de la bilocación?
–Sí. Hace casi veintiocho años que leo, experimento, estudio, observo, anoto y, francamente, sobre todo en la vida de los santos más recientes, me cuesta mucho encontrar episodios de bilocación objetiva a los que aplicar el método científico. De las subjetivas, en cambio, hay muchísimas. En cuanto a las primeras, muchos dicen haberlas experimentado, pero lo que divide a los estudiosos no es la veracidad de las bilocaciones, sino su modalidad. Por ejemplo, cuando algunas personas afirman que el Padre Pio comparecía ante ellas mientras él estaba en el convento y lo veían en un campo de batalla, en un avión o junto a su cama, hacen afirmaciones de carácter visual, relativas a uno solo de los sentidos. Dicen la verdad: ha habido una presencia en dos lugares a la vez de esa imagen corporal. Pero ¿de qué está hecha esa imagen? Por desgracia, no tenemos experiencias táctiles. Ninguno ha tocado. No contamos con una descripción objetiva de alguien que haya podido palpar a un bilocado, porque de haberlo hecho deberíamos enfrentarnos a otro problema: ¿dónde estaba, entonces, el cuerpo “verdadero”? ¿En el convento o junto a la cama del testigo? ¿En el campo de batalla o en la celda del religioso? Así pues, ninguna hipótesis científica resume aún lo que hay tras las bilocaciones; se quedan solo en la modalidad.
¿Tiene usted alguna idea?
–Bueno, tenemos la teoría de la “doble alma”, una idea extraña pero presente en la Edad Media; o la de que nos enfrentamos a un “cuerpo etéreo” que se desprende del físico; o la del fluido que produce un fantasma, o la de que estamos ante una realidad no cuantificable ni definible, protagonizada por unA meta-entidad, esto es, por un ser que va más allá del cuerpo y la psique. Una entidad sobre la que no se puede especular más porque faltan, lo repito, experiencias táctiles.
–Entonces, ¿la Iglesia no tiene pruebas para que demuestren la existencia de la bilocación?
–Lo que existen son pruebas sui generis que nos conducen a la opción, para los cristianos fundamental, de la fe. O a otras hipótesis, incluida la espírita, que se ha abierto camino incluso entre los autores más serios que se interesan por esta materia. No hablamos, pues, de pruebas científicas en el sentido espacio-temporal y cuántico, sino de algo, repito, sui generis. Como la Teología, que no es una ciencia propiamente dicha sino una ciencia sui generis. ¿Me comprende? Asiento. Definitivamente, el suyo es uno de los oficios más fascinantes del mundo.

NOMBRES DE ALGUNOS QUE EXPERIMENTARON BILOCACIONES
SOR MARÍA JESÚS DE ÁGREDA
Es la “campeona” de las bilocaciones. Entre 1623 y 1629 aseguró haberse desdoblado no menos de quinientas veces entre su convento de Soria y Nuevo México.
SOR MARÍA LUISA DE LA ASCENSIÓN
A la “monja de Carrión” se le atribuyó originalmente la evangelización en bilocación de Nuevo México, dada su amplia experiencia en este terreno. Luego se corrigió el error.
SAN FRANCISCO DE ASÍS
De este santo del siglo XIII se cuenta que llegó a estar a la vez en su convento italiano y predicando ante unos monjes en Arlés (Francia). Muchos miembros posteriores de su orden experimentarían ese don.
FRAY MARTÍN DE PORRES
Más conocido como Fray Escoba, vivió en la Lima del siglo XVII. Del primer santo negro de América son famosas sus bilocaciones: se dice que así era capaz de traer flores de Japón y colocarlas en su iglesia peruana.
SAN ALFONSO DE LIBORIO
Es otro virtuoso del Barroco. Nació a finales del siglo XVII en Nápoles. Célebre es su bilocación de 1774, en la que, mientras yacía en estado de coma en su celda, fue visto atendiendo al papa Clemente XIV
SAN JUAN BOSCO
El fundador de los salesianos tuvo una vida marcada por sus sueños premonitorios. Protagonizó varias bilocaciones en el siglo XIX, siendo visto en una de ellas, a la vez, en Turín y Barcelona.
TERESA NEUMANN
Esta “Sierva de Dios” en proceso de beatificación fue la primera mujer estigmatizada del siglo XX. Como el Padre Pio, además de las heridas de la crucifixión protagonizó episodios de bilocación subjetiva.
SAN PIO DE PIETRELCINA
Sus bilocaciones se han convertido en las más célebres del siglo XX, siendo especialmente comunes en tiempos de crisis como las dos guerras mundiales.
FRAY ANTONIO GALVÃO
Este franciscano vivió en el siglo XVIII en Brasil y fue recientemente llevado a los altares por Benedicto XVI. Entre sus méritos se cuentan varios casos de bilocación, el don de la profecía, la telepatía e incluso la levitación.
PADRE TIBURCIO ARNAIZ
Este jesuita vallisoletano vivió experiencias místicas de todo tipo a principios del siglo XX. Gozó, entre otros, del don de la profecía, de la sanación y de, al menos, un caso de bilocación, según consta en su proceso de beatificación.


Foros de la Virgen María

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