miércoles, 20 de enero de 2016

LA CONFERENCIA EPISCOPAL, IDEAS (V)


Yo sugeriría que los obispos se hicieran conscientes de que de deben potenciar la imagen de reunión sacra que tienen sus reuniones plenarias. Y, por tanto, alejarse de los aspectos que puedan dar la impresión de que es una reunión más, como la que puedan tener los directivos de una multinacional. Hay que reforzar los aspectos espirituales de esas reuniones.

Me fascina la belleza de todos los obispos de una nación rezando laudes en un gran coro de bellos escaños de madera oscura. Los obispos revestidos con hábitos corales. Esto es, con sus sotanas violáceas, roquetes y mucetas. En la cabecera los catorce arzobispos revestidos con capa pluvial y mitra. En un nivel más elevado, los cardenales. A los que yo revestiría con una amplia cogulla roja y galeros sobre sus cabezas. En España significaría esto, más o menos, unos 5 cardenales, unos catorce arzobispos, y casi cien obispos, entre los diocesanos, auxiliares y eméritos. Formarían un conjunto impresionante, al que se le añadirían, en la procesión de entrada y salida, tres acólitos, siete diáconos y, por lo menos, unos cuarenta presbíteros que, como mínimo, asisten a los obispos en sus reuniones. A ellos se podría unir el capítulo de canónigos. Los laicos podrían asistir a estos rezos.

Los obispos entrarían y saldrían del coro en procesión. Acabado el rezo de la hora, se dirigirían a sus habitaciones para cambiarse de ropas y asistir a la reunión plenaria. A esa reunión irían con una sotana negra y cruz pectoral. Una vestidura sencilla para estar cómodos.

En la sala de la reunión se colocará en la presidencia a los arzobispos, los cuales llevarán sotana violácea sin muceta. Los cardenales estarán sentados en la presidencia en un nivel más elevado, irán revestidos con sotana roja.


El primer centro lo ocuparía una hermosa pila bautismal, siempre llena de agua para que la gente pueda santiguarse y donde se celebraría cada semana una solemnísima ceremonia de bautismo. El segundo centro sería el coro de los obispos y el tercer centro sería el altar. Así la Nave de los obispos sería la materialización del versículo de San Pablo que dice: Un Señor, una fe, un bautismo (Ef 4, 5). La profesión de la fe se realiza en el coro a través de la proclamación de la Palabra de Dios. El Señor está sobre el altar en la celebración de la eucaristía.

 Lo que no aconsejo es que la Conferencia Episcopal creara un templo nuevo para materializar esto, es decir, un templo aparte en otro lugar. Si no es una catedral, lo que se cree siempre será un edificio frío y sin vida. Reunirse en una catedral, como la que he descrito, le ofrece a la asamblea una calidez y una vida que jamás tendrá un santuario aislado. En las naciones donde se ha tratado de impulsar un santuario nacional, casi siempre estos ofrecen un aspecto frío.

La Conferencia Episcopal sería la dueña de los edificios-muro donde se sitúen sus oficinas. También sería la dueña de los jardines, claustros y terrenos de alrededor que ellos compren y acondicionen. También ejercerían plena autoridad sobre la parte de la catedral contenida entre sus edificios-muro. Algo lógico, pues habrá un cierto número de sacerdotes que quieran vivir en ese edificio de la Conferencia. De manera que en esa parte de la catedral puedan organizarse las misas, predicaciones, retiros y otras cosas con plena autonomía respecto del resto de la catedral.

Insisto en que sería un error situar los edificios-muro cerca de la catedral y no unidos a ella. La condición necesaria para crear este micromundo que constituye esta catedral descrita radica en que las añadiduras y ampliaciones formen una unidad con el templo catedralicio. Deben formar una unidad, no estar cerca. Eso se ve claramente en algunas ciudades en que en una misma calle hay tres o cuatro iglesias a poquísima distancia: el efecto no es el mismo. Y es que todo esto no radica únicamente en una cuestión arquitectónica, sino el mundo eclesial que se crea en torno a un espacio catedralicio.

Si están totalmente unidas las partes, no importará que existan diversas autoridades en distintas partes del templo, lo mismo que ocurre en la Basílica del Santo Sepulcro en Jerusalén. Por otra parte, el ejercicio de la autoridad es siempre nítido y no da lugar ni a ambigüedades ni conflictos. Le otorgaría más belleza a este espacio sacro el que estuviera dividido en tres juridiscciones la monástica (dividida a su vez en varias figuras), la del capítulo (ejercida por el deán) y la de la Conferencia Episcopal; ejercida esta última por un sacerdote nombrado como rector por la Conferencia

lunes, enero 18, 2016


Si se viese la conveniencia de hacer lo que digo, poco a poco, se podrían trasladar todas las oficinas de la Conferencia Episcopal a la catedral. Los edificios-muro para las oficinas de la Conferencia elevarían la catedral a un nivel muy superior de grandiosidad. Podría hacerse como en la catedral de Canterbury con el alargamiento que experimentó su nave central, creando un efecto auténticamente impresionante. Me refiero a la parte compuesta por tres altas naves previa al transepto del coro.

 
O bien se puede hacer que surgiera de la catedral una nave lateral a modo de transepto que, en el fondo, sería como una nueva catedral. Hay otras posibilidades de conjunción de los dos espacios, pero considero que la mejor es la primera: el alargamiento de catedral, creando un espacio mucho más alto y más amplio que el resto de la catedral, porque los edificios de la Conferencia sí que supondría un plan constructivo muy notable. Los patios interiores podrían acondicionarse como claustros con cesped y hiedra. Esta nave, a la que podríamos llamar, Nave de los obispos, tendría tres centros. Los cuales los describiré mañana.

P. FORTEA

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