SEÑOR,
NECESITAMOS SACERDOTES SANTOS... ¡HACE FALTA SOTANAS SOBRE LA
TIERRA!...
El Sacerdote debe convertirse en verdadero templo
puro que resguarda los manjares de Dios, demostrándolo con el ejercicio de su
vida imitada a la de Cristo Buen Pastor que, “No vino a ser servido sino a
Servir”
Reiteramos con insistencia... SEÑOR, NECESITAMOS
SACERDOTES SANTOS.
Sellando con su sangre en el madero su amor
profundo por su Padre, y sus hermanos los hombres.
Ciertamente
el pueblo de Dios, a través de la historia, ha tenido a bien considerar la
súplica insistente por la petición de pastores según el corazón de Jesucristo.
Lo cual
Dios, como buen Padre, ha querido responder con profunda benevolencia, alimentando la fe de la Iglesia con un buen
número de Santos, hombres y mujeres entregados totalmente al servicio de Dios.
Ejemplo de ellos son los Sacerdotes.
La
anterior es una petición que en este siglo XXI, cada vez se eleva con más
fuerza ante la falta de hombres entregados a un servicio extraordinario, de los
cuales Dios quiere disponer para ser verdaderos maestros en la purificación de
las vidas humanas.
Es cierto
que Dios sigue llamando pero el
hombre por su libre voluntad, que por Dios mismo le fue dada, decide
no responder con generosidad a este llamado, se tiene miedo al compromiso que
éste exige y, en consecuencia, no se da cuenta del grandioso proyecto que Dios le tiene preparado para ser completamente
feliz toda su vida.
En definitiva, todos estamos llamados a ser
santos pero en mayor responsabilidad aquél que se le ha conferido el sacramento
del orden.
Porque en
su fragilidad pecadora, ha querido Dios resguardar los tesoros de su multiforme
gracia, que son los Sacramentos,
de los cuales el pueblo de Dios se
sirve para acercarse un poco más hacia el escalón último de la Santidad.
Así pues
el sacerdote debe convertirse en verdadero templo puro que resguarda los
manjares de Dios, demostrándolo con el ejercicio de su vida imitada a la de
Cristo Buen Pastor que, “No vino a ser servido sino a Servir”
Sellando
con su sangre en el madero su amor profundo por su Padre, y sus hermanos los
hombres.
La
responsabilidad del consagrado en esta cuestión de Santidad se da en una
dualidad, que es la de tomar el camino particular que se nos otorga por el
bautismo, pero también, ser maestro capaz de instruir a otros hacia el modelo
de perfección que es Jesucristo.
En el
Sacramento del orden se configuran los presbíteros con Cristo Sumo y Eterno
Sacerdote, como ministros de la Cabeza, para construir y edificar todo su
cuerpo, que es la Iglesia.
Cierto es
que ya en la consagración del bautismo, recibimos el signo y don de tan gran
vocación y gracia, a fin de que, aun con la flaqueza humana, los puedan y deban
aspirar a la perfección, según la palabra del señor: “vosotros, pues, sed perfectos, como es perfecto vuestro padre celestial” (Mt
5, 48).
De esta
manera observamos que el sacerdote está obligado en todos los aspectos a
representar a Cristo aquí en la Tierra, con un rostro lleno de amor y de
misericordia hacia los fieles.
Y que por
este mismo hecho de personificar al mismo Jesucristo, es cubierto de una gracia
particular para que pueda alcanzar mejor, por el servicio de los fieles que se
le han confiado y de todo el pueblo de Dios, la perfección de Aquel a quien
representa, y cure la flaqueza humana de la carne, y los conduzca la santidad
de aquel que fue hecho para nosotros pontífice “santo, inocente, incontaminado”
(Heb 7- 26).
“Necesitamos señor sacerdotes santos”, es la expresión de un pueblo que tiene ese espíritu de sequedad, de
hombres que sean como espejos que dejen trasparentar un poquito de la santidad
del mismo Dios.
Hombres fuera de lo común que demuestren ese deseo ardiente de hacer la voluntad del Padre y no
la propia, serenos, sencillos.
Hombres cuya existencia sólo se comprenda en el servicio a los demás y a dar culto a Dios.
Hombres que encuentren el sentido trascendente y con ello se esfuercen por realizarse en las virtudes
humanas, hombres que no se callen ante los abusos de diversos líderes sociales,
hombres llenos del espíritu de Dios.
Hombres que sean el signo de esperanza ante un ambiente de pecado y de tristeza, etc., en fin
miles de peticiones que surgen en el cristiano a raíz de la problemática vivida
en la sociedad.
En este
sentido profundo el pueblo orante debe estar bien consciente de la realidad que
viven los sacerdotes, de que no es tan fácil el camino que han decidido seguir,
puesto que, si fuera sencillo, muchos se animarían a realizarse como uno de
ellos.
Al
contrario, requiere de un gran esfuerzo por optar a no pertenecer a este mundo
sino al eterno que el mismo Cristo nos promete, y en este sentido el sacerdote
está inserto al mundo, en el cual debe vencer poco a poco los goces vanos que
éste le presenta.
Son muchas las tentaciones y, sobre todo, son
más recurrentes en ellos que se esfuerzan por la santidad.
Por esto debemos entender que no han sido llamados
porque son perfectos.
Sino que se esfuerzan por serlo, y que en este camino de
constante purificación, puede haber tropiezos, que deben ser entendidos por la
sociedad con un signo de completa madurez, por el simple hecho de que tienen
naturalidad propensa al pecado.
Por lo
tanto, nuestro compromiso como pueblo de Dios es grande, puesto que tenemos el
profundo deber de orar por la santificación de los futuros sacerdotes y de los
que ya están ejerciendo su ministerio, para que el que los ha llamado, les
ayude a vencer las tentaciones del pecado y los mantenga fieles en sus
mandatos.
Convenzámonos
de que necesitan de nuestra ayuda en todos los aspectos, pero sobre todo en la
súplica constante a Nuestro Señor, que oye las plegarias de su pueblo y que no
le desampara por ser un Padre infinitamente bueno.
Y así santificándose los sacerdotes, pueda también
el pueblo de Dios santificarse y llegar a expresar esa frase de San Agustín: “Nos
hiciste señor para ti y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en
ti”
"Oren al dueño de la mies, para que envíe más
operarios…", nos dice Jesús.
Jesús
pasa, en algún momento de nuestra vida; nos mira con amor a los ojos y nos
llama, a una vocación específica: algunos a la vida sacerdotal; a otros, al
matrimonio, a la vida consagrada o laical… Llama y a unos "los elige", esperando
nuestra respuesta libre, generosa y fiel.
Para que,
desde "nuestra entrega en el amor generoso", los demás puedan
descubrir" su presencia salvadora"…
Dejemos
que dios mire nuestra familia. no tengamos miedo…El Señor, tal vez quiere
elegir a uno de nuestros hijos, familiares o amigos para "el sacerdocio o
la vida consagrada", como dice el Papa Benedicto. "El no quita nada,
y lo da todo. quien se da a Él, recibe el ciento por uno…"
Oremos,
para que el buen dios nos regale "muchas
y santas vocaciones sacerdotales o a la vida consagrada".
Aquí, les
dejo esta hermosa Plegaria… que todos podemos rezar en "familia"…
ORACIÓN PARA PEDIR "SANTOS SACERDOTES"
"SEÑOR, Necesitamos
Sacerdotes, pero sacerdotes calcados en Ti.
No
queremos sacerdotes ocasionales, sino Sacerdotes a toda hora y auténticos.
Que nos
transmiten a Ti sin términos medios, sin restricciones, sin miedos.
QUEREMOS
sacerdotes que consagran Hostias, pero sobre todo almas transformadas en Ti.
Sacerdotes
que hablen con la vida, más que títulos académicos, sacerdotes que gasten su
sacerdocio, en vez de estudiar cómo salvaguardar "su dignidad".
SEÑOR; el hombre
de hoy no ha cambiado mucho del hombre de tu tiempo: todavía tiene hambre,
todavía tiene sed: hambre y sed de Ti, y que Tú sólo puedes apagar.
DANOS,
entonces, sacerdotes colmados de ti: sacerdotes que nos den a Ti, esto es lo
único que necesitamos.
A NOSOTROS, SEÑOR, nos sirven sacerdotes de corazón abierto, de manos
agujereadas, de mirada limpia.
BUSCAMOS sacerdotes
que sepan rezar, más que organizar.
Sacerdotes
que sepan hablar contigo, porque cuando un sacerdote reza, el pueblo está seguro.
HOY, SEÑOR, están de
moda las encuestas; se hacen sondeos acerca de cómo debe ser, acerca del
sacerdote que queremos, acerca del tipo de Iglesia que queremos.
PERDÓNAME, SEÑOR, jamás he respondido a estos requerimientos, pero a
Ti, Señor, te lo puedo decir: el sacerdote lo quiero amasado en oración.
DANOS, SEÑOR,
sacerdotes de rodillas callosas, que sepan esperar, expiar, implorar…
AH, SEÑOR, me
olvidaba: Haznos dignos de tener sacerdotes así. Amén".
¡Oremos
en familia, ofreciendo un Padre nuestro al Señor ¡…
María
Reina y Madre de los sacerdotes; ruega por nuestros sacerdotes, hazlos fieles y
entregados. Así sea.
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www.iterindeo.blogspot.com
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