lunes, 28 de abril de 2014

DEL APÓSTOL TOMÁS: ¿CUÁL ERA SU VERDADERO NOMBRE?


Ayer el Evangelio de la misa nos llevaba a la figura de Santo Tomás, el apóstol incrédulo cuya figura ya reseñamos en su día (pinche aquí si desea conocer lo que en su día decíamos de él), momento que nos parece adecuado para iniciar un ciclo dedicado al enigmático apóstol que, aunque citado en los cuatro evangelios, registra en el de Juan sus principales apariciones. Un ciclo que comenzamos con la cuestión que da título a este artículo, a saber: ¿cuál era el verdadero nombre de Tomás? A la que seguirán otras no menos interesantes, ya lo verán Vds..

Pues bien, el nombre por el que lo registran los evangelios, “Tomás”, del arameo “taoma”, no significa otra cosa que “mellizo”, lo que desde luego, hace pensar en la posibilidad de que lo fuera.

A lo cual se pueden alegar dos razones de peso: primera, no es conocida la existencia del nombre propio “Tomás” entre los judíos ni en la época en la que vivió Jesús ni antes; y segundo y sobre todo, que el evangelista Juan, de las siete veces en que cita su nombre, en tres de ellas a él le añade la coletilla “llamado Dídimo”, que quiere decir una vez más lo mismo, “mellizo”, sólo que en griego. Tanto que en algunas ediciones se traduce “llamado ‘el Mellizo’”.

Ello plantea una interrogante en lo que se refiere a la identificación del apóstol en cuestión. Si tanto Tomás como Dídimo significan mellizo, más que un nombre ambos términos parecen un apelativo, por lo que cabe preguntarse: ¿cuál era entonces el verdadero nombre del apóstol?

Pues bien, aunque los evangelios nada digan al respecto, lo cierto es que la tradición, la patrística y mucha de la literatura postapostólica apócrifa y literaria es unánime cuando da al apóstol mellizo el nombre de “Judas”.

Sólo a modo de ejemplo, así lo hace por ejemplo el apócrifo Hechos de Tomás.

“Así pues la India le tocó en suerte a Judas Tomás, llamado también Dídimo” (HchTom. 1, 4)

También lo hace el famoso e importante Evangelio de Tomás que tuvimos ocasión de analizar en su día (pinche aquí si desea recordar lo que entonces decíamos sobre él):

“Estas son las palabras secreta que pronunció Jesús el Viviente y que Dídimo Judas Tomás consignó por escrito”.

Y también y por último la “Historia Eclesiástica” de Eusebio de Cesarea:

“Después de la Ascensión, Judas, llamado también Tomás…” (HistEc. 1, 13, 11).

¿Por qué, si esto es así, los Evangelios omiten el nombre del apóstol? Una explicación plausible para que los evangelios no se hubieran referido a su nombre de pila y se refirieran a nuestro protagonista como Tomás, es la gran confusión que el haberle llamado por su nombre, en el supuesto caso de que efectivamente fuera Judas, habría generado, al existir en el colegio de apóstoles nada menos que otros dos Judas, el Tadeo y el Iscariote. Pero probablemente no sea la única, sólo que las otras posibles razones las conoceremos otro día, que por hoy ya le he dado bastante la matraca.

Luis Antequera

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